UN MANIFIESTO CONSERVADOR
VIRTUDES, DERECHOS Y
REALIDADES SOCIALES
Un manifiesto conservador, es lo que ha escrito Jordan Peterson.
Es un texto interesante; todo lo que hace Peterson lo es. Y oportuno,
reconociendo de antemano que una acción de un momento no puede llegar a ser
inoportuna si responde a los procesos seculares que condicionan la marcha de la
civilización.
Jordan Peterson es conocido como psicólogo; una disciplina
que ha dado alguno de los autores más destacados y destructivos de los que han
pensado sobre la sociedad coetánea. Steven Pinker es una excepción porque él
proviene de la neurociencia, un saber que merece subir al ajado estrado de la
ciencia, y sobre el que resbala el psicoanálisis en su vano intento de
asentarse.
Jordan Peterson es otra excepción. Él no parte de la psicología, sino de la ciencia política. Se dio cuenta de que detrás de las discusiones políticas había un trasfondo ideológico más profundo e incluso diferencias de carácter psicológico y, en un segundo estadio de su carrera, se dedicó al estudio de la mente del hombre.
Por otro lado, y sin pretensiones de ser un experto, también se ha fundamentado en la neurociencia y la psicología evolutiva; conocimientos que al menos evitan caer en ciertos errores.Peterson tiene una obra estimable de artículos científicos,
y es autor de un par de libros de éxito resonante. Pero donde más se ha prodigado
es en la comunicación audiovisual, gracias a una capacidad expositiva y
dialéctica admirables.
Cualquier persona que se dedique a decir juicios sensatos y
razonables debería tener un reconocimiento justo, pero escueto, sobre el
presupuesto de que lo sensato y lo razonable se impone sobre lo que no lo es.
Pero Peterson despierta admiración y encono, lo cual es una muestra de lo mal
que está nuestra sociedad.
La admiración quizás venga más por su retórica que por lo
que dice, pero es verdad que en un momento de ignorancia y confusión tenga un
especial valor exponer lo mejor, o parte de lo mejor, de lo que hemos sabido y
nos ha guiado. Y ¿qué decir del encono? Era todo un espectáculo observar la
fruición con que se hablaba de sus dolencias personales.
Ese es el autor. El manifiesto parte de lo que he
adelantado: de la constatación de una crisis, dice, provocada por la duda de
los intelectuales. Cuando con más seguridad se alzaba la civilización sobre las
guerras y las ataduras de la capacidad humana de crear, los intelectuales
instituyeron dudas sobre la verdad (Kant), sobre Dios (Nietzsche), y sobre
otras bases de nuestra sociedad, que han acabado por socavarla. La duda ha
prosperado sobre un terreno sin horizonte, que es la ignorancia del camino y de
los logros de nuestra civilización, dice Peterson. Cómo no acordarse del
capítulo “El camino abandonado” de Camino de servidumbre, de Hayek.
Esa crisis, dice con otras palabras Peterson, se manifiesta
en un conjunto de heridas abiertas por las que pierde vitalidad el cuerpo
social. Reducidas las personas a una o dos identidades manipulables por los
políticos, acaban enfrentadas unas con las otras. El sexismo, el racismo, que
habían sido orillados por una cultura individualista y por tanto universal,
vuelven arrastrándose desde su milenario pasado.
¿Cómo debemos enfrentarnos a esta crisis? Peterson es
víctima del fetichismo de la palabra “valores”. Yo creo que debemos hablar de
virtudes, como nos ha enseñado Diedre McCloskey, a las que Peterson añade los
derechos y el reconocimiento de la realidad social. Vamos con todo ello.
Varias de las virtudes que menciona Peterson, y su escueta
lista es casi todo virtudes, están relacionadas entre sí. La primera que
menciona es la humildad, y creo que debemos agradecérselo. “Reverenciar la
humildad es aceptar la insuficiencia de la presunción actual; reconocer el
valor de atender a lo que aún no se sabe; escuchar, valorar e intentar
comprender de verdad las opiniones de los demás”, y por tanto es “una condición
previa fundamental para el aprendizaje”.
La humildad nos obliga a reconocer nuestra parquedad, las
insuperables limitaciones que tiene el hombre, y que por tanto tienen los demás
pero también nosotros mismos. Y nos llevan, quizás tras una larga reflexión, a
confiar más en las instituciones que en los grandes hombres, en la vida
ordenada en común que en las revoluciones y las imposiciones masivas.
La humildad está vinculada a otra virtud: “el humilde
intento de avanzar nosotros mismos y los demás a través del discurso -como
consecuencia de la escucha y la respuesta espontánea- es, en cambio, la
encarnación misma de la verdad”. Y la verdad es esa virtud. El posmodernismo
primero se convenció de que no se podía alcanzar la verdad, y luego de que ésta
ni siquiera existía. De modo que lo único real son las palabras y su
utilización como palancas para condicionar el comportamiento humano, y en
última instancia para la política. Es el camino hacia el nihilismo y el
cinismo.
La verdad no es una virtud exclusivamente liberal, pero es
típicamente liberal. Los liberales entienden que tiene un valor supremo, y que
exige una disciplina y una vigilancia permanentes.
Otra de las virtudes que Peterson propone como pilares de
una vida en común es lo que llama, Dios le perdone, “agencia”. Pronto se cansa
de esa palabra mal empleada y se refiere a la “soberanía del individuo”. Una
soberanía guiada hacia la mejora y la realización personal: “la ambición que
supera la privación y la penuria, el impulso de aventurarse hacia la grandeza,
el deseo de casarse, el deseo de tener una familia, la voluntad de asumir
responsabilidades: todo esto es verdadera y genuinamente admirable y digno de
reconocimiento y recompensa”.
Muy cerca están la autonomía y la responsabilidad. “En el
establecimiento de relaciones íntimas, amistades, aprendizajes, vínculos
cívicos, deberes políticos, compromisos filosóficos y hábitos y prácticas
religiosas estables, fiables, veraces y productivas”, en una malla de
relaciones expresadas con esas palabras u otras parecidas está la posibilidad
de progreso personal y común. Y ese progreso se entorpece si las personas no
aceptan la responsabilidad de cada uno por sus acciones; la propia y la ajena.
La autonomía, en la exposición de Peterson, es el
reconocimiento de que la acción coordinada de varias personas, en empresas y
organizaciones, tiene un gran poder de creación de riqueza. Una autonomía que
es posible dentro de una economía de mercado. El mercado ofrece señales sobre
cómo es mejor servir a los demás, premia a quienes lo hacen, y retira los
medios a quienes no lo hacen. Aunque la relación entre el mercado y el mérito
es tenue, aunque no arbitraria, Peterson también nos habla de él: “existe una
relación directa entre el reconocimiento y la promoción de la excelencia y la
capacidad de las sociedades para mejorar las privaciones absolutas; para
generar y difundir soluciones creativas a problemas nuevos e inesperados; para
ofrecer oportunidades de prosperidad y progreso individual y social”.
En esa interacción entre el individuo y la sociedad es donde
se crea la identidad de cada uno. Es uno de los goznes entre la persona y la
comunidad. Y ya entramos en el reconocimiento de las realidades sociales. La
comunidad como espacio de interacción y desarrollo de la persona. Lo que él
llama “corresponsabilidad” es otro de los goznes, que vincula la acción
individual u organizada en empresas y el entorno material y natural en que se
desarrolla la sociedad. Hace una apelación a la unidad, que es un anhelo
comprensible, y valioso, pero que no considero que sea esencial. Más que un
gozne, parece un portazo al libre desarrollo social. La libertad es el derecho
de cada uno a elegir su propia vida, respetando la de los demás. Y la
generosidad, que Peterson llama “justicia”, es la otra cara de la misma moneda.
La tradición es el depósito de la interacción de millones de
personas sometidas a pruebas constantes. Sería absurdo echarla por tierra sin
al menos tenerla en consideración. Peterson considera que “las instituciones
fundamentales de Occidente son sólidas, filosófica y prácticamente”. Es una
idea no sólo merecedora de estudio, sino que se ha estudiado y se sigue
estudiando con profusión, y creo que con un veredicto mayoritariamente
favorable.
Humildad, libertad, autonomía, verdad, soberanía, identidad,
mérito, responsabilidad, tradición, comunidad, administración, justicia y
unidad. No son un mal punto de partida.
https://disidentia.com/virtudes-derechos-y-realidades-sociales-en-un-manifiesto-conservador/
No hay comentarios:
Publicar un comentario