Un
estudio de Greenpeace, apoyado en un análisis del Instituto de
Investigación Tecnológica de la ETS de Ingeniería de la
Universidad de Comillas de Madrid, titulado Único
sentido. 2025 sin carbón ni energíanuclear,
me provoca sentimientos muy encontrados.
Por un lado, el
razonable esfuerzo de intentar quitarse las centrales nucleares de
encima, que no puedo dejar de apoyar entusiásticamente y también
las de carbón, como las centrales de producción de energía
eléctrica más contaminantes de energía fósil.
Por el otro, su
formato de marketing tradicional de multinacional, utilizando las
mismas técnicas y los mismos titulares tendenciosos que usa
cualquier multinacional capitalista para colocar sus productos o
servicios (es decir, en general efectivos o, por lo menos,
efectistas), tratando de hacer calar sus ideas en el público, de
forma poco legítima o razonable, a mi entender.
Por ejemplo, lo
que se traslada y me llega desde varios puntos (la popularización
del corta
y pega)
como titular es que “una transición a la energía renovable
saldría más barata que la indemnización por Castor”. Esto es
directamente mentir, o decir una media verdad de forma muy interesada
y subliminal, para convencer al auditorio, porque confunde
intencionadamente (y
no es la primera vez) la energía
eléctrica de
un país muy particular como España —no extrapolable en
desarrollo, ni en posibilidades con la mayoría de los países del
mundo— con la energía
primaria,
que es algo ya mucho más difícil de sustituir o reemplazar.
Y porque en su
análisis incluye nada menos que un 21,7% de energía eléctrica
generada por gas (desde luego menos sucio que el carbón por unidad
de energía eléctrica producida) más un 5,2% de gas llamado “de
nueva generación” de respaldo, para resolver las inevitables
intermitencias o lagunas de generación eléctrica de las llamadas
“energías renovables”. Lo sutil del asunto es que dirán que se
refieren a la “transición” y por eso todavía hay gas en la
ecuación, una bonita forma de cubrir el núcleo central del mensaje
[de un futuro] 100%
renovable.
Sin dejar de ser
un objetivo más deseable que el actual, el de eliminar lo antes
posible las centrales nucleares y las de carbón, se debería ser más
riguroso y menos marketiniano con
la información.
También sigue
insistiendo en imponer el erróneo y equivocado concepto de “energías
renovables” a lo que en realidad son complejos sistemas no
renovables capaces
de captar, durante un tiempo limitado, parte de los flujos de energía
renovables de la naturaleza. Obviamente, todo ello, sin menoscabar la
comparativa de los riesgos inherentes a una central nuclear con los
de estos sistemas de captación de flujos renovables de energía, muy
favorables, a mi juicio, a los segundos.
Greenpeace sigue
sin hacer ni una sola crítica a lo verdaderamente insostenible de
nuestro sistema: el propio sistema en el que vive, al parecer,
perfectamente insertada, jugando eso si, un papel teóricamente
crítico con el mismo.
Es lamentable,
que sus escenarios sigan proyectando modelos de demanda con
crecimientos bajos (0,2%/año), medios (1%/a) y altos (2%/a). ¿Es
que siguen sin entender a estas alturas que el sistema no
puede crecer más y
que no puede crecer infinitamente en un mundo finito? ¿Tan difícil
es que Greenpeace pueda interiorizar esto y orientar sus estudios a
ver si es posible —y cómo se podría llegar a — una sociedad
como mucho estacionaria y
deseablemente en
decrecimiento en
sus actividades económicas? O ¿es que les da miedo que los fieles
se les vayan como el joven rico salió despavorido cuando Jesucristo
le dijo que no era solo cuestión de cumplir con los mandamientos,
sino que había que dejarlo todo y seguirle? ¿Hasta cuándo vamos a
seguir creyendo nosotros que con seguir los mandamientos de la ley
de Al Gore (desenchufar
los cargadores de los móviles cuando no están en uso, utilizar
bombillas LED, reciclar, comprarse un cochecito eléctrico, o llenar
el mundo de aerogeneradores y placas solares y demás etcéteras) son
suficientes para hacer un mundo realmente sostenible?
¿Para cuándo un
debate serio sobre la obsolescencia también de
estos sistemas, sobre los incumplimientos, ya muy constatables, con
las experiencias de las dos últimas décadas, sobre ciclos de vida
de eólicas offshore y
de solares FV y
termosolares, y para cuándo un debate sobre los materiales que
comportan y los desastres ambientales que provocan en sus procesos de
minería, extracción y refino?
¿Para cuándo un
debate serio sobre la Tasa de Retorno Energético (TRE)
en toda su implicación social considerada (TREext)
de estos sistemas y sobre las necesidades de almacenamiento a gran
escala de la electricidad (a nivel mundial, que somos un único
mundo, señores) y resolución de intermitencias?
¿Cuándo
entenderán algunos ecologistas que un sistema llamado
renovablecon
una TREext inferior a 10:1 no va a mantener jamás esta
sociedad, que y unas llamadas
renovables con
una TREext por debajo de 5:1 seguramente no se sostienen ni siquiera
a sí mismas, y además van a demandar una enorme cantidad de energía
fósil para arrancar su despliegue masivo, que seguramente ni
es verde,
ni ahorrará emisiones sustanciales de fósiles (en teoría incluso
agravaría las emisiones durante una buena parte de los primeros años
del teórico despliegue masivo)? ¿Cuándo dejarán de ser acríticos
con documentos apologistas del 100%
renovable,
como los de Mark Jacobson y empezarán a analizar la complejidad del
mundo real?
Greenpeace sigue
apostando por una electrificación del parque móvil, sin señalar,
para ser creíble y coherente, los muchos puntos débiles que tiene
el transporte terrestre. Ni en los vehículos privados, cuya
aberración —1.200 millones circulando por el planeta— apenas
critica, por su falta de autonomía y capacidad, duración de las
baterías por la tremenda limitación de ciclos de carga y descarga,
por los tiempos de recarga tan ridículos para el frenético mundo
actual. O por las brutales infraestrucutras que exigirían millones
de puntos de recarga rápida que además deterioran mucho más
rápidamente las batería. O el tremendo desecho que éstas
producirían en el medio a los pocos años de utilizarlas y los
destrozos ambientales que la minería para la obtención de los
materiales esenciales para la producción de baterías representan en
muchos países del mundo) y la absoluta ineficacia de la
electrificación en la mayor y más importante parte del transporte
terrestre —el transporte pesado de mercancías— o el brutal uso
de materias primas escasas, esenciales para el desarrollo propuesto
por Greenpeace (ver Antonio García-Olivares y sus varias
publicaciones sobre el tema).
No es cierto,
como asegura Greenpeace, que “Europa transita hacia un sistema
eléctrico sin carbón”. No es cierto que la mejora de la
eficiencia energética esté aportando soluciones tangibles al
continuado destrozo del medio. Europa no está transitando a ningún
lugar serio. Simplemente vegeta, complacida, pariendo infinitos
reglamentos desde Bruselas.
Decía Krahe
aquello de “hombre blanco hablar con lengua de serpiente”. Y en
todas las campañas de Greenpeace, parecen empeñados en hablar la
misma lengua que el capitalismo salvaje, feroz, depredador y
destructivo: empleos y dinero. Esos son sus señuelos; los mismos que
los de Zara o de El Corte Inglés o de Toyota o Seat.
Sus
justificaciones y conclusiones finales hablan de los muchos empleos
que crearían las llamadas
renovables y
de los aspectos económicos que comportan y sus ventajas
comparativas, como si la solución a los problemas del mundo se
tuviese que resolver convenciendo a un consejo de dirección de una
multinacional con una brillante presentación de Power
Point,
resaltando los puntos fuertes que preocupan al gran jefe y
enmascarando los posibles impedimentos o problemas que pueden
aparecer en esas dudosas hojas de ruta.
First
things first.
Poco cabe hacer si no se trata antes el asunto crucial: la necesidad
de cambio radical (no cosmético) del sistema capitalista actual
basado en el crecimiento infinito, en los mercados y la economía
creciente, el del sistema financiero que exige más y más sin
límites, cuando lo que hay que decirle es que la fiesta del
capitalismo se acabó, si queremos tener una mínima posibilidad. Que
esto es mucho más que empleos y dinero. Se trata de la vida.
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