LA IMPORTANCIA DE ESTAR INCÓMODOS
Deberíamos valorar más el ir a contracorriente.
Dice el famoso inversionista Warren Buffet que no existe un motivo más tonto para comprar
una acción que hacerlo porque está subiendo. Que se lo pregunten, si no, a los
millones de criptoentusiastas que pensaban que a estas alturas del año iban a
ser multimillonarios.
Pero es que, además, la filosofía detrás de la frase de
Buffet no solo puede aplicarse al ámbito de las inversiones. Ir a
contracorriente puede ser la clave del éxito en muchas ocasiones, aunque tenga
sus riesgos: los tesoros nunca se encuentran junto a caminos muy transitados;
se encuentran en islas perdidas.
Hoy, está en alza la figura del yosumidor, una especie de evolución del consumidor que busca la satisfacción de sus deseos sin importarle las consecuencias de sus actos, tanto para los demás como para el medioambiente. Los yosumidores son hijos de la inestabilidad, del cinismo de aquellos que han comprobado en los últimos años que, sea lo que sea que pensemos sobre el futuro, este puede cambiar en cuestión de segundos.
Entonces, ¿para qué preocuparse? ¿Para qué ahorrar? ¿Para qué prepararse? Disfrutemos de la vida y ya veremos qué ocurre en el futuro.Es cierto que esta actitud ante la vida encaja bastante con
nuestra programación genética. De forma natural, tendemos a optar por el placer
y la comodidad, pero ¿qué pasaría si decidiéramos ir en contra de ese instinto?
Hace más de 2.000 años un grupo de filósofos ya se hicieron esa pregunta y
llegaron a la conclusión de que no hacer siempre caso a nuestras inclinaciones
podía hacernos más felices.
Por ejemplo, muy a menudo solemos pensar en el futuro. ¿Qué
pasaría si las cosas nos fueran mal? ¿Qué sería de nosotros y nuestro modo de
vida si perdiéramos nuestro trabajo, nuestro hogar o tuviéramos que afrontar un
desembolso inesperado que mermara drásticamente nuestra capacidad de gastar?
Quizá tendríamos que alimentarnos con productos que no nos gustan o reducir
nuestro gasto en ropa; apagar la calefacción o ir andando a trabajar en lugar
de usar el coche.
Si estamos muy acostumbrados a las comodidades, seguramente
lo pasaríamos mal. Pero ¿y si, contra todo pronóstico, nos entrenáramos para la
adversidad? Séneca,
el sabio romano de origen hispano, tenía muy claro lo que había que hacer ya en
el siglo I: «Aparta varios días en los
que te contentarás con el mínimo y más sencillo sustento, un solo plato y ropas
toscas, mientras te dices: ¿Es esto lo que tanto temía?»
Es posible que algún yosumidor se esté ahora mismo partiendo
de risa al leer esto mientras devora una bolsa enorme de patatas fritas.
Probablemente afirmará que aquellos viejos pensadores no tenían ni idea de lo
que es vivir en el siglo XXI. Por desgracia para él, estaría cometiendo
un error de bulto.
Porque, a pesar de que superficialmente nuestra vida ha
cambiado mucho con respecto a la de los antiguos griegos y romanos, en realidad
tenemos los mismos sentimientos y los mismos problemas personales que ellos. Es
verdad que hemos conseguido poner en órbita un telescopio que nos permite ver
galaxias que se extinguieron hace millones de años, pero cuando apagamos las
luces por la noche, somos básicamente iguales.
Nos preocupan las mismas cosas que a los ciudadanos romanos:
el amor, la salud, el bienestar de nuestra familia… Ni a los griegos ni a los
romanos les apetecía ir al gimnasio (aunque los suyos eran algo diferentes a
los nuestros); pedían que retocasen sus retratos para parecer más guapos y,
como nosotros, muchos de ellos seguían a rajatabla la ley del mínimo
esfuerzo.
En la época, como hoy en día, la mayoría reaccionaba a
periodos muy inestables con un hedonismo salvaje. «¿Para qué voy a preocuparme
por nada más que el presente si quizá el mañana nunca llega?», pensaban. Como
reacción a esa postura, surgió la filosofía estoica, en la que uno de sus
máximos exponentes fue precisamente Séneca. Los estoicos planteaban un camino a
la contra, pero que, según ellos, propiciaba una felicidad más profunda y duradera.
El pensamiento estoico ha experimentado un resurgimiento en
los últimos años gracias al trabajo de filósofos y autores actuales. Ellos se
han dado cuenta que sus enseñanzas pueden resultar hoy día tan útiles como
cuando surgió entre un grupo de personas, encabezadas por Zenón de Citio, que se reunían para hablar bajo uno de los
pórticos del Ágora de Atenas a principios del siglo III a. C.
Según los estoicos, afrontar pequeñas incomodidades en
nuestro día a día hará que, por un lado, tengamos menos miedo al futuro y, por
otro, valoremos mucho más lo que tenemos. Lo que proponen los estoicos es una
especie de autoprivación voluntaria con la que nos entrenaremos
para un futuro incierto.
Es normal que valoremos más el calor que nos da la
calefacción de nuestra casa si salimos fuera y experimentamos el frío; el agua
se convierte en una auténtica bebida de los dioses si la bebemos muertos de sed
en un caluroso día de verano; una ducha caliente, después de darnos una fría,
hace que nos sintamos estupendamente; y el ascensor se convierte en un lujo
maravilloso cuando llevamos varios días subiendo por las escaleras.
Nos preocupamos tanto por satisfacer nuestros deseos que
algunos ya casi ni recuerdan la última vez que tuvieron hambre; y la comida
sabe a gloria cuando tu cuerpo realmente te la está reclamando. Si sientes que
el cinismo está tomando el control de tu mente, ¿por qué no pruebas a hacerles
caso a los estoicos y dejas de elegir siempre la opción más fácil?
Puede que estar incómodo voluntariamente siga siendo todavía
una idea profundamente revolucionaria, pero tiene el potencial de volverte a
hacer amar tu vida.
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