CONSUMISMO
ÉTICO: El mercado de la moral
Cada vez hay más empresas que se suman a un tipo de comercio que se nombra con diferentes apellidos: ético, sostenible, crítico, natural, responsable... Estos conceptos, cargados de valores positivos para amplios sectores de la población, se han adherido a los bienes de consumo en un proceso influido por el marketing y su capacidad para orientar las tendencias de los consumidores. El carácter ético de los artículos de consumo reclama un nuevo protagonismo en los procesos de comercialización. La ética ahora está también en los mercados y se compra y se vende.
Los mercados
lanzan su propuesta para afrontar la degradación medioambiental, la
deslocalización industrial, el bienestar animal o la explotación de
los trabajadores: eliges el mundo que quieres al comprar.
Lidl
es la primera cadena de supermercados que ya no comercializa huevos
de gallinas criadas en jaulas y
Mercadona y El Corte Inglés van
a adoptar esta misma medida próximamente. La
publicidad de Iberdrola ofrece energía renovable del
siguiente modo: «Cada vez que uses el secador un prado se llenará
de flores. Cada vez que enciendas la luz, que veas la televisión,
que te duches, estarás cuidando del medio ambiente». La
propaganda de las tiendas de Humana dice
así: «Comprando en Humana colaboras con el desarrollo de los países
del Sur». La compañía de cosméticos Lush, vende
una de sus cremas con el siguiente mensaje:
«se trata de una crema rica y generosa que no sólo hace que tu piel
luzca como nunca, sino que también es un rayo de esperanza para las
pequeñas ONG locales con las que trabajamos, puesto que todas las
ganancias van para ellas. Una piel suave por un mundo mejor».
Adidas ha fundado una entidad para publicitar su línea de productos hechos a partir de plástico reciclado de los océanos como si fuese una revolución. La compañía francesa Bic impulsa una campaña llamada ECOlutions cuyo lema es «Podemos ser parte de la solución». Endesa financia proyectos de reforestación y creación de bosques corporativos como la iniciativa «Bosque- Endesa». Los camiones de distribución de Carrefour anuncian que «están con el medio ambiente y funcionan con gas natural ecológico».
Adidas ha fundado una entidad para publicitar su línea de productos hechos a partir de plástico reciclado de los océanos como si fuese una revolución. La compañía francesa Bic impulsa una campaña llamada ECOlutions cuyo lema es «Podemos ser parte de la solución». Endesa financia proyectos de reforestación y creación de bosques corporativos como la iniciativa «Bosque- Endesa». Los camiones de distribución de Carrefour anuncian que «están con el medio ambiente y funcionan con gas natural ecológico».
Estos ejemplos
muestran cómo las multinacionales despliegan su voluntad de
adiestrar las tendencias de consumo ético. Este interés por
integrar aspectos éticos en campañas publicitarias es inédito.
Naomi
Klein retrataba en No
Logo las
tendencias publicitarias de las multinacionales en las últimas
décadas del siglo XX. En el libro se analiza cómo la publicidad
invadió los espacios públicos generando un mundo de ciudades
publicitarias y fantasías comerciales donde el poder de las marcas
se expandía para asociarse a estilos de vida prestigiosos y
atractivos. Las multinacionales vendían experiencias vinculadas al
éxito, a la familia, al amor, a la felicidad o al sexo, pero no
había contenido ético en la publicidad. La ética estaba fuera de
los mercados dominantes. Como cuenta Gilles Lipovetsky, en La
felicidad paradójica,
ahora hay un nuevo marketing naciendo y los modos de consumo
atraviesan una transición sin precedentes.
En los tiempos
del consumismo sencillo, la sensibilidad de los consumidores más
críticos se revolvía al ser conscientes del despilfarro del modelo
y de sus impactos ambientales y sociales. El consumismo producía
culpa. Para poder vivir éticamente había que contrarrestar las
consecuencias negativas del consumo. Había que resolver los
problemas éticos de la participación como consumidor en un mundo
injusto y medioambientalmente degradado. Ahora, la nueva estrategia
publicitaria de las multinacionales nos muestra el camino para ser
consumista sin mala conciencia, dado que los productos éticos
incluyen supuestamente las medidas compensatorias de los efectos del
propio consumismo.
El
marketing ético es, en parte, una respuesta al individualismo
hedonista del viejo consumismo sencillo. Las supuestas cualidades
éticas en los productos pretenden satisfacer, a través del mercado,
la demanda de actitudes moralmente buenas de los consumidores. Este
comercio ético permite consumir con la sensación de estar
resolviendo problemas medioambientales o sociales. Con ello, ahora no
hace falta dejar de ser consumidor para sentir el calor de ser
altruista con la sociedad. El consumo ético se presenta como
herramienta para solucionar problemas que hasta ahora se abordaban
mayoritariamente desde fuera de los mercados La Ética ha sido
mercantilizada.
La
compra de un producto ya no se guía sólo por criterios racionales
(que definen si el producto satisface mis necesidades), criterios
económicos (que definen si el producto ofrece buena relación
calidad/precio), o criterios simbólicos (que definen si el producto
me hace feliz), sino también por supuestos criterios éticos (que
nos hacen percibir que el producto es bueno para el mundo). Así, el
referente moral del mundo occidental se desplaza hacia los mercados.
El marketing ofrece profecías verdes deseoso de tener fieles
consumidores que creamos salvar el mundo. La mercancía se ha
convertido en un fetiche capaz de resolver los problemas de
conciencia del consumidor. La exigencia del consumo ético hace que
se materialice en los propios productos una cualidad moral redentora.
Los profesionales del marketing tradicional siempre defendieron que a
los productos se les pueden asociar valores semejantes a los de los
individuos, pero difícilmente llegaron a imaginar que se les podía
asignar moralidad.
Y es que el
consumo ético genera incluso un sentimiento de pertenencia a un
colectivo global que tiene poder para cambiar el mundo. «Cada vez
que gastas tu dinero estás votando por el tipo de mundo que quieres»
dice Anna Lappe. Los productos luchan por no ser denostados y por
tener una apariencia ética, natural y socialmente responsable, a la
vez que el consumidor percibe que cada vez es menos necesario salir
de los mercados para luchar por un mundo mejor porque un mundo mejor
se puede comprar.
El capitalismo
tiende a mercantilizar cualquier ámbito de la vida y absolutamente
todo acaba siendo susceptible de ser comprado y vendido. Los mercados
han conseguido que la ética, la conciencia, la moral, la crítica,
la justicia e incluso la transformación social se compre y se
venda.
ALBERTO
MARTÍN SÁNCHEZ (@SPANIARDSOFLATE)
ttps://www.economiasolidaria.org/noticias/consumismo-etico-el-mercado-de-la-moral
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