HIPERCONSUMO AL BORDE DEL PRECIPICIO
UN BLACK FRIDAY
GRIPADO
Los problemas de producción y suministros como síntoma de un
camino del que nadie quiere hablar: el del descenso energético.
“Sigamos adelante”, le dice Thelma a
Louise al final de la célebre película, sentadas las dos en su
coche ante un enorme precipicio. Ven el suicidio como la única salida para no
volver a lo de siempre en sus vidas. Es una decisión que toman conscientemente.
Pues bien, pareciera que esa es ahora la consigna en esta sociedad de
hiperconsumo, pero para una ciudadanía que, al contrario de Thelma y Louise, no
es/no quiere ser consciente de lo que hay al final del recorrido. De esto va
este artículo en la antesala de la orgía consumista que se inaugura con el
próximo Viernes Negro para el Planeta.
¿Es grave, doctor?
Las noticias alarmantes se van amontonando en este otoño lleno de presagios: subidas imparables de todas las energías, desabastecimiento de sectores industriales y países enteros, llamadas a acumular víveres por países como China y Austria. Son todas ellas manifestaciones de una inestable recuperación poscovid y seguramente el anuncio de cambios profundos y decisivos en nuestras vidas.
Pocos, muy pocos, se atreven a hablar del enorme elefante
que tenemos en la habitación: el
descenso energético, que, según los expertos, se está produciendo ya, sin que haya planes conscientes para abordarlo. Como
el cáncer, que crece de forma indefinida y acelerada hasta acabar consigo mismo
y el ser que habita, el capitalismo “necesita crecer y expandirse siempre hacia nuevas zonas y
nuevos productos” solo puede existir creciendo hasta el final. Por eso
tiene que continuar la fiesta como sea.
En cualquier caso, “demasiadas cosas que parecían improbables están ocurriendo al
mismo tiempo”. La sociedad de hiperconsumo de masas ha tocado fondo. No
puede ser de otro modo cuando se basa en el crecimiento sin límite, y mientras
que los datos físicos, geológicos y biológicos le impiden seguir por esa vía a
causa de la finitud del planeta. Ante la enorme avalancha de alertas, llega ya
la hora de la frenada y el retroceso, y para no pocos el hundimiento, el
colapso [1].
Empieza de nuevo la fiesta zombi en los salones del
Titanic
El monstruo Amazon y las grandes corporaciones del consumo
ya están en el tema con su publicidad. En muy pocos años han conseguido
universalizar el malhadado “Black Friday” estadounidense, y que sea el inicio de
este circo demencial del hiperconsumo compulsivo. Es más: con el argumento
de los problemas de desabastecimiento comentados
anteriormente, se han inventado un “Black Friday anticipado” en las dos semanas
centrales de noviembre. Ciertamente impresiona la capacidad del capitalismo
para sacar negocio y rentabilidad al riesgo de colapso.
Sin embargo, salvo con mercancías y servicios puntuales, una
oportunidad más para incrementar precios y beneficios, no supondrán seguramente el fin de la fiesta por ahora,
pero sí que nos anticipan un futuro cada vez más próximo marcado por el descenso
energético de los combustibles fósiles y de materiales estratégicos
imprescindibles en un contexto ya imparable de caos climático. Todas las
fiestas se terminan, y este
modo de vida imperial que llevamos celebrando una pequeña parte de la
humanidad desde hace 200 años lo hará más pronto que tarde en un planeta finito
y acosado en todos sus límites.
Mucho frío fuera, como para salir de la fiesta
En palabras de Branko Milanović “el capitalismo no existe
fuera de nosotros. Esta mercantilización extraordinaria de casi todas las
actividades, incluidas las que solían ser privadas, fue posible a causa de
nuestra internalización de un sistema de valores que sitúa en la cima la
obtención de dinero. Si este no fuera el caso, no habríamos convertido en
mercancía prácticamente todo lo que puede ser mercantilizado”.
Esta internalización del sistema mercantil de valores es el
mayor problema para salir de la fiesta, es la complicidad de drogadictos que
han conseguido imponernos a través de los medios y el combustible que los
alimenta, la publicidad. El sistema publicitario ha conseguido ocupar el lugar
abandonado por los padres y no cubierto por la escuela, formateando con enorme eficacia
nuestras mentes, colonizando nuestro imaginario y desviando nuestras
necesidades. Recluidos en una jaula dorada llena de ruido y distracciones, no
es nada fácil salir de ella.
Por eso no está solo Serge Latouche, uno de los referentes
mayores del decrecimiento, cuando escribe: “Dado que el progreso, el
crecimiento y el consumo ya no son una elección consciente, sino una droga a la
que estamos todos acostumbrados, y a la que es imposible renunciar
voluntariamente, solo una catástrofe <práctica> y el fracaso histórico de
la civilización fundada sobre ellos puede ayudarnos a abrir los ojos de los
adeptos fascinados” [2].
En cualquier caso, y con los datos en la mano, si no vamos a
un colapso repentino, sino gradual, como sostiene la mayoría de los
analistas, lo que sí o sí nos espera muy pronto es el decrecimiento.
Pero no es lo mismo un decrecimiento ordenado, controlado y dirigido
socialmente, que una depresión caótica. Como dice Fernando Valladares, “una recesión sobreviene, un decrecimiento
se programa. Por tanto, una recesión siempre tendrá más y peores efectos
colaterales que un decrecimiento planeado”.
Posiblemente el problema que nos afecta a todos, incluidos
los partidos progresistas, es que ”lo ecológicamente necesario es hoy cultural y políticamente
imposible”. Hace mucho frío fuera del salón del baile.
No hay cambios estructurales sin cambios individuales
Mientras tanto, podemos y debemos seguir haciendo pequeñas
cosas con nuestras prácticas de consumo. ¿Para qué?, para demostrar que se
puede salir de la fiesta, que hay vida más allá. Como bien nos hace ver Luis González Reyes, si es muy cierto que no se puede
realizar ningún avance de fondo y realmente relevante sin cambios
estructurales, el cambio de los hábitos individuales es fundamental porque no
hay cambios estructurales sin cambios personales, porque nos sirve de gimnasia
ciudadana para empoderarnos frente a la drogadicción consumista, y porque
comunicamos más con los actos que con los discursos.
Como dice Jorge Riechmann en su último poemario, “Darnos la
mano en la oscuridad, no derrota al monstruo, pero nos salva del miedo” [3].
Propuestas desde el área de Consumo de Ecologistas en
Acción para el Día Sin Compras
Como sabemos, el Viernes Negro (Black Friday) es
de una de las jornadas más consumistas en Estados Unidos y coincide con el día
posterior al Día de Acción de Gracias, fecha en la que se lanzan ofertas para
incentivar las compras y disparar la campaña navideña. En España esta fiesta
consumista ha entrado con fuerza en los últimos años de la mano de las grandes
cadenas comerciales.
Coincidiendo con el Black Friday (este año, el 26 de
noviembre), desde hace veintinueve años se celebra a nivel internacional
el Día sin Compras. Un año más, Ecologistas en Acción participa en
esta jornada de huelga simbólica de consumidores que cuestiona el actual modelo
de producción y consumo que mercantiliza todas las esferas de nuestra vida.
Ecologistas en Acción trata de que el Día sin Compras sirva
como toma de conciencia sobre la necesidad de dar un giro radical a un sistema
que debe crecer continuamente para generar riqueza, que se manifiesta en un
modelo de consumo compulsivo, y que ignora los límites físicos del planeta. De
acuerdo a ello, se propone una reflexión sobre nuestras verdaderas necesidades
y la forma de satisfacerlas, poniendo en valor aquellas formas de consumo que
contribuyan a hacerlo de una forma más justa y sostenible.
De acuerdo a ello, desde el área de Consumo de Ecologistas
en Acción, se propone lo siguiente
- Combate
la compra compulsiva, nos enfrentamos a una grave situación en la que la
única opción es reducir nuestros niveles de consumo, buscando satisfacer
nuestras verdaderas necesidades materiales, e ignorando y combatiendo los
estímulos al consumo que recibimos continuamente. De esta manera, además,
podemos contribuir a satisfacer otras necesidades no materiales, dedicando
parte de ese tiempo que nos ocupa el consumo a estar con nuestros seres
queridos, a estar con amigos que hace tiempo que no veíamos
- Cubre
tus necesidades básicas sin comprar, es la solución más sostenible:
repara, intercambia, comparte, crea… Existen diversas alternativas
colectivas como talleres de reparación, tiendas gratis, mercadillos o
cooperativas de trueque, pero también hay otras formas de actuar a menor
escala, puedes intercambiar la ropa de la que te has cansado con una
amigo, los juguetes con los que no juega el niño con uno de sus amigos…
- Si
necesitas comprar un producto, apoya la producción local y al pequeño
comercio y de proximidad. De esta manera se reduce el impacto producido
por el transporte de larga distancia, pero también se apoya a pequeños
productores y comerciantes, contribuyendo a un mejor reparto de la
riqueza.
- Aplica
criterios de compra sostenible y justa. Los productos ecológicos tienen
menor impacto ambiental y los de comercio justo mejor repercusión social,
aunque para que éstos no se vean minorados, es importante recurrir a
canales de distribución cortos y justos, como grupos de consumo, tiendas
de comercio justo, mercadillos de productores, supermercados cooperativos…
También puedes participar en los mercados sociales existentes en distintos
territorios, que forman red de producción, distribución y consumo que
funciona con criterios éticos, democráticos, ecológicos y solidarios.
Ángel Encinas Carazo -
Coordinador del área de Consumo de Ecologistas en Acción
[1] Puedes consultar en Internet y RRSS el posicionamiento de
autores de la importancia de Antonio Turiel, Pedro Prieto, Antonio Aretxabala, Ferrán Puig Vilar, Luis González Reyes, Juan Bordera, Carlos Taibo, Adrián Almazán, Carlos
de Castro, Jorge
Riechmann, Manuel Casal Lodeiro y revistas como “Viento Sur” y “15-15-15”, más
un largo etc que se pueden encontrar en esta
bibliografía del colapso de J. Riechmann (2019, sin actualizar).
[2] Serge
Latouche (2012). Salir de la sociedad de consumo. Ed. Octaedro, pg.122
[3] Jorge
Riechmann (2021). “Z”. Huerga y Fierro Editores. pg.103
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