¿Cómo
pueden llegar las alternativas de consumo a más gente? ¿Cómo
trascender la escala? A partir de una reflexión colectiva, surgen
algunos puntos claves que quizá sirvan para fomentar este
crecimiento.
"El
actual diseño del Estado limita mucho los usos económicos
radicalmente alternativos, como sería la experimentación
poscapitalista" (Santiago Muiño, 2016)
"La
economía sostenible genera más puestos de trabajo que la sucia,
pero solo convive bien con el capitalismo si es minoritaria. La
sostenibilidad real requiere otro sistema económico, el defendido
por la economía ecológica, feminista y solidaria". (González
Reyes, 2017)
"En
España la
economía
social y solidaria
ha pasado de facturar 171 millones de euros anuales a 379 en la
última década y ha irrumpido en sectores que hace muy poco parecían
inalcanzables, como energía, banca y telecomunicaciones a través de
cooperativas que empiezan a ofrecer la misma cartera de servicios que
las multinacionales, pero con un funcionamiento y unos objetivos en
las antípodas" (Rusiñol, 2017)
Cuando
se trata de cambiar de cultura de consumo, cuesta pensar en mayorías.
Pareciera como si las iniciativas de consumo crítico y transformador
estuvieran condenadas a transitar entre pequeños círculos de
personas muy concienciadas, formadas y con suficiente capacidad
adquisitiva. No obstante, nadie ha dicho que esto tenga que ser así.
Es más, si queremos socavar los cimientos de este modelo de consumo
generador de residuos humanos y materiales es necesario que
aprendamos nuevos modos de trascender la escala.
Las
claves de este proceso de pasar del micro al macro no están claras,
pero una aproximación muy resumida podría ser: obtener placer, dar
facilidades, hacer pedagogía, y, por último, crear proyectos
verdaderamente sostenibles.
OBTENER PLACER
Es
posible que para trascender la escala haya que prescindir del
discurso de la renuncia y la contención del que tanto ha abusado el
movimiento ecologista y optar por ofrecer los cambios como una manera
de disfrutar de una vida mejor. Está claro que el ser humano no se
mueve solamente por motivaciones morales y que la búsqueda del
placer y la felicidad son unas de las constantes que han marcado la
historia de la humanidad. Si podemos subrayar el placer que se
obtiene de cambiar de cultura de consumo (el placer de compartir, de
aprender, de liberarse de una dependencia económica esclavizante) y
contrastarlo con el caramelo envenenado de la felicidad consumista,
seremos capaces de llegar a mucha más gente.
Entre
las muchas ventajas de liberarnos del consumismo incesante está la
de ganar tiempo, tanto en cantidad como en calidad. Hay que recordar
que la sociedad capitalista actual engulle tiempos y que una de las
experiencias más placenteras para el ser humano es disponer de
tiempo libre de calidad. Hay mucho que ganar al reducir el consumo o
al optar por opciones de consumo más justas y sostenibles, tan
sencillas como recuperar el comercio de barrio. Por otro lado, si
consumimos menos y más racionalmente, nos sentiremos menos
dependientes del empleo y podremos recuperar los tiempos para la vida
que tan necesarios son para nuestro bienestar.
También
es interesante resaltar el placer que da la coherencia. Actuar en
sintonía con lo que pensamos nos da una sensación de control sobre
nuestra propia vida que es muy grata.
Tampoco
hay que olvidar el placer de aprender a través de lo que estamos
haciendo, el placer de crear, en entornos que son plásticos y que
permiten que incidamos en mucha mayor medida en qué queremos
consumir y cómo hacerlo.
De
hecho, todos los proyectos de economía social y solidaria que han
prosperado y que tienen un largo recorrido lo han hecho gracias al
placer. Los grupos de consumo o los huertos urbanos son ejemplos
sencillos porque todo aquello asociado a la alimentación está muy
relacionado con el placer. Si al gustazo de comernos un tomate en su
justo punto de maduración sumamos el placer de formar parte de un
proceso colectivo, la satisfacción de relacionarse con personas con
inquietudes similares a la nuestra, de saber que lo que haces tiene
efectos positivos en el entorno, estamos satisfaciendo un montón de
necesidades a la vez (compartir, comer, dar y recibir afecto…) y
entrando en lo que Álvaro Porro denomina los “círculos
virtuosos”.
Por
otra parte, los huertos urbanos cooperativos, nos acercan a lo que se
puede llamar “placer extensivo”: disfrutar de sembrar, cuidar,
regar, recolectar y finalmente comerte aquello que has visto crecer
es toda una experiencia de observación y lentitud que merece la pena
conocer.
DAR
FACILIDADES
Para
trascender la escala también hay que dar facilidades. Que todo sea
dificil es otra de las cosas que parecen gustarnos a aquellas
personas con unas fuertes convicciones ideológicas. Da la impresión
de que así nos sentimos más puros, más firmes en nuestras
creencias. Sin embargo, aquellos que se acercan a las alternativas de
consumo por motivaciones más allá de las puramente ideológicas
(salud, economía, cercanía, amistad…), necesitan que las
alternativas les resulten fáciles. Para ello podemos poner en marcha
una de nuestras armas más efectivas: la imaginación, y su retoño
más fértil, la innovación. Ese es, por ejemplo, el espíritu que
animó el desarrollo del software libre Karakolas,
para la gestión de pedidos de los grupos de consumo agroecológicos.
Este software ha sido fundamental para el desarrollo y el crecimiento
de La
eComarca,
red de distribución de productos ecológicos que sirve a 17 grupos
en Madrid capital y a 5 más en la Comunidad de Madrid y ha
favorecido notablemente la aparición de nuevos grupos.
Por
otro lado, también la tecnología nos ayuda a facilitar los canales
de participación, a limitar el número de asambleas, ciertos modelos
híbridos, mezcla de presenciales y digitales (Jiménez Gómez,
2016), pueden resultar más amables y no comprometer excesivamente la
disponibilidad de tiempo. En esta línea funciona, por ejemplo, Som
Energía,
cooperativa de energía verde que cuenta actualmente con casi 50.000
socios y que entre sus valores, además del ecológico, está el buen
funcionamiento y que no sea más cara que un proveedor de servicios
eléctricos tradicional (Rusiñol, 2017).
Para
que esto se produzca, los proyectos tienen que permitir que existan
distintos niveles de participación entre sus miembros para que no
haya un desgaste excesivo, hay que aprender, asimismo, a confiar y a
delegar en una organización asamblearia dado que participar
activamente en todo, resulta imposible.
HACER
PEDAGOGÍA
Para
crecer hay que enseñar. La pedagogía nos resulta una aliada
imprescindible en este proceso. Los impactos positivos de un cambio
de cultura del consumo están invisibilizados en nuestra sociedad,
hay que visibilizarlos y vincularlos con las preocupaciones
mayoritarias de la población. Esto es, con el paro, la corrupción y
la clase política.
Es
más fácil que las personas de a pie conecten con que ciertos
modelos de consumo generan paro y favorecen la corrupción política
y empresarial y el empobrecimiento de la población, que con la lucha
contra desigualdades en países lejanos o contra impactos
medioambientales que no se perciben de manera inmediata.
Para
ello es muy interesante sacar a relucir datos como los que nos hablan
de que por cada 100 puestos de trabajo creados por un centro
comercial se destruyen 140 en el pequeño comercio de la zona.
Además, sólo un 5 % de los beneficios de estas grandes superficies
repercuten en la economía local, mientras que la pequeña y mediana
empresa dejan hasta el 50 % de sus beneficios en su área de
influencia. Las redes productivas locales crean más empleo y de
mejor calidad.
Muchos
de nosotros somos nativos consumistas, lo vemos todo como
consumidores y es necesario también hacer pedagogía para cambiar
esa conciencia consumista por una conciencia ciudadana. Es también
necesario llegar a más movimientos sociales, a más personas
concienciadas pero que no relacionan ciertos modelos de consumo con
las injusticias del día a día.
Así,
muchos proyectos de la economía social y solidaria contribuyen
añadiendo la formación a su agenda de tareas. Así lo hacen por
ejemplo Coop57 y Fiare,
que ofrecen formación financiera a sus socios.
CREAR
PROYECTOS VERDADERAMENTE SOSTENIBLES
Nada
más lejos de nuestra intención que medir los criterios de
viabilidad tal y como los mide el capitalismo. La viabilidad real,
esa que incorpora los valores sociales y ambientales de los proyectos
en el cómputo total, no encaja con los parámetros capitalistas. No
obstante, hay unos mínimos que los proyectos alternativos de consumo
deben cubrir para que puedan perdurar en el tiempo. Dentro de esos
mínimos se encuentra el de que sean proyectos suficientemente
rentables como para que sus promotores puedan sobrevivir en
condiciones dignas, pero no se reducen a eso. Hay muchas otras
variables que definen a un proyecto como verdaderamente sostenible,
entre las que se encontraría, por ejemplo, que los proyectos puedan
escalarse sin desatender la estructura de cuidados y sin dejar a las
mujeres por el camino.
Otra
condición imprescindible de los proyectos de economía social y
solidaria para que sean verdaderamente sostenibles es que trabajen en
redes densas, basándose en la intercooperación. Y esto es así
porque cuando se trabaja en red, nunca caes al suelo. Para
perpetuarse resulta imprescindible crear alianzas y sinergias y huir
del sectarismo; los mercados sociales son un buen ejemplo de ello.
Es
decir, la viabilidad económica es necesaria para poder albergar la
viabilidad social, que es imprescindible. Un ejemplo de ello
sería Som
Energia,
que sigue ofreciendo el mismo precio por kWh a pesar de las recientes
subidas del precio de la energía que adquieren en el mercado. Han
ido guardando sus beneficios en un depósito para recuperarlos cuando
fuera necesario y eso les ha permitido enfrentarse a los vaivenes del
mercado sin tener que subir las tarifas a sus socios. Esta es una de
las grandes diferencias entre ser cliente de una empresa que reparte
beneficios entre sus accionistas y ser socio de una cooperativa sin
ánimo de lucro.
Por
último, para crecer, hay que trabajar en desterrar mitos, porque los
proyectos de economía social y solidaria no sólo generan más
empleo que los de la economía sucia y son más resilientes, sino que
pueden ser también más rentables para sus miembros. Es interesante
recordar que, actualmente, Coop57 y Fiare están
dando más rentabilidad a los ahorradores que la banca tradicional, y
con morosidad cero.
Área
de consumo de Ecologistas
en acción
BIBLIOGRAFÍA
-
González Reyes, L. (2017). ¿Qué
implica que la economía sostenible genere más empleo que la
sucia? El
Diario.
- Jiménez González, I. (2016). Economía social y solidaria: crecer para romper obstáculos. Diagonal, (282).
- Rusiñol, P. (2017). Economía solidaria: un plan de negocio para cambiar el mundo. El Diario.
- Santiago Muiño, E. (2016). Rutas sin mapa. Horizontes de transición ecosocial. Madrid: Los Libros de la Catarata.
- Jiménez González, I. (2016). Economía social y solidaria: crecer para romper obstáculos. Diagonal, (282).
- Rusiñol, P. (2017). Economía solidaria: un plan de negocio para cambiar el mundo. El Diario.
- Santiago Muiño, E. (2016). Rutas sin mapa. Horizontes de transición ecosocial. Madrid: Los Libros de la Catarata.
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