PÀGINES MONOGRÀFIQUES

6/9/18

Tenemos la oportunidad de construir una sociedad más justa

LA SOBERANÍA ALIMENTARIA ARIETE CONTRA EL CAPITALISMO

El capitalismo ha convertido la vida en un privilegio al mercantilizar los derechos más básicos como la alimentación, la vivienda, la seguridad o la educación.
La miseria devora la cara de los niños menores de cinco años más pobres, se llama “noma” y a nadie le importa. La enfermedad recibe su nombre del termino griego devorar, porque eso hace, gangrena huesos, músculos y carne de los enfermos. Tiene una mortalidad del 90%. Los supervivientes viven de por vida en medio del ostracismo social debido a sus cicatrices, problemas respiratorios y alimenticios. La OMS estima que 140.000 niños contraen noma al año en el conocido como “cinturón del noma”, que va desde Senegal hasta Etiopía. ¿Por qué la denomino “la miseria devoradora de niños”? Lo hago porque afecta a aquellos que solo hacen una comida al día consistente en gachas de trigo, carecen de higiene bucal y sufren desnutrición. Es el “mal” de los más pobres y por ese motivo las grandes farmacéuticas -privadas- no mueven ni moverán un solo dedo o destinarán un solo euro en su erradicación.
El capitalismo ha convertido la vida en un privilegio al mercantilizar los derechos más básicos como la alimentación, la vivienda, la seguridad o la educación. 

Soy una privilegiada en el sistema, tanto que tengo el tiempo necesario para escribir este artículo. El privilegio se origina desde el mismo momento de mi nacimiento, por nacer en una familia de capa media, por nacer en Occidente, por nacer blanca, en definitiva, por nacer en el grupo hegemónico de poder, aunque mi poder en la gestión del Estado es más bien escaso, pues está controlado por las mismas familias desde hace siglos con escasas nuevas incorporaciones. Es decir, vivo cerca de la órbita del poder, de su irradiación me beneficio, aunque no forme parte de él. ¿Por qué se irradia una parte de los beneficios del capitalismo a las capas medias? En primer lugar, es lo suficientemente pequeña para no poner en riesgo la hegemonía de los Hombres de negro, pero es lo suficiente para generar un leve efecto de seguridad y superioridad en el pueblo, que temeroso de perder lo poquito que les dan, es incapaz de solidarizarse con sus hermanos de humanidad.
Nos han inducido a pensar que nuestros países son prósperos gracias al gran progreso económico y la estabilidad en la toma de decisiones empresariales que el Capitalismo trae, mientras que los terceros países subdesarrollados económicamente lo son por no haber acabado su proceso de liberalización. Nos han contado, hasta hacer dudar de nosotros mismos, una vil patraña. Los beneficiarios de que los países periféricos a Occidente tengan gobiernos y estructuras políticas débiles -producto de la colonización que nunca acaba y de los constantes golpes de Estado a las naciones libres- son los países occidentales, pues ejercen control sobre ellos con el fin de explotar sus recursos naturales y humanos, así como, controlar rutas comerciales de bienes tan básicos para el funcionamiento de las sociedades capitalistas como el petróleo, el gas o los opiáceos. ¿Quiénes se benefician de un pueblo sumido en una constante nebulosa?
El Capitalismo me recuerda enormemente al Imperio Romano, en tanto que durante su esplendor la capital era próspera para los gobernantes y permitía a la plebe desarrollarse sin grandes lujos, mientras los gobernantes y el resto de patricios -familias importantes y ricas desde el surgimiento de Roma- explotaban los recursos minerales de las provincias, a sus habitantes y usaban sus campos como el granero de las grandes ciudades romanas. Justamente como hoy en día, promovemos la agricultura de latifundios en ÁfricaAsia y América Latina, controlados por multinacionales europeas y norteamericanas, al tiempo que ayudamos con subvenciones o impedimentos el abandono de la agricultura minifundista en Occidente. ¿Si perdiéramos el poder sobre nuestras “provincias” qué ocurriría? Posiblemente la comida sería un bien escaso y las hambrunas que nos asolarían serían de magnitudes épicas. Siglos de oscuridad se cernirían sobre nosotros, el saber perdería importancia al no ser una fuente de sustento familiar.
Hoy en los principales países exportadores de alimentos primarios como cereales, frutas o verduras, la mayor parte de la población no tiene acceso a las mismas, ya que no pueden pagar los precios, no de producción, sino los exigidos por las multinacionales a los ciudadanos occidentales.
Si miramos más de cerca las semejanzas no se quedan ahí. Al igual que entonces el sueño de convertirse, con esfuerzo y sacrificio personal, en un hombre próspero sigue plagando nuestros corazones reacios a aceptar, que como entonces, todo el pastel estaba repartido y que solo un cambio promovido por las clases populares nos hará libres. Como entonces las mujeres seguimos siendo valoradas por nuestro físico y por nuestra pertenencia a una familia, dependiendo de la cual el sistema nos juzga como las bellas urnas que deban albergar su simiente para parir a sus hijos (Aristóteles) o como las bellas putas que deban satisfacer sus deseos. Algunos dirían que la mujer trabaja o puede hablar públicamente, sin embargo, no seremos iguales mientras nuestra sexualidad sea analizada en nuestra contra por y para los hombres. Pregunto a los lectores ¿de qué sirve gritar si tus gritos no se escuchan, si no calan, si no mueven montañas? Es tiempo de despertar.
Hace siglos se empezó a analizar la incorporación de la mujer al trabajo productivo y se concluyó que el capitalismo no es amable, no se entristece y ablanda ante la desigualdad y por eso promueve la incorporación de la mujer obrera a la fábrica; los señores que dirigían y dirigen el sistema político y económico capitalista saben que el pueblo se levanta cuando pasa hambre y que mejor darle migajas y metas “alcanzables” para calentar sus estómagos sin poner en riesgo su control de la riqueza mundial. La caridad no es más ni menos que control de masas bien estudiado.
Cuando la mujer obrera se incorpora a la fábrica aumenta el capital humano que el empresario puede utilizar en su beneficio, la familia vive al día con cierta escasez, los hijos empiezan a ser educados a temprana edad por el Estado que ellos, los poderes fácticos, controlan y por tanto, empiezan a ser moldeados. Privan de tiempo al pueblo para reflexionar por qué unos pocos controlan la riqueza mundial para sí mismos cuando el pueblo, los Estados, pueden controlarla para todos y repartir, de manera justa, la riqueza. Mientras que el pueblo trabaja en oficios repetitivos que dejan su mente en blanco, sus hijos son educados en la competitividad con sus iguales para triunfar, dividiéndolos, de modo que nunca puedan ser más fuertes que los poderes fácticos. Silencian cualquier coletazo de rebeldía con una jugada maestra revestida de bondad.
El Capitalismo podemos asegurar que triunfa para unos pocos a base de infundir pobreza en los países adyacentes, mientras enriquece a la “metrópoli”, en ella solamente se transforman las materias primas a base de ciencia e ingenio, pero al no producir no es independiente, de modo que el Estado es débil. En la metrópoli se queda como garantía de control el saber, la ciencia y la cultura, pues si las provincias lo conocieran se darían cuenta que hay una garrapata en sus dominios, sabrían cómo combatirla y expulsarla de los mismos. Acabarían las escusas de control parental sobre las “antiguas” colonias.
Sin su control sobre las “provincias”, cae el embrujo de superioridad que viste a la “metrópoli”, dejando ver un decrépito cuerpo mortal.
Vamos al Sol, pero no conocemos la Tierra. Invertimos tantos millones de recursos humanos y materiales que ni siquiera puedo escribir la cifra en una hoja de papel, sin embargo, no buscamos curar a los seres humanos. Hemos hecho de vivir el privilegio del pudiente, cuando la vida es un derecho humano desde el principio de los tiempos, pues es un derecho natural, un derecho que nace del respeto que queremos que nos profesen y que nosotros debemos profesar a todo ser vivo y más en especial a todos los seres humanos.
¿Por qué no es así? Un cáncer pudre nuestras comunidades: la psicopatía. Solo alguien que odia a la sociedad carece de la empatía necesaria para no rechazar la acumulación del 90% de riqueza mundial en el 10% de la población (Fuente: Informe sobre la Riqueza Mundial 2015 de Credit Suisse).
Tenemos la oportunidad de construir una sociedad más justa y la mejor forma de promoverla es a través de la soberanía alimentaria de cada región, con el fin de conseguir la igualdad entre hermanos que solo se consigue con un reparto justo de la riqueza; el respeto a la Tierra, pues solo un uso sostenible de los recursos nos permitirá vivir como especie; y la reducción de la jornada laboral que permita un mayor debate en las capas obreras posibilitando su despertar y por supuesto, desarrollo personal.
Hace casi 1500 años nuestros antepasados y antepasadas hicieron caer a Roma, ¿emularemos su hazaña?
Cynthia Duque Ordoñez

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