¿ACEPTAMOS EL RETO DE OTRO MUNDO POSIBLE?
«Son muchas las iniciativas transformadoras que llevan años y décadas, mostrándonos que otro mundo ya es posible»
Son muchos los retos globales que enfrentamos en la actualidad, un panorama donde la pandemia sanitaria no ha hecho sino acuciar las fallas de un sistema, el capitalista, que hace aguas desde hace décadas. Y lo sabemos porque su onda expansiva nos salpica por doquier, al calor de los polos derretidos por el cambio climático, a su vez generado por un sistema económico, político y social que no asume los límites naturales planetarios.
Patente, así mismo, en la extinción cada día de más especies, en una pérdida de biodiversidad que está alterando profundamente el ecosistema del que, aunque queremos ignorar, somos parte. Como también nos atraviesa de manera profunda la creciente desigualdad social a nivel local y global, por la acumulación de la riqueza en pocas manos, en detrimento de amplias mayorías sociales cada día más expulsadas y exprimidas del mercado laboral, incapaces de dar respuesta de manera digna y humana a sus necesidades vitales básicas.
Pero este texto va de esperanza, buscando superar estos
retos a la luz de experiencias transformadoras que ya están impactando de
manera beneficiosa, en lo social, económico, ambiental, técnico y político.
Éste era el objetivo de la convocatoria “Aceptamos el
reto” promovida en el marco del Foro Social Mundial de las Economías
Transformadoras, que tuvo lugar de manera virtual durante el pasado 2020, y
que fue presentada
nuevamente la semana pasada en el marco del Foro Social Mundial.
La idea principal de esta propuesta fue el poder visibilizar
las iniciativas transformadoras existentes a través de un escaparate que sirva
para impulsarlas y potenciarlas, con la finalidad de ofrecer una oportunidad de
intercambio a modo de amadrinamiento que garantice el conocimiento y
la ayuda mutua. A lo largo de esta convocatoria se inscribieron un total
de 56
iniciativas de todo el mundo. Tras un proceso de selección llevado a cabo
por un jurado internacional y una votación popular a través de la web se
seleccionaron 15 iniciativas que se presentaron a lo largo de 4 sesiones
virtuales. Los criterios de selección tuvieron en cuenta aspectos como la
rentabilidad integral en todas sus dimensiones (económica, social y ecológica)
si respondían a las necesidades de la población local, si se estimulaba
la armonía entre lo individual y lo colectivo y si metodológicamente
ejercitaban las capacidades.
En palabras de Paco Hernández, integrante del Casal y de la XES y parte del jurado internacional de
esta propuesta, “se buscaba rescatar las experiencias existentes que
nos ayudan a superar los retos globales, aquellas propuestas que practican la
solidaridad económica y social; que desde el ecofeminismo ponen la vida en el
centro; que promueven la democracia económica y la autogestión; que generan un
modelo económico construido desde los movimientos sociales; que proclaman el
mercado social como alternativa y que parten del arte para construir cultura y
educación popular”.
Comencemos pues nuestro recorrido por las 15 iniciativas
seleccionadas entre
más de 50, paseando por una localidad comprometida con un modelo de
desarrollo solidario y sostenible, que impulsa el comercio justo entre los
agentes sociales, económicos y públicos de la ciudad, acercando la realidad de
los pequeños grupos de productores y sus productos a la ciudadanía a través del
sector público, sus comercios y restaurantes, empresas, escuelas y tejido
asociativo.
Seguramente conozcamos lo que es el Comercio Justo, pues no
es extraño ver incluso sus productos en los grandes supermercados y su
artesanía está también presente en multitud de tiendas, ferias y mercados, pero
¿una ciudad entera por el comercio justo? Pues sí. En la actualidad, más de 2.000
municipios de todo el mundo han conseguido el título de Ciudades
por el Comercio Justo, 18 en el caso del Estado español. Todas estas
ciudades cumplen los 5 requisitos que hace falta para la obtención de esta
denominación: Compromiso institucional e iniciativas de compra pública ética;
Accesibilidad a productos de comercio justo; Compromiso del sector empresarial,
la sociedad civil y la comunidad educativa; Acciones de comunicación y
sensibilización; y creación de un grupo promotor o de trabajo local para
mantener el modelo de Ciudad por el Comercio Justo.
Quizás necesitemos aterrizar un poco más estas alternativas,
que apuestan por un comercio justo pero que también promueven la equidad de
género, la sostenibilidad ambiental o la soberanía alimentaria, para entender
el impacto del modelo económico, político y social que conforman. Para
ello, podemos, por ejemplo, recalar en Río Grande Do Sul (Brasil) para
deleitarnos con las frutas que nos ofrece la Cadena
productiva frutas nativas, iniciativa de cosecha, procesamiento y
comercialización de frutales nativos, que implica a unas 500 familias
productoras así como a diversos grupos de procesamiento (agricultores y
emprendimientos urbanos) que suman un total de 15 agroindustrias cooperativas
y/o familiares que producen aproximadamente 50 productos finales y emprendimientos
de comercialización y que sostienen aproximadamente 40 espacios de
comercialización. Sin duda una buena forma de repensar el modelo productivo
tradicional y de generar actividades productivas organizadas en red que
integren diversas familiar y grupos productivos.
En el mismo Brasil podemos encontrar, la Red
Justa Trama del Algodón Orgánico, que, además de la fruta, trabaja en
el ámbito textil y de artesanía, a partir de algodón orgánico de Comercio Justo
que la propia red produce y procesa. La dimensión social y económica de esta
iniciativa se amplía enormemente además a través de su proyecto de finanzas
éticas y moneda local propia, lo que permite crear oportunidades de trabajo
asociativo y cooperativo autogestionario y ensayar procesos de gestión
innovadores e interdependientes.
No sólo de alimentos viven las personas
Esta pluralidad de experiencias y prácticas, tanto en lo
estrictamente productivo como en la generación de servicios que atiendan a las
necesidades de las poblaciones donde se insertan, es la lógica de muchas otras
iniciativas a lo largo y ancho del planeta. Sin irnos muy lejos, en Venezuela,
tenemos el increíble caso de Cecosesola,
red conformada por 50 organizaciones de los sectores populares de Venezuela
fundada hace 53 años, con clara voluntad de transformación cultural. Este
proyecto que comenzó como una funeraria ha terminado abasteciendo desde el
punto de vista alimentario a más del 40% de la población de una ciudad con más
de un millón de habitantes. Además, desarrolla proyectos de créditos y fondos
solidarios y cuenta con servicios sanitarios, todo ello, a partir de la
rotación de tareas y donde hay paridad en la participación y las decisiones se
toman por consenso.
Recorriendo la amplia dimensión productiva de estas
iniciativas, más allá de la alimentación y el textil, dos de los ámbitos que
probablemente cuenten con más experiencias inspiradoras, podemos recalar en
Quitumbe-Ecuador, para conocer una experiencia de Hábitat,
comunidad y vivienda. El proyecto comunitario solidaridad-quitumbe de la
cooperativa de vivienda alianza solidaria, tiene como reto lograr que todas las
personas tengan una vivienda adecuada y un entorno saludable y seguro. Con
ello, se busca la construcción de barrios y ciudades pacíficas, ecológicas,
participativas, creativas, solidarias y autogestionarias, generando
planificaciones adecuadas que eviten la proliferación de periferias de pobreza.
Seguimos nuestra ruta, y lo hacemos de la mano de Som
Mobilitat, cooperativa catalana fundada en 2016 para acelerar la transición
hacia un modelo de movilidad más sostenible. Su principal servicio es un carsharing
eléctrico y cooperativo, a partir del cual se está creando una red de
aparcamientos de vehículos eléctricos compartidos en varias localidades. Además
está llevando a cabo un proyecto a nivel español para ayudar a otras
cooperativas a impulsar nuevos carsharing regionales, y está conectada con
Europa: es cofundadora de The Mobility Factory. Con este movimiento
podemos irnos en un momento de Mali a Colombia para conocer iniciativas para el
empoderamiento y la capacitación socioeconómica a través de la implementación
de incubadoras y desde una triple perspectiva: de género, ecológica y desde el
enfoque de la Economía Social y Solidaria, con proyectos como Incubatrice
d’entrepreneures solidaires et citoyennes, (internacional) y Mujeres
construyendo desarrollo con apuestas ambientales ENDA Colombia.
La intercooperación como ADN
Si algo tienen en común todas estas iniciativas es su
filosofía cooperativa y que, lejos de la competencia e individualismo tan
valoradas bajo el paradigma capitalista, apuestan por la socialización e
intercambio de saberes bajo lógicas colectivas y comunitarias.
Éste es justo el sentido del proyecto en curso para la Sistematización
y publicación de experiencia, reflexiones y buenas prácticas en economías
transformadoras en América Latina que busca sistematizar la treintena
de encuentros llevados a cabo en el marco del foro social de economías
transformadoras en Colombia-Lat, recogiendo experiencias, acciones, buenas
prácticas y reflexiones, que llevan a cabo distintas miradas de cambio en el
continente para transformar el modelo económico dominante. O el caso de la Plataforma
desbordes de la Patagonia, una herramienta tecnológica (web/app) para
conectar a personas colaboradoras con capacidades y recursos a compartir, con
necesidades específicas de proyectos culturales con impacto social,
tecnológico, comunitario, ambiental o político. O la Medición
del impacto de las economías transformadoras, espacio de trabajo para
compartir herramientas y metodologías de balance social y medición de impacto
de las economías transformadoras, coordinada por las redes de Economía
Solidaria a nivel Europeo: RIPESS, APES-HDF, ADEPES, MES, XES,
REAS Red de Redes.
La filosofía cooperativa está asimismo muy presente en
proyectos educativos que buscan en lo pedagógico una vía de transformación
social y que desean hacerlo desde la práctica y en consonancia con sus valores.
Es el caso de Aprender
jugando, aprender haciendo, iniciativa para transformar las prácticas
escolares a partir de la inclusión de juegos cooperativos no competitivos en el
aula, el aprendizaje cooperativo, el aprendizaje basado en proyectos y la
educación solidaria en clave con los principios de la Economía Social y
Solidaria. En la misma línea se engloba Trabajando
para la libertad. Escuela popular de medios de comunicación comunitarios,
Escuela de comunicadores populares -gráfica, radial y audiovisual-, con dos
orientaciones: periodística/documental y ficciones, productora de contenidos e
incubadora de emprendimientos asociativos vinculados a la industria de las
comunicaciones, con enfoque de Economía Social y Solidaria. Su objetivo es el
poder multiplicar opiniones, voces y miradas y generar un mercado audiovisual
de la EPSS.
Por último, encontramos la iniciativa Universidad
del buen vivir que nació en la Celebración de la Campaña por un
Currículum Global de la Economía Social Solidaria en el FSMET, cuya propuesta
pedagógica política está centrada en la desobediencia epistémica. Se trata de
una educación que crítica al eurocentrismo, al capitalismo, al racismo
epistémico y patriarcal y que busca complementar saberes, visibilizar
diversidad epistemológica y fortalecer las investigaciones endógenas de los
territorios.
Por último, hacemos escala en el Centro
de educación y promoción para el desarrollo sostenible (CEPRODESO) que
lleva más de 20 años vinculada a potenciar procesos de gestión ambiental
participativa como contribución al desarrollo sustentable en el contexto local,
nacional y latinoamericano y a través de la educación de las personas que
provoque un efecto multiplicador hacia la comunidad.
Llegamos al final de nuestro recorrido por estas iniciativas
seleccionadas y que, como señala Anna Bardolet de LaCoordi e
integrante del jurado internacional de “Aceptamos el Reto ”demuestran
que no sólo son viables aquellos proyectos que ponen la vida en el centro -que
se financian con dinero ético, que demuestran que se puede trabajar de forma
autogestionada y horizontal y cuya relación con la naturaleza es sostenible y
donde prima la solidaridad- sino que llevan décadas contribuyendo a mejorar las
comunidades locales y globales”.
En nosotras está tener la mirada atenta a tantas otras que
existen, difundirlas y apoyarlas para que se consoliden y sigan sentando las
bases para este recorrido a un nuevo mundo.
Artículo de Blanca Crespo y María Atienza para La Marea
Más
información en el libro digital y en el canal de vídeos del FSMET
https://www.economiasolidaria.org/noticias/aceptamos-el-reto-de-otro-mundo-posible/
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