PÀGINES MONOGRÀFIQUES

20/6/19

El trabajo asalariado y el consumo la fuente principal de satisfacción personal


LA PARÁBOLA DEL PESCADOR MEXICANO

Sobre trabajo, necesidades, decrecimiento y felicidad


El consumo masivo de bienes y servicios es el motor que hace rodar las ruedas de las sociedades en etapa avanzada de desarrollo (post-)industrial capitalista, amparadas —a su vez— bajo el paradigma del crecimiento económico, que podría entenderse como aceite de este motor. No en vano, el término sociedad de consumo (de masas) fue acuñado para designar a estas sociedades que, rendidas frente a las fuerzas del sistema capitalista, han orientado su búsqueda de la felicidad en un incremento sin límites de la producción —y, por ende, del consumo—, con el consecuente acrecentamiento de las necesidades que esta producción desmedida trae de la mano. Bien podríamos, así mismo, considerar a la (creciente) entronización del trabajo como engranaje principal del motor ya mentado.

En este contexto, Carlos Taibo efectúa en La parábola del pescador mexicano: sobre trabajo, necesidades, decrecimiento y felicidad una excelente crítica —y una breve propuesta alternativa— al trabajo como elemento central de la vida y, por extensión, al imaginario dominante encaminado a perpetuar —o, incluso, agudizar— dicha entronización. En palabras del autor, este imaginario o doctrina hegemónica objeto de su reprobación está cimentado en la creencia de que “seremos más felices cuantas más horas trabajemos, más dinero ganemos y, sobre todo, más bienes acertemos a consumir” (Taibo, p. 12).


A fin de fundamentar su crítica, Taibo introduce en la justificación inicial “la parábola del pescador mexicano” que, dando nombre a este libro, empleará como hilo conductor para exponer sus argumentos a lo largo del mismo. Dicha parábola está ambientada en un pueblo de la costa mexicana y relata un encuentro fortuito entre un pescador local —que bien podría representar el sumak kawsay, palabra quechua referida al buen vivir— y un turista norteamericano —quien, por su parte, encarnaría al Homo œconomicus—.

El capítulo 1 profundiza en la condición de estos dos personajes y los mundos diferentes que ambos retratan, describiendo así el imaginario de vida que, a través de la parábola, se puede inferir que cada uno de ellos lleva a la práctica en su día a día. Analizando la trastienda de la misma, el capítulo 2 introduce varios debates desgranados a raíz del contenido de la parábola, como puedan ser el de las necesidades, la felicidad, la mercantilización y el trabajo, entre otros. Expandiéndose en este último, Taibo cierra su obra proponiendo una organización social alternativa que se aleje de la concepción del trabajo como edificador de una vida plena. Dos apéndices rematan el texto en cuestión: si bien el primero recoge varias versiones alternativas de la parábola del pescador, el segundo recupera un puñado de historias antieconómicas —o demasiado económicas— que sirven como colofón a la tesis principal del autor.

La parábola del pescador mexicano es una crítica a la producción, al consumo y a la competitividad y, más concretamente, a la importancia desmedida que han adquirido en las sociedades (post-)industriales, como consecuencia de algunos de los fenómenos que, en sí mismos, han perfilado dichas sociedades: la expansión de la economía de mercado, el desarrollo de la globalización y las innovaciones tecnológicas de las últimas décadas, entre otros. Más allá, la obra de Taibo es también una oda a la recuperación de la vida social —de los bienes relacionales en favor de los materiales— y, en definitiva, al resurgimiento del respeto y la convivencialidad como pilares centrales de un compromiso colectivo encaminado a derrocar al ethos materialista dominante (Segal, 1999).

En pos de esta alternativa, se antoja de vital relevancia acometer la discusión relativa a las formas de procurar la felicidad que, en las sociedades de consumo, han convertido al trabajo asalariado —y al consumo que bebe de este— en la fuente principal de satisfacción personal, tal y como nos muestra el imaginario que caracteriza al turista norteamericano coprotagonista de la parábola. Es importante aquí, como hace Taibo, recalcar el carácter no lineal de la relación entre felicidad y disposición de recursos económicos. Al respecto, la archiconocida paradoja de Easterlin (1974) afirma que, llegados al nivel de riqueza de un país en el que todas las necesidades básicas de su población están cubiertas, más ingresos no implican (necesariamente) mayor felicidad.

Así mismo, Taibo visibiliza la creciente aparición de fenómenos que, germinados a partir del crecimiento económico, reducen la felicidad: véanse, sin ir más lejos, el estrés, la contaminación, la obesidad o el incremento sustancial en la presencia de cánceres. Ahondando en este sentido, el decrecimiento subraya la necesidad emergente de más significado en la vida (y de la vida) en las sociedades modernas (Demaria, Schneider, Sekulova, & Martinez-Alier, 2013). De hecho, algunas prácticas a pequeña escala caracterizadas por bajos niveles de consumo y un modo de vida comunitario basado en la convivencialidad, con un incremento asociado en la percepción de bienestar por parte de sus actores protagonistas, ya han sido documentadas en la literatura de este movimiento social (ver Cattaneo & Gavaldà, 2010). La reflexión principal que Taibo pretende transmitir a sus lectores con el presente trabajo apunta, en consonancia con la literatura recién introducida, a lo siguiente: podemos vivir mejor con menos.

Orientada a lectores de todos los bagajes académicos y vitales, Taibo mantiene un estilo sobrio durante la totalidad de su obra, exponiendo los cuantiosos debates que introduce de forma directa y didáctica, con un lenguaje claro que huye de excesivos tecnicismos y de un léxico complicado. Acorde a esta serenidad descrita, el autor utiliza brillantemente el recurso de la parábola como herramienta para presentar sus argumentos en un certero orden que dota de claridad al conjunto del texto en sí mismo. Creo destacable, así mismo, el ejercicio de honestidad que supone el reconocimiento por parte de Taibo de las carencias que su parábola arrastra, a saber, “el olvido de la condición esperable de la mujer del mexicano protagonista y, también, la marginación de todo debate relativo a respuestas colectivas, luchas de clases y colapsos” (Taibo, p. 15).

No obstante, si bien su crítica al “modo de vida esclavo del que a menudo somos víctimas” (Taibo, p. 12) está adecuadamente argumentada y desarrollada, el autor peca de una simplificación y brevedad excesivas en su reflexión final acerca de qué hacer con el trabajo. En este sentido, hubiera sido adecuada la inclusión de propuestas más tangibles y realistas teniendo en cuenta el contexto actual, planteadas como puentes para caminar hacia los escenarios —harto alejados de la realidad presente— que Taibo dibuja como deseables. Al respecto, en los debates sobre decrecimiento han surgido propuestas tales como la reducción de las horas de trabajo en el sector remunerado, entre otras (ver Kallis, 2013). El propio autor parece reconocer esta carencia cuando hace referencia al protagonismo que la prisa adquirió llegado el momento de “poner broche a este modestísimo libro” (Taibo, p. 16).

En definitiva, creo que la lectura de la obra que nos atañe será de gran utilidad para aquellos que quieran iniciarse en el cuestionamiento de la hegemonía del consumo, el trabajo asalariado y la explotación. Sin embargo, en su ambiciosa intención de cubrir una gran amalgama de contenidos en una extensión reducida, este escrito puede resultar (demasiado) elemental para aquellos lectores que ya cuenten con una formación teórica consolidada en materias como las relativas al decrecimiento o, en general, la economía ecológica. En conclusión, Taibo consigue con La parábola del pescador mexicano remover la conciencia del lector en lo relativo a un terreno poco contestado en el imaginario hegemónico actual de las sociedades opulentas: el del trabajo como fuente última de satisfacción de la vida.


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