PÀGINES MONOGRÀFIQUES

18/10/22

¿Por qué no intentamos ponernos de acuerdo con los productores para trabajar juntos?

OTRO MODELO AGRÍCOLA ES POSIBLE                    

LOS BENEFICIOS DE LA AGRICULTURA URBANA

Aunque parezca un contrasentido hablar de «agricultura» y «urbana» a la vez, hay que tener en cuenta que en el pasado, cuando los medios de comunicación y los medios de conservación eran muy rudimentarios y difíciles (es decir, hasta las primeras décadas del siglo XX), la mayoría de las ciudades eran prácticamente auto-suficientes gracias a las granjas de su área urbana y peri-urbana. Así, en este capítulo analizaré diferentes ejemplos históricos que describen estos casos, junto a la tendencia actual, que va en el sentido de recuperar gran parte de estas prácticas, con mejoras en sus rendimientos, y todo ello sin necesidad de usar fertilizantes sintéticos y otros productos químicos.

En todos los tiempos históricos y civilizaciones, desde Mesopotamia hasta el Machu Picchu, la agricultura urbana ha estado presente en gran medida como fuente fundamental de aporte de las necesidades alimentarias de las poblaciones urbanas. Pero es sólo recientemente —a partir de las primeras décadas del siglo XX en los países desarrollados— cuando este modo de producción ha ido decreciendo rápidamente, de tal forma que pienso, como muchos otros, que será una forma de producción cada vez con más futuro, por muchos y diferentes motivos que iré analizando.

Los Poor Gardens

Los inicios de la Revolución Industrial fueron posibles gracias a los grandes excedentes de mano de obra en la Inglaterra del siglo XVIII a consecuencia del auge de los enclosures. Estos cercamientos de tierras, supusieron la privatización forzosa de los terrenos comunales que hasta entonces habían sido la base de la producción agraria rural, tendencia que en España tomó el nombre de desamortización (la eclesiástica realizada por el gobierno de Mendizábal, y la civil realizada por el de Madoz), origen de gran parte de las tensiones sociales en la España del siglo XIX y principios del XX.

Las consecuencias de los enclosures fue el fin del modo de vida de millones de personas que pasaron a engrosar el proletariado urbano, siempre al mismo borde de la subsistencia, y fue este ambiente post-enclosures el que llevó a nuestro querido Thomas Malthus a establecer sus tesis sobre la «inevitabilidad» de la miseria, la ruina y el «equilibrio» de la población por las muertes masivas por hambre de los pobres, así como toda esa serie de mitos asociados a esta visión del mundo como el de la «Tragedia de los Comunes» de William Foster Lloyd (1794-1852) retomado en época moderna por Garrett Hardin, que ignora completamente la historia, ya que es en el uso compartido y respetuoso de «los comunes» como se desarrolló la agricultura durante toda la Edad Media y parte de la moderna, en la mayoría de los países europeos. En España está el magnífico ejemplo de las comunidades de villa y tierra de Castilla, hermoso nombre para probablemente el sistema socio-económico-político más libre, igualitario y meritocrático de toda la Edad Media de Europa.

Debido a los problemas de subsistencia y sociales (es extraño pero hay algunas personas que no se resignan a morirse de hambre sin antes recurrir a saltarse la ley o a la violencia) del primer proletariado urbano, se toma como medida paliativa, por parte de los poderosos, el establecimiento de los «poor gardens» que son pequeños huertos urbanos para mejorar un poco la alimentación del proletariado urbano, no obstante, sólo estaba permitido el estricto auto-consumo estando muy penado la venta de productos, además por lo exiguo del tamaño de estos huertos era extraordinariamente difícil que esto sucediese. Por otro lado en el «diseño» de esos «poor-gardens» ya se tenía en cuenta que bajo ningún concepto diesen la posibilidad de proporcionar un medio de vida independiente a esas personas, ya que hubiesen acabado con el efecto «beneficioso» (para los industriales británicos) de los «enclosures», es decir, una inagotable mano de obra en condiciones de subsistencia, además esos «gardens» podían conseguir que los salarios pudiesen bajar algo por debajo del nivel de subsistencia (Ley de Hierro de los Salarios de D. Ricardo).

Eran también una herramienta de «control» ya que para poder optar a uno de estos huertos, proporcionados por la «caridad» de los grandes propietarios, y poder conservarlo, era indispensable mantener una estricta moralidad, respeto a las autoridades, comportamiento intachable, y todos los atributos y disfraces del servilismo que se quieran mencionar.

En otros países, como Alemania, Francia y Bélgica se darán situaciones similares a medida que se van industrializando

París, «Le Marais»

Uno de los ejemplos más espectaculares de la agricultura urbana tradicional fue el «Marais» de París, la zona de huertas de cultivo intensivo de esa ciudad en el siglo XIX y que sirve de ejemplo a la agricultura orgánica intensiva incluso hoy en día. En el muy interesante texto «Urban Agriculture Yesterday and Today» de Smit, Nasr & Ratta, que trata sobre la agricultura urbana a lo largo de la historia, aparece el siguiente texto sumamente revelador de la capacidad de producción de la agricultura urbana intensiva en París:

Caso 2.2 El marais de París del siglo XIX

Hace cien años, una sexta parte del área de París se utilizaba para producir anualmente más de 100 000 toneladas de cultivos de ensalada fuera de temporada de alto valor. Este sistema de cultivo se sustentaba en el uso de aproximadamente un millón de toneladas de estiércol de establo producido cada año por los caballos, que proporcionaban la energía para el sistema de transporte de la ciudad. Se produjo suficiente "suelo" excedente para expandir el área de producción en un 6 por ciento al año. En términos energéticos, de masa y monetarios, los insumos y productos del agroecosistema urbano parisino superan a los de la mayoría de los ejemplos de producción de cultivos totalmente industrializados de la actualidad. El reciclaje biológico productivo de los residuos del sistema de transporte de la ciudad contrasta favorablemente con las exigencias y consecuencias de los ecosistemas urbanos simplificados y actuales.

Este sistema de cultivo ocupaba del orden de 1/6 del área urbana de la ciudad. Un número de 6 cosechas era algo normal en este tipo de cultivos, y su productividad no sólo alcanzaba para proporcionar alimentos a la ciudad de París, sino que las hortalizas de esta zona se consumían incluso en Londres. El tipo de cultivo se seleccionaba por su valor comercial, más que por la capacidad alimentaria, es decir, que si el criterio hubiese sido la producción de cantidad de alimentos y no la maximización económica, el rendimiento en alimentos hubiese sido aún superior.

Ejemplos similares pueden encontrarse en todo el mundo, así alrededor de 1850 del orden del 80% de los alimentos que se consumían en Nueva York (que ya era una gran ciudad) se producían en su área urbana y peri-urbana.

La agricultura urbana en las Guerras Mundiales

La agricultura urbana entró en decadencia a principios del siglo XX en los países desarrollados por varios factores combinados: abaratamiento y mejora de los sistemas de transporte y conservación de alimentos, especulación urbanística producto del crecimiento urbano, progresiva desaparición de los sistemas de transporte tirados por animales, etc… Todo ello combinado originó un alejamiento de las fuentes de producción de los alimentos a distancias cada vez más alejadas de la ciudad.

Un ejemplo de esta dinámica de alejamiento de las fuentes de suministro alimentario fue el auge económico de Argentina en las primeras décadas del siglo XX gracias, entre otras cosas, a las mejoras en los sistemas de refrigeración en barcos y otros vehículos que posibilitó las exportaciones masivas de carne desde ese país sobre todo a los países europeos, algo irrealizable antes de finales del siglo XIX. A lo largo del siglo XX y aún el siglo XXI gran parte de la dinámica económica de ese país está asociada a las fluctuaciones de esa dependencia de las exportaciones alimentarias, que beneficiaron sobre todo a la aristocracia de estancieros y a los grandes capitales ingleses y norteamericanos, propietarios de las instalaciones frigoríficas y de los medios de transporte internacionales.

Sin embargo, en los períodos donde se da una alteración significativa del comercio, como en las guerras, esta dinámica se rompe y los países se ven forzados a volver la vista a los modelos tradicionales de producción alimentaria, y entre éstos, uno de los más destacados es la agricultura urbana. Este mismo modelo de rescate de la agricultura urbana debido al colapso económico o del comercio, será la tónica distintiva de su vuelta en muchas ocasiones, como veremos en algunos ejemplos.

Durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial, en el caso del Reino Unido se produjo un auténtico colapso del suministro alimentario, ya que Inglaterra era muy dependiente, en ese sentido, de los suministros provenientes mayormente de Canadá y EE.UU., que se vieron profundamente alterados por el bloqueo submarino ejercido por los alemanes, de tal forma que las prioridades en los fletes marinos pasaron a ser los combustibles (para uso militar), el armamento, materiales para la industria bélica y los soldados, quedando el suministro alimentario a la población muy relegado como prioridad, por lo que los gobiernos tuvieron que alentar la producción local de alimentos para rellenar esa brecha.

Por ejemplo en los inicios de la PGM no hubo problemas de suministro alimentario, pero con el bloqueo submarino alemán a partir de 1916 la cosa cambió de forma radical, y el gobierno inglés dio prioridad a las políticas de apoyo a la agricultura urbana, los llamados War Gardens; y estos huertos urbanos llegan ser más de 1,8 millones en 1918, creándose milicias de mujeres agricultoras para cultivarlos, pues los hombres estaban en el frente, que llegaron a ser 80 mil en la SGM donde esta estrategia volvió a retomarse con igual éxito, evitando efectivamente problemas de malnutrición en la isla debido al colapso de las importaciones de alimentos.

En Alemania se adoptó una estrategia similar, sin embargo fue en EE.UU. donde el despliegue de esta estrategia fue más masivo en ambas guerras mundiales, de tal forma que a finales de 1917 a los pocos meses de la participación americana en la PGM ya había 3 millones y medio de nuevos huertos urbanos en servicio, y en la SGM el número de mujeres cultivadoras en esos huertos urbanos llegaron a ser nada más y nada menos que dos millones.

Sólo en USA durante la 2ª GM se calcula que la agricultura urbana, con su extraordinaria productividad y ahorro de combustible en transporte, refrigeración, etc. ocupó a unas 5 millones y medio de personas, trabajando en unas 20 millones de nuevas parcelas de cultivo, que produjeron del orden de 10 millones de toneladas de frutas y verduras, consiguiéndose el inmenso logro de evitar no sólo problemas alimentarios en el propio país, sino tener recursos alimentarios suficientes para los países aliados y las zonas liberadas del enemigo (una vez controlada la amenaza submarina alemana).

Todas estas estrategias de promoción de la agricultura urbana se abandonaron al fin de la contienda, con el retorno a la agricultura industrializada y las cadenas de suministro internacionales.

Esto es un claro ejemplo de la emergencia del espíritu solidario ante la adversidad que consigue que la unión de los diferentes actores de la sociedad permitan evitar una amenaza de hambre cierta, permitiendo la puesta en cultivo de terrenos de propiedad privada o pública (como las famosas granjas de cerdos de Hyde Park), su cesión, para que la iniciativa, la sabiduría y el esfuerzo individuales y colectivos consigan producciones que no se sospechaban que podían conseguirse. Una lástima que esto sólo parece funcionar en el marco de la búsqueda de la «victoria» bélica.

El caso de Bulgaria en la crisis de 1997

El caso de Bulgaria tras el colapso del bloque soviético y las reformas del FMI (que sólo pueden calificarse como la obra de un Atila contemporáneo) es digno de estudio, pues la situación económica de ese país en 1997 eran las de un colapso económico total: la inflación era del orden del 300% al mes, el salario mínimo legal era de 14$ al mes, las pensiones eran tan ridículas que no garantizaban ni la mitad de las necesidades de ingesta de calorías de una persona, cuanto más el resto de costes de la vida, etc. Pero analizando los datos de salud de la población se constata que incluso en lo peor de ese período no se dieron casos de malnutrición, los precios de los alimentos eran bastante bajos y no se daban situaciones críticas de seguridad alimentaria.

La explicación a esta aparente paradoja es bastante simple: la agricultura urbana. Más del 30% de la población del país practica la agricultura urbana, y en las ciudades del orden de 900 mil familias (más de 2 millones y medio de personas) tienen mini-huertos, que han desarrollado una extraordinaria eficiencia a lo largo del año, muy rentables desde el punto de vista de los inputs  energéticos y los outputs de comida obtenidos, como suele ser siempre el caso en la agricultura urbana. Por otro lado, los beneficios del sistema, por el cooperativismo y la mera solidaridad, acaban alcanzando a prácticamente toda la sociedad.

Es un verdadero milagro cómo la agricultura urbana de Bulgaria ha sobrevivido a los 2 grandes enemigos históricos de este modelo de producción agraria: la colectivización de origen soviético que apostaba por las grandes e ineficientes granjas industriales burocratizadas; y el liberalismo, con sus enclosures, la concentración de la propiedad, la especulación inmobiliaria (que todo lo arrasa) y la agricultura industrial globalizada (y sus ventajas comparativas ricardianas).

La agricultura urbana en Java

Java es la isla más poblada del archipiélago que forma Indonesia, tiene un territorio de 126.700 Km2 (algo más de la cuarta parte de España) y en ella viven más de 124 millones de personas (casi 4 veces más que España), siendo más poblada que cualquiera de las islas del Japón, y siendo más del 50% de la población de Indonesia (237 millones), es decir, la densidad de población de Java es más de 10 veces la densidad de población de España (979 habitantes por Km2 en Java y 93 habitantes por Km2 en España).

La agricultura urbana de Java es muy antigua y, de hecho, se ha ido enriqueciendo con los aportes de otras culturas, así ha adaptado de los holandeses (antigua potencia colonial) los sistemas hidropónicos, de los emigrantes chinos la horticultura en suelos elevados (mesas y jardineras de cultivo) y de los malayos el cultivo de peces en jaulas marinas. Los huertos tradicionales de Java son capaces de obtener de 20 a 40 cosechas en un año, y los urbanos tienen unos rendimientos aún mejores.

Recientemente estudios del ministerio de agricultura de ese país han llamado al uso intensivo de huertas en detrimento del cultivo de arroz y otros métodos de cultivo, ya que los rendimientos de las huertas urbanas proveen un rendimiento que es del orden de 6 veces el de los bancales de arroz de cosechas múltiples que se asocia con esas latitudes

El objetivo de los ayuntamientos de Java es que del orden del 36% de las áreas urbanas estén plantadas con árboles frutales (unas 23.000 hectáreas).

Estos procedimientos de agricultura urbana intensiva tomaron súbita importancia en la crisis financiera del Sudeste Asiático de 1998 (que los indonesios llaman «la crisis del FMI») y el súbito hundimiento de la economía, agravado por las políticas devastadoras del FMI en ayuda de los acreedores, supuso el colapso económico y social casi total, y fueron la potenciación de esas técnicas tradicionales y otras nuevas, de cultivo urbano y peri-urbano intensivo las que evitaron una verdadera hambruna en la población. Ahora las autoridades no quieren que una futura crisis tome a la población por sorpresa…

El ascenso de la agricultura urbana en Cuba

Cuba es otro ejemplo de economía que sufre un colapso brusco y debe desarrollar estrategias aceleradas para la supervivencia de la población, y como ha ocurrido tantas veces a lo largo de la historia, el desarrollo de estrategias de agricultura urbana no sólo han conseguido mitigar un posible desastre alimentario, sino que han llegado a mejorar la situación preliminar.

Adjunto algunas estadísticas indicativas de la dependencia alimentaria de la isla de Cuba del exterior antes del colapso del bloque soviético:

Antes de 1989 Cuba importaba:

  • 1,3 millones de toneladas de fertilizantes.
  • Más de 20 mil toneladas de plaguicidas y herbicidas.
  • 1,6 millones de toneladas de materias primas para alimentación animal.

En la segunda década de los 80 importaba:

  • El 79% de los cereales.
  • El 50% del arroz.
  • El 94% de aceites y granos de oleaginosas.
  • El 38% de la leche y sus derivados.

La agricultura cubana, como en general la de los países comunistas, seguía el modelo de agricultura industrial de monocultivo, con uso intensivo de maquinaria, abono y pesticidas, y se había especializado, también como herencia de la época pre-revolucionaria, en el cultivo de la caña de azúcar para la exportación y dependía fuertemente de los alimentos del exterior, de tal forma que del orden del 60% de los alimentos que consumían los cubanos a finales de la década de 1980 provenía del exterior de Cuba.

Todo esto cambió bruscamente con el colapso del bloque soviético y en particular con el colapso de la URSS en 1991, donde el país dejó, de forma casi instantánea de recibir alimentos, derivados del petróleo, fertilizantes, pesticidas, maquinaria agrícola, maquinaria industrial, etc… de los países comunistas, coincidiendo con un nuevo endurecimiento del bloqueo norteamericano en 1992, pues juzgaban que «la fruta estaba madura para caer», así sin divisas, el comercio internacional de Cuba colapsó por completo. Era lo que se conoce como el Período Especial en ese país y la oferta de alimentos bajó en un 60%.

Por tanto la adopción masiva de la agricultura orgánica urbana, la permacultura, los cultivos organopónicos por ese país no se debieron a ningún tipo de preferencia  política sino a la más pura urgencia y necesidad de sustituir las importaciones que ya no llegaban. Por otro lado el beneficio de la agricultura urbana, además de tener más rendimiento que la rural, minimiza el consumo energético, prácticamente eliminando las necesidades de transporte, refrigeración (cultivos estacionales), embalaje, etc… como ya hemos descrito que ocurrió en el caso de las guerras mundiales.

Expertos de todo el mundo colaboraron con los cubanos en este gigantesco  experimento de adopción de técnicas agrícolas orgánicas e intensivas, merece especial mención las brigadas de técnicos voluntarios australianos en permacultura, y de otros países que transmitieron un alto volumen de conocimientos sobre las nuevas técnicas de agricultura orgánica intensiva, que rápidamente fueron asimiladas por los cubanos.

Con el tiempo estos métodos de agricultura orgánica intensiva han conseguido éxitos notables en Cuba, por ejemplo según la sala de prensa de la FAO  (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), recientemente el director general felicitó a Cuba por sus resultados en la lucha contra la malnutrición, de tal forma que en la actualidad, los niveles de sub-nutrición en Cuba afectan a menos del 5% de la población, es decir, es comparable a la de los países desarrollados y un resultado mejor que la mayoría de sus vecinos que no han sufrido ningún tipo de colapso comercial.

Por dar algún dato ilustrativo más del extremadamente alto rendimiento de la agricultura urbana orgánica: la Habana produce del orden del 90% de todas las frutas y verduras que se consumen en esa ciudad. Rendimientos de más de 20 Kg/año/m2 son bastante comunes con estas técnicas de producción.

Adjunto un ejemplo de la capacidad de los cultivos urbanos para alimentar a la población lo tenemos en un informe de la CSFC (Community Food Security Coalition) que entre otras cosas afirma que: las huertas y granjas urbanas tiene una capacidad productiva sorprendente, y así como ejemplo dice que en una estación de cultivo de 130 días, una parcela de 3 x 3 = 9 m2 puede proveer la mayoría de las necesidades de vegetales de una familia de 4 personas, incluyendo las necesidades de vitaminas A, C, complejo vitamínico B y hierro. Esto da una idea de las inmensas capacidades de estos sistemas de cultivos que han mejorado mucho con las nuevas técnicas de cultivo agro-ecológico modernas.

Existe una inmensa cantidad de estudios sobre la agricultura ecológica, que llegan a la conclusión de que es posible obtener mayores producciones alimentarias usando métodos de cultivos ecológicos, es decir, sin abonos sintéticos, sin pesticidas, sin especies genéticamente modificadas y sin métodos agresivos de arado, etc… Como en un informe de la UN Human Rights donde se afirma que «Eco-Farming Can Double Food Production in 10 Years» (la agricultura ecológica puede doblar la producción de alimentos en 10 años). En otro artículo de la UNEP (United Nations Environment Program) se detallan las inmensas desventajas de la agricultura industrial respecto a la orgánica.

El caso de Detroit

La moderna agricultura urbana en USA tiene sus inicios recientes en las acciones de los Green Guerrillas de Nueva York a principios de los años 70 del pasado siglo, que arrojaban semillas a los solares vallados y se dedicaban a plantar árboles y luego huertos en los solares abandonados, para embellecer la ciudad y acercar a los ciudadanos a la naturaleza, ante la manifiesta hostilidad de las autoridades.

Con estos tímidos inicios comenzó el nuevo movimiento de la agricultura urbana en USA, pero uno de los lugares donde ha experimentado un gran desarrollo en las últimas décadas ha sido la ciudad de Detroit, y por causas similares a las descritas para los otros auges de la agricultura urbana, ya que la ciudad de Detroit, que fue la cuna de la gran industria automovilista estadounidense, ha estado inmersa, desde la década de 1970 en una fuerte decadencia socio-económica por la gran deslocalización industrial de la producción y por el abandono del centro hacia los suburbia como se conocen en EE.UU. los barrios residenciales de las afueras que siempre se asocian con el american way of life.

Esto originó a la vez una fuerte depresión económica en la ciudad asociado al abandono de extensas zonas de viviendas e industriales, que han servido, en las últimas décadas, como zonas donde se ha desplegado, de forma masiva, una nueva agricultura urbana comunitaria que ha conseguido beneficios notables para una gran parte de los sectores más desfavorecidos de la ciudad.

Invito a leer detenidamente el artículo de Ecologistas en Acción donde se aborda el caso de la ciudad de Detroit con el sugestivo título de «La ciudad de Detroit como metáfora«.

En este artículo se menciona, entre otras muchas cosas interesantes y esperanzadoras para esa comunidad, que en la actualidad hay en la ciudad de Detroit más de 1200 huertos comunitarios y granjas urbanas, de tal forma que sumando las producciones del área urbana y peri-urbana, estos huertos y granjas aportan del orden del 50% de los alimentos que se consumen en la ciudad.

Otros ejemplos de agricultura urbana

La agricultura urbana está en plena expansión en muchos países del mundo, en el caso de USA tenemos uno de los ejemplos más notables en el caso de Nueva York, donde ya existen del orden de 500 community gardens (huertos comunitarios), que están siendo objeto de cada vez mayor atención por parte de los habitantes de esa ciudad, como ejemplo un magnifico artículo de la Universidad de Columbia que trata de los beneficios y la potencialidad de este esquema agrícola para la ciudad de Nueva York.

En otros países europeos este movimiento está teniendo una gran expansión, como por ejemplo en Alemania y Reino Unido.

En el caso de Londres tenemos iniciativas famosas como Capital Growth que promueve iniciativas de huertas comunitarias urbanas, proporcionando formación y ayudas para conseguir el desarrollo de estos huertos, o la iniciativa Grow Your Own de la Royal Horticultural Society.

En Berlin se estima que hay del orden de 80 mil huertos urbanos, que ocupan el 11% del espacio público y el 4,5% de toda la superficie de la ciudad y no deja de crecer, con nuevas iniciativas en azoteas, terrazas y balcones.

En el caso de España, la verdad es que no he conseguido encontrar mucha información, aunque todo apunta a que hay un movimiento creciente en la extensión de la agricultura urbana, y en la situación de crisis actual desde luego tiene todo el sentido del mundo, aunque no sólo por este motivo y en el futuro estoy convencido que irán a más (existen algunas de estas iniciativas en huertas de Madrid y Barcelona).

Es el momento de abordar las propuestas emergentes de cambio del actual modelo agrícola y en general alimentario, del que la agricultura urbana forma una parte indispensable.

Hacia un nuevo modelo agrícola

El modelo agrícola actual, industrial y globalizado, es profundamente destructor y despilfarrador, no sólo desde el punto de vista del uso de los recursos, sino de la destrucción de las formas tradicionales de vida/producción, despoblación rural, destrucción medioambiental acelerada, destrucción de biodiversidad, destrucción de las comunidades (asociación/vínculo de productores/consumidores), destrucción de empleo, es más caro para el consumidor, atenta contra la salud de las poblaciones y destruye la seguridad alimentaria local dejando a la población indefensa ante cualquier crisis global (como la que ahora tenemos encima).

Voy a repetir lo dicho antes respecto al despilfarro energético que supone el actual sistema de distribución alimentaria, en particular los estudios de Rich Pirog, del Leopold Center que en sus estadísticas indican que un item medio de nuestro actual sistema alimentario recorre una media de 2.400 Km, y así los sistemas actuales de producción y distribución alimentaria producen una huella de CO2 que es entre 5 y 17 veces mayor que los sistemas de agricultura orgánica locales y regionales.

Las ventajas de la producción local de alimentos son inmensas comparadas con el actual modelo industrial globalizado, donde la agricultura local, por ejemplo en los países desarrollados, sólo puede sobrevivir con ayudas y subvenciones que son inmediatamente «descontadas» por las grandes cadenas de distribución, que son las que verdaderamente se benefician en este proceso. Al final las subvenciones se conceden para propósitos tan demenciales como no recoger la cosecha o dejar las tierras improductivas, mientras consumimos una comida llena de sustancias químicas y genéticamente modificada cuyo efecto sobre la salud  a medio y largo plazo no conocemos, producida a miles de kilómetros, y asistimos a un desempleo, una destrucción del medio ambiente y una falta de alternativas laborales espeluznante, mientras los oligopolios de la distribución cada vez tienen más poder.

En muchos países se está dando una tendencia creciente en apoyo de la agricultura (y ganadería) local y orgánica, como medio de:

  1. Descentralizar las redes de distribución hacia empresas y cooperativas locales de pequeño tamaño, en detrimento de las grandes empresas de distribución, verdaderos oligopolios que son las que se llevan la mayor parte del pastel económico en detrimento tanto de los productores como de los consumidores.
  2. Tener una oferta a precios más económicos de productos frescos y orgánicos de fuentes locales/regionales, ya que la mayor parte del beneficio se lo repartirían el productor y el consumidor, y no las grandes cadenas de distribución.
  3. Las redes locales ayudan a los pequeños agricultores a mantenerse económicamente y contribuyen al empleo y a fortalecer las economías locales y las formas de vida tradicionales al circular el dinero en el  propio ámbito, que a su vez revierte en toda la comunidad en la que los productores y empleados también gastan su dinero. Es un refuerzo del sistema local de circulación del dinero.
  4. Reduce extraordinariamente el impacto ecológico y energético de la producción y distribución de alimentos.
  5. Estos sistemas se basan en el conocimiento mutuo de los productores y consumidores, es decir, en gran parte se requiere mantener la confianza y la reputación, por lo que contribuye a un comportamiento más ético con los demás y el entorno, estrategia mucho más efectiva, debida al contacto cercano que, por ejemplo, ese cuento de las grandes empresas llamado Responsabilidad Social Corporativa, cuyos resultados prácticos pueden verse, por ejemplo en ese taller de Bangladesh en 2013, que se hundió matando a más de 1.100 trabajadores de un contratista de grandes empresas de comercialización de ropa, sobretodo de Europa, entre las que se cuenta alguna gran empresa española donde su dueño en ocasiones presume de filántropo.

No, yo creo que no es inevitable que para que podamos comprarnos una camiseta, ésta deba estar fabricada en Bangladesh por mano de obra cuasi-esclava al borde de la muerte por hambre o aplastamiento en esas especies de nichos-taller, por que si no «costarían mucho más», como dicen algunos sesudos economistas (como el inefable Niño Becerra), cuando se sabe que las diferencias de precio entre los productores esclavizados y el precio de venta en occidente puede multiplicarse por 50, ¿es eso inevitable? Lo es si lo que de verdad se quiere es una cada vez mayor concentración de la riqueza en manos de unos pocos y el empobrecimiento acelerado de las poblaciones (la de aquí y la de allí).

Igualmente las cadenas de distribución alimentaria juegan al mismo juego, y los precios de los alimentos, que apenas sostienen en niveles de subsistencia a los agricultores de los países emergentes, ven sus precios multiplicados muchas veces cuando llegan al consumidor. Para tratar de salir de esa trampa los remedios de las empresas agrícolas ya los sabemos: más precariedad laboral en el campo, mano de obra inmigrante sin papeles, más fertilizantes para intentar producir más, más pesticidas para evitar posibles pérdidas, más organismos genéticamente modificados, más agua despilfarrada, más deforestación, más subvenciones, etc…

Y ¿por qué no intentamos ponernos, como consumidores, de acuerdo con los productores para trabajar juntos?

Existe un sistema que está teniendo extraordinaria difusión, sobre todo en USA, que es la llamada CSA (Community Supported Agriculture = Agricultura con Soporte Comunitario), en este esquema las personas que participan se comprometen a «invertir» en una granja local para la cosecha, de tal forma que comparten, con el agricultor, los riesgos y beneficios de la citada cosecha, y usualmente los participantes reciben una cesta semanal (vegetable box scheme) de productos de la granja, con quien han establecido un vínculo, que acaba llegando mucho más allá de la mera relación productor/consumidor. Con este tipo de acuerdos se  limita mucho la dependencia de los agricultores de las entidades financieras, y el agricultor se compromete a trabajar de una determinada forma en la tierra, normalmente de forma orgánica y  respetuosa con el medio ambiente y a repartir sus ganancias con los que lo han apoyado.

Esta forma de relación consumidor/productor que son los CSA está teniendo una extraordinaria difusión en Norteamérica, de tal forma que actualmente hay del orden de 13.000 granjas participando en este esquema de apoyo a la pequeña agricultura local orgánica y su número va creciendo de forma continua.

Granjas que trabajan con el esquema CSA en los EE.UU. pueden verse en detalle en esta web de la asociación LocalHarvest (cosecha local en español), con la extraordinaria difusión de estos esquemas de CSA.

Hay muchos webs de asociaciones de CSA’s y donde se promueve la agricultura local y los esquemas de asociacionismo entre productores y consumidores de una región, como por ejemplo este enlace a FairShare CSA Coalition en Wisconsin, donde se declara que sus metas estratégicas son:

Un futuro donde la CSA es el alma de un sistema de producción local de alimentos fuerte; donde todas las familias tengan acceso a comida orgánica producida de forma local y que mantengan fuertes conexiones con sus granjas, alimentos y la comunidad en general.

¿Es que acaso pensáis que este modelo no es mejor que el modelo agrícola y de distribución de alimentos que ahora tenemos?

Este movimiento está teniendo también un extraordinario auge en Reino Unido donde hay más de 6.500 granjas involucradas en estos proyectos de CSA y existen muchas asociaciones encargadas de promocionarlas, como por ejemplo las de la web Making Local Food Work, por citar una de ellas.

Un interesante artículo que recoge una conferencia de 2010 en Kobe (Japón) de una experta en estos temas llamada Elizabeth Henderson, hace un recorrido sobre la difusión mundial de la  Community Supported Foods and Farming en diferentes países, creo que merece la pena leer detenidamente ese artículo. En él se describe que además de su creciente despliegue en los países anglosajones, esta forma de entender la alimentación, la agricultura y las comunidades en general, está creciendo grandemente en: Suiza, Alemania, Portugal, Japón, Bélgica, Países Bajos y algunos otros países del Este de Europa, pero no se menciona una palabra de España, supongo porque aquí estas iniciativas son escasas, en cualquier caso puedo estar equivocado.

Hay muchas otras iniciativas de apoyo a la producción local de alimentos que no son los esquemas CSA, y que en cualquier caso persiguen los mismos objetivos: el sostenimiento de pequeñas empresas y cooperativas locales que produzcan de forma orgánica alimentos frescos para mejorar la salud y la economía de las regiones, en vez de sostener el modelo agrícola actual, profundamente destructor.

Puede y debe hacerse un paralelismo entre estas  propuestas de apoyo a la producción local de alimentos con las que recojo en un artículo anterior de apoyo a las cooperativas locales de generación de energía y por los mismos motivos; pues si queremos sostener una forma de vida medianamente digna hemos de apoyarnos mutuamente, aprender a sostener nuestras comunidades, a romper los lazos con los grandes oligopolios mundiales y sus métodos de concentración de riqueza y distribución de pobreza, a apoyar a los pequeños productores que nos rodean, o formar parte de sus proyectos, porque la opción de no implicarse en ninguna iniciativa y votar cada 4 años para esperar el milagro, queridos lectores, no va a funcionar, o va a funcionar en el mismo sentido que hemos visto hasta ahora, una vez agotada la anestesia del crédito masivo, es decir, nos vamos a hundir cada vez más en la miseria, y os aseguro que los tiempos que vienen no serán fáciles.

Creo que sí, que existen salidas y formas de mejorar nuestra vida, de romper la perversa dinámica actual de extensión de la pobreza, de competición de los países unos con otros por la precariedad y los bajos salarios, todo fundado en el triunfo tanto de los enclosures  (cercamientos) físicos, pero más aún del triunfo de los enclosures mentales que han llevado a la mayoría de la población a creer la famosa frase de Mrs. Thatcher «There Is No Alernative» (no hay alternativa) y sí, claro que sí la hay, pero hay que buscarla y no quedarse sentado esperando, pues creo que esto está en nuestras manos…

Suerte a todos.

DAVID FERIA (DFC)

Leer artículo completo en:

https://www.15-15-15.org/webzine/2022/10/17/otro-modelo-agricola-es-posible/

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