CUANDO EL NO SABER ALGO ES UNA BENDICIÓN
A muchos de nosotros nos suena el FOMO (Fear
Of Missing Out, «temor a perderse algo») y que ahora se ha puesto más de
moda que nunca con las redes sociales y las inversiones en criptomonedas. En el
punto diametralmente opuesto del FOMO, sin embargo, está el FOFO
(Fear of Finding Out) o miedo a averiguar la verdad.
Un término utilizado, entre otros ámbitos, en la comunidad
médica para describir la barrera psicológica que impide a las personas
buscar consejo médico para condiciones de salud preocupantes
(irónicamente, quienes sufren de FOFO tienden a animar a otros a buscar consejo
médico).
Según un estudio de Barclays, más de un tercio (37%) de los milenials padecían FOFO a propósito de sus finanzas y no les gustaba comprobar sus cuentas bancarias. No deja de ser el truco de no abrir una notificación de Hacienda: «si no la he visto, no existe». Algo similar al experimento mental filosófico atribuido al filósofo George Berkeley en su trabajo Tratado sobre los principios del conocimiento humano: «Si un árbol cae en el bosque y no hay nadie cerca para escucharlo, ¿hace ruido?».
Sufrir FOFO, naturalmente, no es bueno. La información es
poder, y sin poder, carecemos de control y libertad. El FOFO es ignorancia. No
obstante, diversos estudios y enfoques sobre cómo omitir determinados datos
sugieren que no solo esta ignorancia nos hace más felices y más operativos,
sino que también propicia sociedades más eficientes y armónicas.
EL FOFO RACIONAL Y NECESARIO
La ignorancia es la antítesis de la libertad, de
modo que nadie está capacitado para elegir ser ignorante. No
se puede escoger no saber porque escogiendo no saber estás aceptando
implícitamente que ya sabes lo que no quieres saber. Una contradicción como la
que contaba el célebre Barón de
Münchhausen, personaje ficticio popularizado por el escritor y
científico alemán Rudolf Raspe en 1785, que fue capaz de salir
de una ciénaga donde había quedado atrapado con su caballo sin más que tirar de
sus propios cabellos.
Y, sin embargo, hay cosas que desearíamos ignorar, y hasta
cierto punto somos capaces de ignorar: basta con evitar el conocimiento o pedir
a quien nos tiene que informar que no nos diga siempre la verdad. Como el spoiler que
desvela el final de una película o el resultado de un partido de fútbol que aún
no hemos visto; como el receptor
del placebo en un estudio farmacológico de doble ciego; como la cara del
secuestrador; como la verdadera opinión que tiene la gente sobre ti; como el
sexo de tu futuro hijo; como si realmente tus padres tienen tus mismos genes o
no; como el «te lo podría contar, pero entonces tendría que matarte»; como el
día en el que vas a morir.
Algunos sabios, paradójicamente, han apostado por estos y
otros ejemplos de ignorancia selectiva. Un desarme unilateral del conocimiento
para evitar una escalada de conocimiento que colapse la razón. Ralph
Waldo Emerson fue todavía más sucinto: «Hay muchas cosas que un hombre
sabio deseará desconocer».
En el canto XII de la Odisea, la diosa Circe acoge
a Ulises y a sus hombres y les advierte de los peligros en su próxima
singladura, de camino a Ítaca, cuando crucen la Isla de las Sirenas:
«Pasa sin detenerte
después de taponar con blanda cera las orejas de tus compañeros, ¡qué ni uno
solo las oiga! Tu solo podrás oírlas si quieres, pero con los pies y las manos
atados y en pie sobre la carlinga, hazte amarrar al mástil para saborear el
placer de oír su canción».
Taponarse las orejas puede traducirse como evitar recibir
cierta información. Amarrarse al
mástil es aceptar que carecemos del suficiente autocontrol, así que necesitamos
ayudas externas.
PATERNALISMO LIBERTARIO
Ignorancia y falta de autocontrol son los ejes vertebradores
del llamado paternalismo libertario, una forma de gobierno basada
en arquitecturas de decisiones de nuestros entornos. Es decir, el entorno
propicia que tomemos buenas decisiones en nuestras vidas, aunque también
podamos escoger no tomarlas.
Para que ese entorno funcione, se nos tiene que ocultar
determinada trama, determinada información; nos tiene que obligar a ser
ignorantes felices en algunos asuntos; se deben evitar los cantos de sirena. En ese sentido, los
gobiernos, conscientes de nuestra falta de autocontrol, nos amarran al mástil,
pero con cuerdas flojas en vez de apretadas, tal y como explica el experto en
derecho Cass Sunstein y el economista comportamental Richart
Thaler en su libro Nudge (Un pequeño empujón).
A veces, lo que no sabes no puede hacerte daño. Abunda en
ello el psicólogo cognitivo Steven Pinker en su libro Racionalidad:
«Al igual que es mejor
ser rico que pobre porque, si eres rico, siempre puedes dar tu dinero y ser
pobre, podríamos creer que siempre es preferible saber algo, porque siempre
puedes decidir no actuar conforme a ello. Sin embargo, en una de las paradojas
de la racionalidad, eso resulta no ser cierto. A veces es realmente racional
taparse los oídos con cera».
Se trata, sencillamente, de evitar un tipo de conocimiento
que probablemente sesgaría nuestras facultades cognitivas, por la misma razón
que se prohíbe a los jurados atender a los registros sin orden judicial o a las
confesiones forzadas. Porque la mente humana es incapaz de ignorar estas frutas
podridas. Tal y como también hacen los revisores de los artículos científicos,
que se mantienen en el anonimato para evitar cualquier represalia posterior a
una evaluación negativa (como se evita también la tentación de «devolver un
favor» a un evaluador generoso).
Optamos por la ignorancia para impedir que nuestras
facultades racionales sean explotadas por adversarios racionales:
«El conductor de un
camión blindado Brinks está encantado de que se proclame su ignorancia en la
pegatina: “El conductor no conoce la combinación de la caja fuerte”, porque un
atracador no puede amenazarlo de forma creíble para que la revele».
Un ejemplo extraordinario en el ámbito de la tecnología
es Google Maps. Cuando le solicitamos la ruta más rápida para
llegar a un destino, evitará consecuentemente las vías más atascadas. Sin
embargo, si todos los usuarios acaban por tomar vías menos atascadas, tales
vías se acabarán atascando igual. ¿Solución? Google Maps no siempre dice la
verdad: a unos usuarios les envía por la vía menos transitada, y a otros por la
más transitada, para que ambas vías se equilibren y todos puedan llegar en un tiempo más
razonable a su destino.
La ignorancia racional, el paternalismo libertario, el FOFO
apropiado para convivir con los demás. El conocimiento es libertad, cierto.
Pero no siempre estamos preparados para gestionar tal dosis de libertad. El
canciller alemán Otto von Bismarck, lo tenía claro: «Con las
leyes pasa como con las salchichas: es mejor no ver cómo se hacen».
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