ZONA A DEFENDER
Atención: Añadimos
este libro a nuestra lista de libros
resumidos… no olvides echarle un vistazo, porque hay auténticas joyas
verdes (y de otros colores).
Este libro (Alfaguara, 2020) bien podría ser una segunda
parte del glorioso Patas
arriba, la escuela del mundo al revés, del ínclito Eduardo Galeano. Entre
sus líneas encontramos el reflejo de una sociedad poco sana y mal encaminada
(una zoociedad
adolescente). El diagnóstico de Manuel Rivas —periodista y
escritor— es que la gravedad se puede remediar con determinación y, a veces,
luchando. Ejemplos esperanzadores no faltan.
Zona A Defender (ZAD) es una denominación que se extendió en Francia para definir los espacios que no deberían ser profanados por megaproyectos urbanísticos o intervenciones de alta violencia catastral (como infraestructuras viarias, aeropuertos, presas, minas, agricultura o ganadería intensiva, etc.). En el mundo deberían multiplicarse las zonas a defender. Ya metidos en sueños, la propia Tierra debería ser una ZAD. Manuel Rivas se queja de la falta de información en miles de casos: “La inseguridad está en el expolio de ríos y tierras que sufren poblaciones indígenas en el silencio de la intemperie informativa”.
Políticos y políticas conduciendo hacia el desastre
“Hipercapitalismo impaciente,
entre la distopía y
la ciencia ficción, con ese aire de feudalismo futurista”. Así llama Rivas al
sistema económico global, demostradamente injusto y
peligrosamente ineficiente, con “extralimitación ecológica, de
aceleración en las desigualdades, de abaratamiento humano y bullshit
jobs (trabajos de mierda), de vigilancia autoritaria y conductismo
tecnológico, de quiebra social y lucha entre generaciones, de nueva guerra
fría”.
Y dice: “Defiendo el freno de emergencia frente a la
aceleración, un nuevo contrato de la sociedad con la naturaleza. La idea de
desarrollo o crecimiento sostenible ya es un tópico publicitario”. Estamos
hartos de marketing
verde y greenwashing. La sostenibilidad no se va a alcanzar por
usar plásticos
biodegradables o reciclar,
y tenemos que desconfiar totalmente de los que vendan algo que se parezca al
“desarrollo sostenible” sin decrecimiento. Digámoslo muy claro, aunque
duela: solo el decrecimiento ordenado nos puede salvar de lo peor del
colapso que se nos viene encima. Para el que no se haya enterado: el colapso
ecosocial y ecológico es ya inevitable. Solo podemos evitar que sea
extremadamente grave y, para ello, necesitamos
medidas contundentes que no se están tomando, ni se las espera.
Contra los términos “crecimiento sostenible” o “transición
ecológica”, Rivas propone hablar de “decrecimiento sostenible”
y “nuevas formas de abundancia compatibles
con el retorno a la naturaleza” (abundancia creativa, solidaria, en las
relaciones, en los cuidados, en el intercambio de saberes… abundancia en el
tiempo libre).
“Defiendo una justicia internacional que también actúe
contra los ecocidios”. Sin embargo, hoy en día los culpables
siguen erigiéndose a sí mismos como salvadores, ante la pasividad de los
votantes aletargados. Un ejemplo reciente está en el colapso
del Mar Menor (Murcia), un ecosistema prácticamente muerto a pesar de que
algunos llevamos años denunciando el abuso. La agricultura intensiva e
ilegal, fomentada y permitida por el gobierno regional (del PP, no lo
escondamos) ha llevado a un estado de eutroficación gravísimo, hiriendo de
muerte a toda la laguna y a sectores tan importantes como el pesquero y el
turístico. Sin embargo, el presidente regional, López Miras, sigue
haciéndose ver como salvador de un desastre que él ha provocado directamente,
ayudado por la abundancia de agua procedente de otro desastre ecológico,
el trasvase de agua Tajo-Segura (lo dice Greenpeace).
El autor es también consciente de que “también hay mucha
gente que frunce el ceño cuando se habla de frenar el despilfarro y entrar en
una fase de austeridad moratoria
y decrecimiento”, citando a Henry David Thoureau: «Cuanto más
pobre, más rico soy».
Tecnologías y empresas para agravar los problemas
El libro critica el «solucionismo tecnológico»,
es decir, ese confiar en las nuevas tecnologías —como las energías renovables,
la inteligencia artificial o la robótica—. No nos engañemos, esas tecnologías
van a permitir que unos pocos ganen mucho, pero no van orientadas a la
sostenibilidad global como objetivo prioritario. De hecho, cada nueva
tecnología esconde cientos de problemas de los que nos vamos
enterando poco a poco. Son tantas las dudas y tantos los problemas que para
nombrarlas a todas se ha tenido que escoger un nombre extraordinariamente
genérico: nuevas
entidades.
“El nuevo fascismo, advirtió Orwell, vendrá
camuflado con la bandera de la libertad”. Rivas resalta la libertad camuflada
que se defiende para mantener privilegios, para expoliar recursos comunes, para
recortar derechos, para levantar muros, para dividir en clases a la gente, para
ser impunes… Por tanto, Rivas nos advierte que tengamos cuidado con esos
políticos que abusan de la bonita palabra libertad, escondiendo
un peligroso
neoliberalismo (libre mercado) cuyas medidas ya se han demostrado
desastrosas en buena parte del planeta.
“La producción de mentiras es una de las actividades más
valoradas y mejor pagadas”. A veces, el periodismo basa sus ganancias en esto,
nos dice Rivas. Y nosotros lo hemos comprobado: por ejemplo, conocemos el desastroso
trabajo de Ecoembes gestionando los residuos y,
también sabemos que se gasta ingentes millonadas en publicidad y en pagar a
periodistas y medios de comunicación completos para que hablen bien del
reciclaje en España. Todo mentira. Todo pagado por las grandes industrias, las
más contaminantes. Es cierto lo que nos dice este periodista: “a mayor
inversión en reputación, más ocultación, mayor corrupción en los reputados”. Él
defiende “el periodismo como un activismo democrático que no renuncie al
porqué, a la causa de las cosas. Un periodismo antídoto de la propaganda y el
servilismo”…
Animales, víctimas inocentes del egoísmo sapiens
El libro nos cuenta muchas historias de seres a
defender, como la peripecia de dos vacas, Hermien y Zus, que se dieron a la
fuga cuando querían llevarlas al matadero.
Es “la historia de la rebelión animal frente al maltrato, la tortura, la
cacería y la producción industrial de la muerte”. La muerte por plástico de
un cachalote también se explica en el libro, como ejemplo de millones (tal vez
billones) de a animales que mueren plastificados por dentro.
No se puede defender la naturaleza sin mencionar la caza
deportiva, porque los cazadores se visten de verde para pasar
desapercibidos como asesinos de lo natural. Manuel Rivas se pregunta: “Lo
único que tendríamos que tomar de un paisaje son fotografías. ¿Por qué las
sociedades de cazadores no se refundan como sociedades fotográficas?”. El
manido argumento de que los cazadores equilibran la naturaleza ha quedado miles
de veces desmentido.
“No son los seres silvestres los que generan desequilibrios en la naturaleza.
Somos nosotros, los sapiens, los más dañinos. Los causantes de un desequilibrio
letal para muchas especies, incluida la humana”. Rivas nos cuenta tal vez uno
de los casos más dañinos, el campeonato de España de la caza del zorro,
subvencionado con dinero público y celebrado anualmente en Galicia:
cada año se masacran doce mil zorros. Este tipo de matanzas, junto con las
torturas taurinas, suelen ser defendidas por gente de ideología de derechas (partidos
que han demostrado ser un peligro para el medioambiente). Ante esta triste
evidencia, el autor concluye que “sería una gran revolución positiva que en
España los conservadores se hiciesen conservacionistas”. Y recuerda la muerte
de Félix
Rodríguez de la Fuente como una tragedia para esa transición
necesaria.
“Las abejas sufren
una guerra no declarada oficialmente, que se ha intensificado en los
últimos años con el uso masivo de plaguicidas, el gran negocio de las
multinacionales agroquímicas. La inmensa mayoría de las plantas, y en España
más del 70% de los cultivos destinados a alimentarnos, necesitan de la
polinización de abejas, abejorros y mariposas. Gracias al trabajo de
ecologistas, apicultores e investigadores, personalidades científicas no
sumisas al dictado de las multinacionales agrotóxicas, en la Unión Europea se
ha paralizado el uso de algunos plaguicidas. Falta todavía mucho por hacer para
evitar el declive mundo adelante”. Algunos pretenden sustituir las abejas con
drones, otro caso de solucionismo tecnológico que más nos
valdría no investigar, para dedicar el esfuerzo a cosas más simples y
efectivas.
Rivas nos cuenta la lucha por mantener el bosque de Hambach
y su propuesta para que los árboles sean considerados ciudadanos, con todos sus
derechos; la desgracia del perezoso; la matanza de periodistas por trabajar
honestamente en lo suyo; la injusticia del “Sáhara Occidental, la tierra
ocupada por el Estado invasor marroquí” (recomendando la película Hamada,
de Eloy Domínguez); el antisemitismo que rebrota en Europa y cómo Hitler supo
“engatusar de la manera más ruin a un pueblo: buscar un «enemigo» indefenso y
aniquilarlo”; junto con la anécdota del jurista nazi Roland Freisler cuando
dirigiéndose a un judío acusado le dijo que su destino era «el infierno», y
éste le contestó: «Le permito ir delante». “Al poco, hubo un bombardeo y
Freisler se fue al infierno”.
Vivimos en el patriarcado de «Bulolandia»
El libro pretende también despertar al ciudadano medio. Una
de sus alabanzas es para la redacción de Maldita.es, «periodismo para que no te la cuelen», porque
“en el nutrido supermercado de la desinformación, la verdad es incómoda y
además incomoda”, un “periodismo necesario” en “Bulolandia”, donde un tercio de
las mentiras que circulan tienen como objetivo dañar la imagen de la
migración (para generar un odio que se parece bastante al
antisemitismo nazi).
Rivas recuerda la «marcha de la sal» de Gandhi en
la India. Reclama así que “el mundo necesita estas formas imaginativas de
protesta y acción directa, siempre pacífica, contra el colapso ecológico”. Y
también nos dice que “cuestionar el patriarcado, esa injusticia estructural,
ese mundo mal hecho desde la raíz, supone cuestionar todas las injusticias”…
¿Incluyendo las que se cometen contra
los animales?
Era inevitable en un libro así hablar de feminismo.
Como dice este escritor, ellas “cuidan más de los demás que de sí mismas” y por
algún motivo “hay más mujeres que hombres en la mayoría de las ONG y
asociaciones civiles comprometidas con causas solidarias”. ¿Qué está pasando
con los hombres? —nos preguntamos también. Con gran ironía, Rivas sostiene que
la primera fake news fue divulgada por el Génesis para
subordinar la mujer al hombre (siendo ella creada de una costilla de él).
El colapso que ya vemos
Ante la inminencia de un colapso, surge la colapsología,
el estudio de las catástrofes ambientales. Sabiendo lo que se nos viene encima,
bien podríamos prepararnos y enseñar a nuestros menores cómo afrontar un futuro
tan incierto en algunos aspectos, pero tan claramente desastroso en otros.
Rivas sostiene que los ricos son conscientes del desastre
ambiental y, mientras se
niegan a reconocer y reducir su excesiva contaminación, se van a vivir a
los barrios y ciudades menos contaminados. Lúcidamente, Rivas nos advierte que
los brotes de xenofobia
son más bien de aporofobia: “La
raza que no les gusta es la de los pobres”. Y tiene razón, porque no hay
fronteras más abiertas para un africano que las Europeas, siempre que gane
mucho (por ejemplo, pegándole patadas a un balón).
Los grandes monocultivos son catalogados de “régimen
agrototalitario”. Imponen sus normas a la sociedad y a la naturaleza y los
pesticidas son la norma, destacando el glifosato de
Bayer (creado por la misma empresa que fabricó el agente naranja que achicharró
Vietnam, Monsanto). La contundencia de este régimen se ha mostrado en muchos
desastres (como Doñana,
o el ya comentado caso del Mar
Menor).
Más frases del libro, para reflexionar
- “Es
una verdad fácil de constatar que las personas competentes no compiten,
solo compiten los incompetentes”.
- “La
desconexión entre generaciones es uno de los procesos más dañinos en el
despiece de lo comunitario”.
- “Lo
que mejor sabemos de los animales es cómo matarlos. Descubrir, con
respeto y cautela, aspectos de su vida secreta conlleva de entrada poner
al desnudo la ignorancia humana y los grandes disparates escritos por
sabios o que presumían de tales”.
- “La
fragilidad de las personas no humanas como los orangutanes, víctimas
de un auténtico genocidio“.
- “Lo
que llamamos cambio, calentamiento o emergencia climática son eufemismos
de una guerra no declarada y difusa en la que somos a la vez retaguardia y
trinchera”.
- “Se
habla siempre de la Isla de Pascua como una gran enigma para evitar la
verdad más sencilla: las compañías de seguros no respondieron al riesgo
por exceso de inversión en ídolos gigantes”.
- “Tenemos
que poner fin a esta Era
del Plástico Infinito. No hay otra solución. Está contaminándolo todo.
¿No notan que hasta los discursos políticos son de plástico?”
- “Más
allá de la desconfianza y el miedo, es curioso el poco interés que
despiertan los humanos al resto de los animales”. Y es cierto, aunque hay
algunas excepciones, como la que se cuenta en el magnífico
documental Lo que el pulpo me enseñó.
- “Hay
un estupefaciente gratis, y quizás el más consumido, que es mentirse uno a
sí mismo. Como toda adicción, el resultado suele ser lamentable. Todo
depende de la carga de verdad de la mentira”.
Rivas cita a Harari, como
ejemplo de trabajo para “limpiar el miedo”. Y no hay nada mejor para afrontar
el miedo que saber la verdad. Manuel Rivas ha creado con este libro un buen
manual que debería leerse en los colegios, tal vez con más premura que El
Quijote. Por fortuna, no tenemos por qué elegir entre uno u otro.
https://blogsostenible.wordpress.com/2021/08/30/libro-zona-a-defender-manuel-rivas-resumen/
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