El decrecimiento se define
como una teoría y una corriente de pensamiento político, social y
económico anticapitalista que busca una bajada drástica en las
tasas de producción de las industrias presentes en el planeta Tierra
así como un cambio total en el modo de vida del ser humano, buscando
un equilibrio entre éste y la naturaleza. Este movimiento se gestó
a finales de los 60 y principios de los 70 de la mano del Club de
Roma y de Nicholas Georgescu-Roegen en su obra The Entropy law and
the Economic Process (1971) y actualmente bajo las figuras de Serge
Latouche y Carlos Taibo.
El proyecto del decrecimiento
surge como respuesta a una serie de hechos palpables en nuestro mundo
actual que según algunos autores nos están conduciendo a una
coyuntura catastrófica y alejada de la cohesión e igualdad social y
económica que tanto buscan o propugnan los gobiernos de los países
del mundo desarrollado. Tal y como indica su término, el
decrecimiento busca dejar atrás el crecimiento económico en el que
se basa la economía capitalista del mundo actual por una serie de
razones.
La primera de las razones es
la falsa creencia de asociar el crecimiento económico al bienestar
social; es decir, a mayor crecimiento económico mayor cohesión
social, mejor nivel de vida o mayor desarrollo. No podemos negar que
en determinados tiempos de la historia se ha cumplido este hecho;
pero hoy en día la realidad es bien distinta. En países como China
o Brasil, economías emergentes donde existe una tendencia alcista
económica, siguen existiendo distintos grupos sociales
caracterizados por mejores y peores niveles de vida, diferencias que
en algunos casos incluso están aumentando, lo que genera a su vez
tensiones sociales entre grupos. Eventos tales como los Juegos
Olímpicos de Río de Janeiro celebrados en el año 2016 pusieron de
relieve que bajo una aparente imagen de mejora económica existe una
población marginada y discriminada que sigue bajo niveles de vida
muy por debajo de la media.
Problemas de tipo social se
trasladan también al mundo desarrollado, un mundo que se ha sumido
completamente en la sociedad del consumo y cuyos integrantes también
buscan en su día a día un crecimiento de su economía personal;
para ello trabajan más y con ello obtienen más dinero, dinero que
usarán para consumir productos que son generalmente innecesarios o
de usar y tirar. El hombre del primer mundo, alejado de problemas
relacionados con la pobreza o la falta de recursos, problemas propios
del Tercer Mundo, se encuentra cada vez más esclavizado por su
trabajo y alejado de su familia y sus amigos, un hecho que se traduce
en un porcentaje cada vez mayor de personas que dice sentirse menos
feliz en el día a día.
Así mismo, no debemos olvidar
el progresivo deterioro ambiental existente y el agotamiento de los
recursos naturales presentes en el planeta Tierra fruto de la
explotación descontrolada que se hace de los mismos, todo con el fin
de producir más. La huella ecológica del ser humano en los países
desarrollados ha dejado de ser sostenible. La naturaleza nos
proporciona 1,8 hectáreas bioproductivas por persona; sin embargo,
en la actualidad la media mundial de consumo de espacio por habitante
llega a 2,2 hectáreas; 9,6 consume un americano y 5,7 consume un
español. Modelos renovadores como el de desarrollo sostenible se
postulan como un pequeño parche que no puede contrarrestar el efecto
tan adverso que está propiciando nuestro estilo de vida actual.
Los mensajes enviados desde la
prensa, las instituciones y los organismos internacionales nos hacen
creer que la economía progresa y que por consiguiente el bienestar
social también. Para fundamentar sus argumentos usan indicadores
tales como el PIB, que tienen en cuenta únicamente la producción y
el gasto de los países o áreas sobre las que se aplica y dejan
fuera factores clave para interpretar de forma veraz el desarrollo
humano de una población. La realidad para los decrecentistas es
clara: el ser humano puede verse afectado en un espacio no muy
alejado de tiempo por una realidad de naturaleza catastrófica si no
cambia su modo de vida actual.
La teoría del decrecimiento
aborda el cambio de los modelos ecológicos, económicos y sociales
de las sociedades desarrolladas, apuesta por un cambio global; es
decir, no un cambio que se propugne solo en el ámbito económico. El
decrecimiento requiere de un cambio de mentalidad total, solo así se
podrá parar la inevitable catástrofe que vaticinan los autores de
este movimiento.
Los decrecentistas proponen el
descenso drástico de producción en industrias tales como la del
automóvil, la aeronáutica, la construcción o la publicidad y
promover el desarrollo de actividades económicas que guarden
relación con la atención de las necesidades sociales insatisfechas
y con el respeto del medio natural, creándose así numerosos puestos
de trabajo en sectores tales como el transporte colectivo, las
energías renovables o la agricultura ecológica; a los que se
sumarían nuevas ofertas en los sectores económicos convencionales
fruto de la redistribución del trabajo. Complementando estas
acciones con una renta mínima para todos los ciudadanos obtendríamos
un horario laboral reducido y se lograría una mayor vida social.
Suena raro el frenar la
producción en industrias que producen productos tan importantes en
nuestro día a día; pero no sería ninguna locura si se apostara a
la vez por un cambio en el estilo de vida del hombre del primer
mundo. Este cambio gira en torno a una reducción drástica del
consumo y apostar por un consumo razonable orientado en torno a
únicamente los productos extremadamente necesarios para la vida de
un ser humano: agua, comida, ropa, luz, etc.; pero todo en su justa
medida y sin abusar innecesariamente de los mismos.
Cumplir con el decrecimiento
también pasa por dejar atrás la dependencia a la que nos somete la
ciudad y su complejo funcionamiento, pasa por volver a asentamientos
con un relativo pequeño número de habitantes, el suficiente como
para poder lograr la autosuficiencia y el autogobierno. Como vemos,
los que apuestan por el decrecimiento ven en el mundo rural regido
por la subsistencia un modelo claro de progreso en el aspecto social
y en el bienestar humano.
Otras medidas pasan por
reducir los desplazamientos que implican fuentes consumos de energía
y apostar en su lugar por usar el transporte público u optar por
desplazarse con la bicicleta o andando. También se debe buscar el
alejarse de los medios publicitarios que promueven el modo de vida
capitalista y consumista; porque influyen en nuestra toma de
decisiones y por consiguiente en nuestro día a día. Así mismo,
también se propugna el reutilizar y compartir los bienes que ya
tenemos, rehuir del sistema bancario para optar por sistemas de
financiación éticos y locales y luchar por jornadas laborales de
menor duración.
La cohesión social que busca
el decrecimiento no está solo orientada a los países del Norte,
todo lo contrario, busca a través de un decrecimiento de la
producción y el consumo en estos países del hemisferio
septentrional el llegar a niveles aceptables y a los que puedan
aproximarse los países del Sur que en estos momentos se encuentran
subdesarrollados, dependientes y explotados por las empresas y países
del Norte desarrollado. De este modo, estos países del Sur podrán
crecer ateniéndose a las prevenciones que se han formulado desde la
experiencia en el otro hemisferio y llegar a los mismos postulados
que quieren buscar los decrecentistas.
Carlos Taibo reconoce tres
grandes grupos críticos con el decrecimiento, el primero de ellos
proviene de los que manejan y lideran los sistemas de producción así
como las administraciones estatales de los países desarrollados. En
sus posturas críticas, que buscan más ignorar el decrecimiento que
refutarlo, afirman que existen tres obstáculos para que el
decrecimiento sea una teoría fiable: primero, que la condición
catastrofista que advierte el decrecimiento se parece mucho a teorías
catastrofistas anteriores en el tiempo que no se vieron cumplidas;
sin embargo, sabemos que cada vez hay más estudios científicos que
corroboran los parámetros catastróficos que advierten los
decrecentistas.
En segundo lugar, creen que
con la aparición de nuevas tecnologías se solventarán los
problemas presentes y futuros en materia de agotamiento de recursos y
deterioro ambiental; lo que no señalan es el poco cuidado que están
teniendo por preservar los recursos y la naturaleza que queda hoy en
día hasta conseguir encontrar una tecnología que cumpla el objetivo
designado, algo muy arriesgado; porque el que aparezca esa tecnología
salvadora en el futuro no es del todo seguro. En tercer lugar
enuncian que la aplicación de la teoría decrecentista en este mundo
capitalista se antoja imposible por la radicalidad de sus postulados;
por ello, lo mejor sería dejarla en el olvido; o lo que es lo
mismo, dejar pasar el tiempo sin actuar de forma tajante sobre los
problemas que se nos vienen por la dificultad que plantearía
hacerlo.
El segundo grupo de crítica
nace de los adscritos a la teoría de Marx. Los participantes de esta
tendencia, que buscan el fin del capitalismo, ignoran los graves
pronósticos existentes en relación con el cambio climático y la
destrucción del medio ambiente. Al igual que los decrecentistas,
buscan el fin del capitalismo; pero al no actuar sobre el problema
medioambiental, para cuando logren su principal objetivo el mundo
habrá entrado en un estado de deterioro de su naturaleza
catastrófico.
El tercer grupo crítico,
también de izquierdas, afirma que el decrecimiento es un proyecto
reformista que busca devolver al capitalismo a la buena situación
que tuvo en tiempos pasados. Es verdad que dentro de la teoría
decrecentista hay teóricos que no son anticapitalistas; pero la
realidad es que la mayoría busca la salida del capitalismo y la
apertura de espacios de autonomía dentro de ese capitalismo como
primeros intentos de salir de este modelo económico. Estos críticos,
que también buscan la caída del capitalismo antes de actuar, se
pueden ver abocados a la nada si no se dan las condiciones necesarias
para que el modelo caiga, de momento no tiene pinta de que se vaya a
dar lo que buscan.
Miguel Ángel Escuín -
Estresso
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