EFECTOS DISRUPTIVOS DE NUEVAS ENTIDADES
No conocemos ni los
riesgos
Se conocen como nuevas entidades tanto a procesos como a
elementos introducidos en el entorno por los humanos (usualmente creados por
ellos) que son potencialmente peligrosos y contaminantes (aunque también
podrían tener efectos positivos). En el pasado hemos visto casos graves de lo
que ocurre cuando no se actúa a tiempo pero, sin embargo, seguimos sin aplicar
el principio de precaución. Algunos de los casos bien conocidos por sus efectos
negativos son, por ejemplo, la contaminación con productos tales como amianto,
benceno, plomo, mercurio, CFC, DDT, PCB, TBT, glifosato, clorpirifós, lindano y
muchos más.
Hay multitud de protocolos, recomendaciones, normas y leyes
sobre estos productos, pero no hay un sistema de control fiable que garantice
que se cumplen las leyes más básicas. La ciudadanía está indefensa. Incluso
cuando hay evidencias claras de contaminación, iniciar un proceso judicial es
caro y lento.
Esta (moderna) contaminación está propiciada con el aval de científicos y técnicos que trabajan para empresas (muchas veces grandes multinacionales). Son personas muy bien formadas en sus campos, pero poco interesadas en evaluar las consecuencias de sus actuaciones y sin ninguna formación ética, porque la ética es la gran ausente en la formación tecnocientífica.
¿Por qué se llaman nuevas entidades y cuáles son?
La palabra entidades es suficientemente genérica para
englobar tanto cosas físicas inertes, como vivas, tanto entes artificiales como
naturales y también procesos y tecnologías. Además, al ser de origen humano,
todas son más o menos novedosas. Veamos una lista no cerrada de nuevas
entidades:
1. Productos químicos
Hay unos cien mil químicos usados comercialmente. De algunos
se sabe que son tóxicos, carcinógenos o mutágenos. De otros no se sabe apenas
nada. Hay normas interesantes para regular esto pero no son eficientes (por
ejemplo la Convención de Estocolmo de 2004 o REACH de 2007). La lista de casos
concretos de contaminación grave es larga, pero tal vez el caso más grave es la
globalización de la contaminación. Entre los sectores más peligrosos están la
electrónica y la agricultura industrial. También podemos añadir la ganadería
industrial, primero por su uso masivo de agricultura industrial, pero también
por sus purines y por su empleo desproporcionado de medicamentos (como los
antibióticos) que acaban contaminando la comida y los ecosistemas. Ya venden
carne etiquetada como “sin antibióticos”. Por tanto, la carne que no indica nada
lleva antibióticos. El 45% de los alimentos tienen residuos tóxicos. También
hay multitud de disruptores endocrinos en el ambiente (sustancias que alteran
el equilibrio hormonal), cuyas consecuencias no están suficientemente
investigadas.
2. Especies invasoras
Aunque las especies no han sido creadas por el ser humano,
sí que han sido introducidas —voluntariamente o no— en ecosistemas donde
generan problemas diversos. Las especies siempre han viajado pero nunca antes
lo han hecho de forma tan rápida y tan descontrolada como lo hacen gracias al
humano. Por ejemplo, un alga invasora procedente de Asia amenaza la pesca en
Cádiz.
3. Microplásticos y
nanoplásticos
Los microplásticos son trozos de plástico muy pequeño
(aunque pueden observarse a simple vista). Más pequeños aún son los
nanoplásticos, que tienen un tamaño menor que los coronavirus y pueden viajar
por el aire y ser respirados. De ahí que se haya encontrado plástico en nuestra
comida, en nuestra sangre y en todos los ecosistemas, incluyendo las zonas polares
más remotas. Hay muchos datos sobre este problema. Por ejemplo, un reciente
estudio muestra que los peces que comen microplásticos corren más riesgos de
ser comidos y mueren más jóvenes. El estudio también señala las complicaciones
añadidas de los productos químicos incluidos en el plástico y los procedentes
de productos farmacéuticos (hormonas, antibióticos…).
4. Nanotecnologías
Son productos diminutos, de menos de 100 nanometros (un
cabello humano tiene 80.000 nanometros de grosor, como mínimo). Estas
tecnologías se mueven del laboratorio a los mercados, sin pasar ninguna
evaluación ética, ambiental o sanitaria. La liberación de estos nanomateriales
en el medioambiente puede tener efectos adversos en plantas y animales. Los
ecosistemas acuáticos son especialmente vulnerables por la disolución de los
nanoelementos y de sus químicos (igual que ocurre con los nanoplásticos). La
salud humana también podría verse afectada, pues son productos tan pequeños que
se pueden acumular en los tejidos humanos (como el plástico).
Aplicar nanotecnologías a mejorar la producción y
almacenamiento de energía es lo que se llama energía nano-habilitada.
5. Nuevas
enfermedades, como las zoonóticas
La mayoría de los científicos afirma que el virus de la
COVID-19 no fue creado artificialmente por China, pero sí que surge por abusos
a la naturaleza. Según la ONU, la mayoría de las enfermedades surgidas
recientemente han sido provocadas directa o indirectamente por malas prácticas
del ser humano: destrucción de ecosistemas y deforestación, comercio ilegal de
especies silvestres, agricultura y ganadería intensivas, cambio climático,
abuso de antibióticos…
6. Elementos
tecnológicos críticos
Son materias primas básicas para la tecnología, desde
ordenadores a turbinas o coches eléctricos. Entre ellos están metales (como el
platino o el galio) y los llamados tierras raras (lantánidos, escandio e
itrio). La extracción de estos elementos genera degradación del territorio,
contaminación de agua y tierras, deforestación, pérdida de biodiversidad y
emisiones de GEI. No existe evidencia suficiente para determinar niveles
seguros de exposición a estos elementos. Unos datos interesantes son:
Implantar procesos más limpios y de economía circular
encarecería los procesos dado que, por ahora, contaminar es muy barato.
La minería más impactante para la naturaleza es la del el
oro y la del litio.
La tecnología para reciclar estos elementos es tan pobre que
apenas se emplea y, cuando se hace, emite gran contaminación (incluyendo
dioxinas).
Pensemos que un ordenador necesita 64 elementos químicos
(más de dos tercios de los 94 elementos de la tabla periódica que existen de
forma natural).
7. Minería submarina
Es un proceso de alto impacto. Existe maquinaria para
extraer el fondo del mar y elevarlo al buque, donde se lava y se tiran los
restos al mar, generando mucha tierra que ahoga la fauna del fondo,
especialmente los filtradores. Al quedar oculto bajo el mar es más fácil
arrasar los fondos marinos sin que haya denuncias. Otras consecuencias son:
destrucción de fondos marinos, contaminación con sustancias tóxicas, pérdida de
biodiversidad, contaminación acústica, lumínica y de sedimentos, etc.
8. Blockchain (cadena
de bloques)
Es una tecnología con muchas aplicaciones, como por ejemplo
para la seguridad del dinero digital, como los bitcoins. En síntesis es una
gran base de datos distribuida por todo Internet, pero que requiere un ingente
consumo de energía para procesar toda la información. Se estima que la red de
bitcoin consume tanto como Irlanda, pero su tasa de crecimiento es mayor aún.
Algunas aplicaciones podrían servir para objetivos ambientales, como el
seguimiento de residuos o productos contaminantes pero, también podrían dejar
fuera a una parte de la población (desigualdad digital).
9. Agricultura
celular
Es una tecnología aún sin desarrollar para la producción de
carne y otros productos ganaderos (cuero, lácteos…) a partir de cultivos
celulares, que requiera poca o ninguna participación de los animales. Si sale
bien, todo serán ventajas —menor impacto ambiental y menor sufrimiento animal—,
pero habrá que demostrarlo y esperar a que no surjan otros problemas (propiedad
intelectual, aceptación de los consumidores, conflictos éticos, problemas por
la producción masiva, consumo excesivo de energía, entre otros). En todo caso,
se está dedicando dinero y esfuerzo en investigar algo poco útil, porque ya
tenemos formas naturales y seguras de cultivar proteínas saludables (frutos
secos, legumbres, etc.). Es antinatural comer tanta carne producida de forma también
antinatural. Los que defienden que comer carne es natural porque otros animales
lo hacen, deberían entonces rechazar viajar en coche o avión por no ser algo
natural que hagan otros animales.
10. Edición de genes
y transgénicos
Son técnicas para modificar el ADN de seres vivos. El
objetivo es crear organismos a la medida de la agroindustria de monocultivos.
Pueden ser muy productivos, pero son insostenibles y de alto impacto ambiental.
Las empresas biotecnológicas son privadas y buscan su máximo lucro y no la
sostenibilidad. Sus promesas son muy bonitas, pero ellos nunca cuentan los
efectos negativos porque no quieren o porque no los saben, ni les interesa
estudiarlos. La moderna tecnología CRISPR es tan prometedora como peligrosa.
Estas técnicas también permitirían crear armas biológicas, como virus.
11. Nuevos materiales
biológicos
Estos materiales sintéticos pretenden que sean inteligentes,
que puedan repararse a sí mismos o avisar ante ciertos cambios. También podrían
emplearse microbios para producir plásticos biodegradables o biocombustibles.
Otros podrían comerse la contaminación de plásticos o de mareas negras. Sin
duda, es interesante pero mucho más interesante es no producir esa
contaminación que hay que “comerse”. Además surge la inevitable pregunta de si
esos microbios no producirán efectos secundarios no deseados cuando se liberen.
Nadie lo sabe.
12. Radiactividad
El mayor foco de radiactividad artificial son las centrales
nucleares y todo lo que conllevan: minería, transportes, generación, recarga de
combustible y almacenamiento de basura nuclear (ATC, cementerios…). Por
fortuna, los bajos precios de las renovables están acabando con la energía
nuclear (otras ventajas de las renovables no son tan valoradas por la
sociedad).
13. Radiación electromagnética
La radiación está en todos los lugares, especialmente por
los teléfonos móviles y por todo lo que se conecta a Internet o a cualquier
otro dispositivo o red. La tecnología 5G requiere mucha energía y muchos
elementos químicos para que funcione. Y todo para usar Internet para cuestiones
bastante superfluas casi siempre. Se ignoran las consecuencias a largo plazo.
14. Otras nuevas
entidades
Según distintas fuentes, a esta lista se pueden añadir más
nuevas entidades con riesgos severos, como por ejemplo, patógenos artificiales,
el fracking, organismos procedentes de la fusión del permafrost, la
geoingeniería, el cloud computing (poner todo en “la nube”) y la inteligencia
artificial. También podemos incluir en esta lista al propio Homo sapiens, como
una plaga que está asolando la biosfera.
¿Estamos actuando con
diligencia?
La experiencia demuestra que tardamos mucho en tomar
medidas, incluso cuando los daños son evidentes. Se tarda mucho en conceder
indemnizaciones adecuadas, cuando se conceden (por ejemplo, las indemnizaciones
del caso Minamata por contaminación por mercurio tardaron 50 años). La regla de
que el que contamina paga debe aplicarse de forma taxativa y diligente. En
cambio, lo normal es que los casos más graves de contaminación se salden con
fuertes gastos casi exclusivamente de dinero público. Buenos ejemplos en España
son el desastre del Prestige, el de Aznalcóllar, o el Algarrobico.
Las señales de alarma deben escucharse siempre,
especialmente cuando las pruebas sean evidentes y los costes de la inacción
altos. Sin embargo, no siempre se actúa a tiempo. Algunos casos interesantes
son, por ejemplo:
-
La presencia de nitratos en el agua ya ha
generado graves problemas en distintas localidades españolas y, sin embargo, no
se está controlando esta contaminación procedente de la agricultura intensiva.
-
El descenso de la inteligencia en niños se
vinculó con el plomo de la gasolina, el mercurio y los bifeniles policlorados.
La gasolina ya no tiene plomo (se prohibió en 2001), pero el pescado sigue
teniendo mercurio.
-
El caso del agujero en la capa de ozono debería
inspirarnos, pues la voz de alarma generó un movimiento científico y político
que terminó con el Protocolo de Montreal que prohibió las sustancias químicas
que más afectaban a ese problema.
¿Por qué falla la
investigación?
Como denunció Harari, la investigación mundial está dirigida
para conseguir productos rentables a corto plazo. No hay interés (económico) en
buscar los problemas que esos productos generan. Por ejemplo: los fondos de la
UE para la investigación pública sobre nanotecnología, biotecnología y TIC solo
dedican el 1% a estudiar peligros potenciales, siendo el resto dedicado a
desarrollar productos sin evaluar adecuadamente sus consecuencias. Esa
desproporción se entendería en el caso de empresas privadas pero, ¿es razonable
que eso ocurra con dinero público? No estamos en contra de la investigación,
sino a favor de una investigación seria, completa y no solo centrada en la
rentabilidad.
Cada una de estas nuevas entidades requiere un estudio en
profundidad, por expertos objetivos. Ahí está el problema, porque los expertos
rara vez son objetivos. Precisamente, son expertos porque trabajan en el sector
que genera el problema.
¿Qué nos espera el
futuro?
Las tecnologías anteriores son grandes consumidoras de
energía por lo que es posible que los riesgos sean menores en el futuro, dado
que, si hay algo claro, es que nos dirigimos a un futuro con menos energía
disponible.
El precio de no hacer nada suele ser muy superior al coste
de prevenir. Las consecuencias de tomar medidas demasiado exigentes, no son
nada comparadas con las consecuencias de confiar en que todo va a salir bien.
¿Qué más datos necesitamos para actuar decididamente? Por ahora, no se está
actuando porque los beneficios son para las empresas y los gastos para los
particulares o para los Estados.
No son pocos los que piensan que la tecnología resolverá los
problemas, pero en realidad, los problemas más graves son los que está
generando la propia tecnología. La comodidad a corto plazo que nos provoca la
tecnología, nos impide ver los problemas a medio y largo plazo.
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