He leído una buena parte de los documentos y artículos
que proponen una renta básica universal (RBU) y creo que el objetivo de
quienes, desde posiciones progresistas, hacen la propuesta es compartido con
todos los que luchan por la liberación de las lacras de este sistema. Sus
defensores la definen como “una asignación monetaria incondicional a toda la
población, es decir, algo bien diferente de los subsidios condicionados a
alguna circunstancia (ser pobre, estar en el paro, tener alguna discapacidad
física o psíquica)”.
Sin embargo, hay otras opciones para el mismo objetivo:
una renta para los colectivos que la necesiten; una reducción drástica y
reparto del tiempo de trabajo asalariado; ampliar servicios públicos, y empleo promovido
por los poderes públicos.
¿RENTA BÁSICA UNIVERSAL O CONDICIONADA?
Desde posiciones simplemente decentes, nadie niega la
necesidad de que la sociedad atienda las situaciones de exclusión o garantice
el derecho a la vida (y vida llamada “digna”) y los derechos sociales a quienes
los necesitan.
Pero la discusión es sopesar las ventajas de hacerla universal y dar incluso una cantidad también a quien tenga mucha renta, frente a otras decisiones políticas con el mismo costo.
Pero la discusión es sopesar las ventajas de hacerla universal y dar incluso una cantidad también a quien tenga mucha renta, frente a otras decisiones políticas con el mismo costo.
Yo tampoco niego que la RBU tendría efectos positivos en
algunos ámbitos. También puede tener inconvenientes, y voy a expresar en
diversos apartados, pros y contras de esta cuestión. Entre los pros, estaría la
incidencia en lo que venimos considerando: que la libertad política y el
ejercicio pleno de la ciudadanía son incompatibles con las relaciones de
dominación económica, y eso supone un avance sobre las ideas del liberalismo
tradicional. Se requiere una independencia económica y eso se busca. Pero en un
mundo en el que el empleo asalariado tiende a reducirse, si sigue habiendo un ejército
enorme de parados, muchos de ellos, si quieren (o necesitan) suplementar la
RBU, entrarán como hoy en la dinámica de “pedir” trabajo, peleando con otros un
puesto.
Cierto es que una retribución garantizada reduce la
presión sobre los trabajadores para que acepten cualquier condición o
retribución. Pero eso también se consigue teniendo, si está también
garantizado, un seguro de paro universal y decente o una renta básica limitada
a determinadas situaciones. En ambos casos se estará en parecida situación de
libertad a la hora de entrar o salir de un trabajo asalariado.
En este sentido, se dan dos argumentos ciertos. El
primero, que la ayuda en los casos de exclusión social se concede cuando
ya se ha producido y puede demostrarse. La RBU, sin embargo, es preventiva. Al
ser universal, no plantea ninguna mala conciencia o marginación personal.
Permite minimizar los eventuales daños psicológicos y morales al perceptor de
un subsidio que puede crearle quiebra de la autoestima. En segundo lugar, se
argumenta que una renta básica de carácter no universal sino aplicable a
quien la necesitase, tiene el inconveniente de exigir una gestión de las
situaciones reales, que tiene además costes administrativos para determinar y
vigilar las asignaciones de cada prestación. Pero no creo que el empleo y gasto
determinado por ese control sea tan determinante.
Sin embargo, ¿merece la pena eso a cambio de usar el
dinero en otras reivindicaciones y entregar dinero a quien no lo necesita, en
una sociedad donde la desigualdad es un gravísimo problema? ¿Porqué a este
señor con rentas del capital, o que trabaja con un buen sueldo hay que darle un
dinero y yo me tengo que conformar con una (siempre insuficiente) RBU si cuando
no trabajo es porque no encuentro donde?
SERVICIOS PÚBLICOS
Porque si de lo que se trata es de que los ciudadanos
incrementen su libertad por tener garantizadas sus necesidades, hay que
entender que los servicios sociales y públicos universales son una renta
indirecta (y básica, puesto que afecta a necesidades básicas del ciudadano), en
el sentido de que si no existieran tendrían que costearse individualmente
mediante las rentas salariales u otras. La extensión progresiva de estos
servicios cumple parte de las funciones que la propuesta de renta básica sin
NINGUNO de los inconvenientes que algunos encontramos en ella. Son una especie
de renta básica universal “en especie”. Un ejemplo: ¿Qué es mejor, el acceso
gratuito a internet o que me den un dinero con el que se supone puedo dedicarlo
a pagármelo?
Más allá de las habituales sanidad o educación (sectores
en los que hay todavía mucho que invertir para garantizar auténtica gratuidad y
calidad), hay muchos ejemplos. Como dedicar los ingresos públicos a la gratuidad
o fuerte subvención del transporte público, que tiene efectos beneficiosos para
el medio ambiente y beneficia fundamentalmente a las capas populares. Dedicar
ingresos públicos a subvencionar los servicios de recogida de basuras,
alcantarillado, reduciendo las tasas, habitualmente lineales, sustituyéndolas
por financiación a través de un ingreso progresivo como debe ser el IRPF. Crear
medios públicos de comunicación… Hay muchos más y todos los movimientos
sociales nos darían un amplio catálogo reivindicativo de urgencias para las que
siempre argumentan que se necesitaría una imposición más justa y progresiva.
Primero hay que aclarar una cuestión: se trata de un
principio filosófico o de una medida política, con sus cálculos presupuestarios
y todo. Porque, si de futuro estratégico se trata, en lugar de un ingreso
lineal yo prefiero “a cada cual según sus necesidades”, y pido que acabe la
explotación del hombre por el hombre.
Como entiendo que se trata de una medida política que se
cuantifica e incluso se propone a los partidos para su inclusión en los
programas electorales, esto nos lleva a que un problema para la RBU sea
garantizar que convive (pero compite por su financiación) con muchas otras
demandas económicas, de inversión y de políticas concretas. Además de los
dichos, también necesitamos recursos para nacionalizar sectores estratégicos,
desarrollar la ciencia, proteger la naturaleza, políticas de solidaridad
internacional, etc. Y eso, en un mundo en el que esos derechos están en
decadencia y progresan las privatizaciones.
Es inevitable pronunciarse sobre prioridades, pero es
que, además, defiendo que la opción de los servicios públicos es más
estratégicamente necesaria que la RBU.
Porque ese es el objetivo inconfesado de los neoliberales
o los magnates reunidos en el Foro de Davos. Vienen a por todo lo común para
convertirlo en negocio. Es urgente pararles porque el futuro para nuestra vida
y para el planeta es revertir esa tendencia. No les preocupa que les dejemos
ese espacio a cambio de una renta básica. Desde luego que si gobierna la
derecha ese riesgo se acrecienta. En su filosofía, si la gente ya tiene “el
dinero en su bolsillo” (que es el argumento más peligroso y querido por los
neoliberales) se facilita la idea de que cada uno se pague lo suyo. No
olvidemos las propuestas en el sentido de un “cheque escolar” (universal) para
el pago de la enseñanza y luego que cada uno suplemente lo que quiera y donde
quiera.
Aparte de ganar más dinero con la financiarización, al
capital le molestan los trabajadores, sobre todo si son muchos y organizables.
O los externaliza o prefiere a falsos autónomos. Su utopía son las
empresas de plataformas en red, no tienen que poner más que una aplicación. Su
paraíso sería una ciudadanía subsidiada suficientemente como para poder
consumir su producción y servicios. La contradicción capital-trabajo desaparece
y se sustituye por el debate político en el reparto de impuestos.
Por el contrario, siempre hemos defendido un elemento de
socialización y de igualdad. Un futuro socialismo tendrá unas u otras formas de
trabajo y de retribución de sus ciudadanos, pero seguro que acrecentará el peso
de los servicios, actividades y patrimonios públicos.
EL TIEMPO DE TRABAJO EN EL EMPLEO
Todos los trabajos sobre RBU parten de un análisis de las
consecuencias que está teniendo la transformación del trabajo asalariado, y así
debe hacerse.
Sin embargo, yo diferenciaré el trabajo como algo mucho
más amplio que el empleo. Sobre este último, algunos paladines del sistema
actual1 vienen reconociendo que nos encaminamos a una sociedad
con un 20% de individuos suficientes para el funcionamiento de lo esencial del
sistema económico (y por tanto dotados de trabajos llamados “dignos”) y un 80%
restante en actividades irrelevantes, empleos precarios, penosos e inseguros.
Aún más, se asumen elevadísimas tasas de paro estructural. Aunque no se niega
que queden muchas actividades que no harán los robots y que aparezcan otras
nuevas, ese es el escenario que nos depara el espectacular incremento de
productividad a causa de la automatización y el desarrollo técnico con la
inteligencia artificial, que afectará no sólo a los trabajos mecánicos.
Como la introducción de la alta tecnología afecta más a
unos trabajos que a otros, no puede aceptarse que unos trabajadores
aumenten su retribución gracias al uso de estas y otros no participen de la
riqueza común por estar en actividades de fundamental dedicación humana pero
socialmente necesarios; o arrumbados por no haber encontrado un sitio. Las
formas de atención a estos colectivos pueden ser varias sin necesidad de ser la
RBU. Desde la izquierda se está planteando este debate como esencial, unido a
la aparición de nuevas formas de trabajo2.
Si no entendemos que a lo anterior se suma que se han
incorporado más de mil millones de asiáticos al ejército laboral del
capitalismo, no valoraremos en su revolucionaria dimensión la reivindicación de
la reducción del tiempo de trabajo asalariado. Sorprende mucho que en este
panorama se ha hablado poco de la reducción de la jornada laboral, cuando ha
sido esta una reivindicación histórica de los sindicatos. En Alemania, tras
fuertes huelgas se llegó a la jornada de 35 horas en la década de los 80 y
ahora se están planteando nuevas huelgas para reducirlas.
Cierto es que el trabajo “productivo” pierde peso en el
mundo futuro. No es que los robots sean productivos, sino que los humanos que
diseñan, manejan y reparan robots son más productivos que quienes manejan otras
herramientas menos eficaces. No es la primera vez en la historia que los
humanos se benefician, con mínimo esfuerzo, de la naturaleza y los animales
como elementos productivos y luego de máquinas cada vez más sofisticadas.
Tiene interés, pero no es objeto de este escrito, el
análisis ecológico de las consecuencias del exceso de actividades humanas,
(muchas de ellas depredadoras del medio ambiente), y el trabajo necesario para
ellas. La extensión de las potencialidades del nivel de desarrollo de las
fuerzas productivas permitiría cubrir sobradamente las necesidades de todas las
poblaciones con una enorme reducción de lo que se llama “trabajo productivo”.
Debemos considerar también el derecho de toda la humanidad a participar del
conjunto de las actividades. Por otro lado, no miremos sólo el ombligo de
nuestras sociedades enriquecidas.
Los defensores de la RBU hacen mucho hincapié en que ésta
libera parte de la presión al creciente ejército de parados que está provocando
el capitalismo. Es cierto, pero no se trata de liberarlos de presión, sino de
que no existan parados forzosos, habiendo además muchas actividades de utilidad
social no atendidas.
Entiendo que la medida que realmente transforma esa
realidad y modifica la actitud de la persona frente al trabajo y frente a la
vida en general, es la drástica reducción y reparto de trabajo asalariado. Ya
hay algunas propuestas, en concreto la de la Asamblea de interbarrios de
Economía-Sol del 15M. Esta medida me parece la sustancial. No podemos
tener una sociedad dual, con una parte importante de sus miembros subsidiados
por la RBU y otros sufriendo largas jornadas de trabajo.
Porque si bien con una RBU algunos trabajadores querrían
jornadas reducidas, también tenemos el consumismo como presión brutal. Los
empresarios prefieren trabajadores alienados, con sus vidas controladas en
jornadas completas (lo estamos viendo) y otros trabajadores angustiados por no
estar incorporados a una actividad productiva (en algunos casos gratificante)
que además le reporta el suplemento retributivo para “sus necesidades”.
La RBU parece asumir la existencia de un ejército de
desempleados y conformarse con paliarlo. En un futuro algo más lejano,
ese ejército de “inútiles” a la sociedad, innecesarios, al principio
subsidiados por una RBU, es la antesala de la profunda segregación respecto a
la élite que se beneficiará de los grandes avances de la robótica e
inteligencia artificial. Un peligro aterrador. Necesitamos otro camino.
No soy de los que denuncian que una RB universal evita el
estímulo para desarrollar trabajos remunerados. Los patronos desean que
tengamos mucho de ese estímulo y para ello está la ideología consumista. Con el
paro masivo quieren que tengamos no sólo estímulo, sino urgencia, para así
comprar más barato eso que entienden como mercancía. En realidad, en su actual
sistema no es estímulo para trabajar lo que falta, sino empleos remunerados,
los cuales, por tanto, hay que repartir.
La reducción de jornada y reparto del empleo sí que
genera libertad y tiene un beneficioso efecto suplementario sobre la vida de la
gente (que es lo importante) y sobre la sociedad. No lo digo porque crea que el
trabajo asalariado dignifique sino porque, si de libertad hablamos, la
reducción del tiempo de trabajo asalariado supone reducir el tiempo alienado,
“esclavo“, del trabajador y permite su posible dedicación a si mismo
(reivindico el ocio) o a tareas comunes o sociales, que también hay que
repartir. Es importante poner en valor el importantísimo trabajo no remunerado,
(reproductivo o de cuidados) que la reducción de jornada y el reparto del
tiempo de trabajo pondría en primer plano, colaborando con la importante
reivindicación feminista de su reparto.
SALARIOS
Hay un factor importante a analizar, que es la incidencia
de la RBU en las relaciones laborales y en los salarios. Estamos en el
capitalismo. No creo que sea discutible que se tendería a reducir los salarios
sabiendo, ambas partes, que hay un suelo sobre el que complementar la
retribución, y el empleo (que seguirá siendo escaso) puede ser “un
complemento”. Hoy en día ya pasa eso, por ejemplo, en los casos de fraude de la
contratación de desempleados con seguro o subsidio.
En esa línea, de trasladar al Estado la responsabilidad
del empresario de repartir el beneficio o, cuanto menos, garantizar mediante el
salario la vida del trabajador, va la propuesta de Ciudadanos de un suplemento
salarial pagado por el Estado (una especie de renta básica). Propuesta
envenenada que debemos denunciar porque significa aceptar los actuales bajos
salarios y mantener e incluso elevar la tasa de ganancia del empresario a cargo
de los impuestos.
FINANCIACIÓN
Este debate nos lleva a la financiación de la RBU. No
niego que pueda financiarse. Siempre se plantea sobre la base de un nuevo
sistema fiscal, pero ya hemos dicho que para todo se pide ese aumento de
ingresos derivados de una reforma fiscal, y no solo para los servicios públicos
actuales y los que demandamos y hemos enumerado en un apartado anterior, sino
también para nacionalizar sectores estratégicos, dedicarse a incentivar las
reducciones de jornadas a las que me he referido, o para financiar planes de
empleo por los poderes públicos.
Si se dice que, pese a regalarle la RBU a un
privilegiado, se reduce la desigualdad mediante la fiscalidad. Entonces el
mérito no está en la RBU, sino en una nueva fiscalidad y lucha contra el fraude
que se necesita en cualquier caso, y que todos defendemos.
Si no parece discutible que el resultado sería una clase
empresarial enriquecida con una mano de obra más barata, la compensación (desde
un punto de vista progresista) tendrá que ser que éste aporte más, para lo cual
habría que profundizar, aún más de lo que ya veníamos reivindicando, en la
progresividad fiscal. Si a eso le sumamos que habría que compensar fiscalmente
el regalo que se hace de RBU a las capas más pudientes…
Para colmo, he leído, entre los promotores de la RBU, que
se plantea la aplicación de una tarifa única en el IRPF. En esa situación, no
creo que pueda evitarse un arco de tipos para garantizar la necesaria
progresividad fiscal, porque si no, una persona que tenga, por ejemplo, 800 €
de RB, no querrá trabajar 8 horas por un salario de 800 € si tiene que pagar
400 de impuesto.
INJUSTICIAS
Para financiar la propuesta algunos plantean quitar
desgravaciones al IRPF. Pero la retirada de desgravaciones puede ser
perjudicial porque muchas deducciones tienen componente social (aunque dependen
del carácter político del gobierno que las decida). Los gobiernos deben
utilizar las tasas, gravámenes o deducciones, como forma de incentivar o
penalizar aspectos de la economía (un pequeño ejemplo: incentivar energías
limpias; gravar la contaminación).
Todas las propuestas de RB universal plantean el ahorro
que significaría la desaparición de aquellas prestaciones que hoy estén
reconocidas por un valor menor al de la RBU. Error, porque habrá que reconocer
los peligros que significa reunir derechos varios (como seguro de desempleo,
ley de dependencia, y otras). Reunir en una sola RB prestaciones muy variadas
es cómodo, pero también es injusticia el trato igual a necesidades desiguales
por situaciones concretas.
ENTORNO MUNDIAL
Esta es una cuestión no menor. La primera cuestión a
debatir es a quién va dirigida esta propuesta.
a) ¿A una sociedad “avanzada” que, tras garantizar
los servicios públicos y sociales, dé el paso adelante de garantizar una
cantidad por el simple hecho de pertenecer a una colectividad que se lo puede
permitir? Ya hemos dicho: ¿Estamos ante una explicación de cómo sería el
futuro socialismo, o estamos ante una medida de política concreta para hoy, y
por tanto en el marco del sistema?
No es casualidad que, en general, los ejemplos de RB que
se atisban, se dan en territorios con grandes posibilidades económicas, o se
han dado como incentivo a la repoblación.
b) ¿Es también una opción para países empobrecidos?
(no me refiero a sociedades precapitalistas o tribales). Es cierto que en
estos, normalmente acuciados por altos niveles de desigualdad, la lucha contra
la pobreza y el hambre puede tener otras urgencias al no tener ni siquiera
estructuras de recaudación y redistribución fiscal que permitan aceptar el
carácter universal de la RBU. Así, en Brasil, sólo se plantea para la gente
necesitada.
Parece claro que se trata de la primera opción. Si es una
reivindicación correspondiente a una fase del capitalismo y en sociedades
desarrolladas, yo no la entiendo en un mundo en el que crecen las desigualdades
entre países, porque los países opulentos basan su situación en el expolio de
los países empobrecidos.
Es necesario analizar la RB en un entorno internacional.
Si nuestras sociedades ya son un paraíso respecto a aquellas en la que las
personas se juegan la vida para venir, una renta básica sería un incentivo más
a añadir a esos derechos que desde sus países de origen se entienden como
fantásticos. En un planeta con movimientos migratorios inevitables no hará
falta siquiera la expectativa de encontrar trabajo para jugársela en llegar a
una sociedad en la que una RB es ya muy superior a su retribución de origen.
Parecería entonces que la RB sería más aplicable en un
(indeseable) mundo más cerrado, porque la RB debe responder a un interrogante:
¿Cual es considerado el universo de beneficiarios?, ¿todo el que pise el
territorio?, ¿residentes legales?, ¿nacionales? El riesgo de mantener un
ejército de “sin papeles” sin renta básica y con salarios de miseria es
preocupante.
EMPLEO PÚBLICO
Estamos ante la batalla ideológica entre lo público y lo
privado en el que la RBU, en todo caso, apuesta por lo privado. No niego el
valor de cualquier reivindicación concreta como facilitadora del avance hacia
transformaciones más radicales. Pero la RBU apenas modifica la estructura de
poder. Incide algo en el “mercado de trabajo” pero, además del efecto negativo
sobre salarios que ya hemos analizado, no pone en cuestión al empresario como
exclusivo ofertador de empleo. Aleja la batalla expresada en la explotación del
trabajo.
El empleo promovido por los poderes públicos, (además de
los requeridos por los servicios públicos) también requiere fondos, pero 1º.-
Pone en valor las actividades de interés social sobre las que actúa y que el
mercado desprecia (cuidado y replantación de los bosques, etc). 2º.- Reduce a
la baja las cifras de desempleo y, por tanto, incide también en ese mercado
pero en la buena dirección, tendiendo a subir los salarios por encima del
público. 3º.- Crea riqueza y marcha en la línea de socialización, reconociendo
el papel de lo público en disputa frente a la explotación privada.
Otra cuestión es que, a diferencia de las reducciones de
jornada, o de la dimensión de cualquier plan de empleo público (que son
escalables), la RB tiene el inconveniente de ser un nuevo concepto que requiere
afectar a otros varios y, por tanto, una aplicación prácticamente de golpe,
puesto que en cantidades pequeñas ni puede sustituir a otros conceptos ni tiene
valor alguno sobre las relaciones laborales.
CONCLUSIONES
1º.- La RBU parece aceptar que no hay trabajo para todos
y la sociedad dual que eso significa.
2º.- Con la RBU se obtendrían beneficios, pero como se
plantea como una reivindicación concreta para hoy (con sus cifras de costes),
no compensan sus inconvenientes respecto a otras medidas. Por otro lado, en la
medida en que tenga un cierto carácter utópico planteando una sociedad
avanzada, apenas incide en la contradicción principal. No avanza en otros
graves problemas de la sociedad, como el desempleo.
3º.- Incide en lo privado y eso explica la aceptación del
concepto por parte de algunos economistas conservadores. No hay un solo
capitalista partidario de los servicios públicos y sí muchos partidarios de la
RBU. En esa coincidencia, ¿dónde está el truco de la diferencia? En que los
defensores de la RBU dicen que no es en detrimento de lo público y el
capitalista aprovecha para poner “el dinero en el bolsillo de los ciudadanos” y
profundizar en las privatizaciones de todo lo común. Luego esa es la batalla.
NO la RBU, que aplicada dentro del sistema no disputa espacio real al
capitalismo y, por el contrario, adormece su puesta en cuestión.
4º.- Si se plantea como un derecho de ciudadanía, tiene
que estar por detrás del resto de derechos a lo común, que más que avanzar,
están hoy retrocediendo. Tiene por tanto que garantizarse previamente la
consolidación y mejora de los servicios públicos, así como la colectivización
de los bienes públicos esenciales. Nos encontramos con la necesidad de
priorizar la importancia de nuestras batallas.
5º.- La RBU crea una situación de difícil encaje en un
mundo globalizado. Antes de ampliar el efecto llamada habría que dedicar
recursos a compensar la pérdida de beneficios de la explotación colonial, y a
políticas de cooperación.
6º.- Por último, frente a una renta universal, la
alternativa no es el abandono de los desfavorecidos. Todos tienen derecho a una
vida digna. Hay diversas propuestas de una renta garantizada que cubra sus
necesidades básicas.
NOTAS:
1 (CEO de Tesla) en un informe de resultados del año pasado. “Todavía
hay mucha gente en la fábrica, pero lo que hacen es mantener las máquinas,
mejorarlas, resolver las anomalías. Pero en el proceso de producción en sí,
esencialmente no debería haber gente”.
2 Nosotros somos en realidad los robots de este universo conectado que
se despliega sin cesar y que las plataformas manipulan como un gigantesco
títere. Y si las contradicciones del modelo se hacen demasiado evidentes, como
sucede con la reducción del tiempo de trabajo provocada por la automatización,
estas empresas no tienen inconveniente en apoyar la renta básica universal
(RBU), como forma de disponer sin conflicto de la fuerza de trabajo sobrante.
Eso sí, siempre que se les permita continuar acumulando rentas sin trabas, a
costa de fagocitar el tejido empresarial y laboral circundante.
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