LOS TRES ANTÍDOTOS PARA EL ABSURDO DE LA EXISTENCIA
Albert Camus
Decir
que la vida no tiene sentido es una afirmación que puede parecer, en
igual medida, cierta o imprecisa. Desde una postura pesimista en
extremo podría sostenerse que, en efecto, la vida por sí misma no
tiene un significado que le sea inherente. Nadie puede decir, con
absoluta certeza, que estamos vivos por un propósito específico y,
por ello mismo, el corolario que se despende de esa imposibilidad es
que, en todo caso, dicho sentido se construye, podría decirse
incluso que se inventa: se trata de una conclusión a la que cada
persona llega por medios propios, en el marco de sus circunstancias.
A este respecto, Fiodor Dostoievki llegó
a escribir, en Los hermanos Karamazov,
que “hay que amar la vida antes de razonar sobre ella, sin lógica:
sólo así se puede comprender su sentido”.
Sin
embargo, esa construcción tampoco es tan individual como nos asegura
esa postura. Si bien es cierto que cada persona está llamada a
concebir el sentido de su propia existencia, esa misma invención
ocurre en una matriz social y cultural de la que todos formamos
parte. Por eso es posible que algunas personas crean, por ejemplo,
que están vivas para engrandecer la obra de alguna divinidad, o para
ser más compasivos, para mejorar el mundo, etc. Es decir: ya hay
“sentidos” de la vida que, como las cartas de una baraja, es
posible “elegir”, a los cuales el individuo arriba por aparente
convicción propia.
Uno
de los autores que mejor exploraron el llamado “absurdo de la
existencia” fue sin duda Albert Camus, el filósofo de origen
argelino, formado en Francia, que vivió de lleno el ambiente de la
Posguerra y el vaciamiento de sentido que experimentó la sociedad
europea luego de una hecatombe sin comparación en su historia. En
ese contexto, rotas todas las promesas alguna vez hechas por el
progreso, parece lógico que cualquier persona con un mínimo de
sensibilidad por la vida se sintiera desamparada, dubitativa y, en
última instancia, decepcionada por la existencia.
Con
todo, como muchas veces sucede con las posturas calificadas como
“pesimistas”, Camus no nos invita a rehuir a dicho absurdo sino,
más bien, a encararlo. A nosotros ahora esto puede parecernos
extraño o improbable, pues nos hemos habituado a evadir toda
expresión de negatividad: el dolor físico, emociones como la
tristeza o la angustia, los fracasos y los problema. Todo ello
nosotros ahora preferimos no enfrentarlo, sin ver, como nos asegura
Camus, que hacerlo puede convertirse en el inicio de otra cosa. En
una entrevista realizada en 1945, dijo el filósofo, a propósito del
absurdo propio de la existencia:
Todo
lo que puedo hacer es responder desde mi perspectiva, dando por hecho
que lo que digo es relativo. Aceptar el absurdo en todo lo que nos
rodea es un paso, una experiencia necesaria: no tiene por qué
convertirse en un callejón sin salida. Lo absurdo despierta cierta
rebeldía que puede ser muy fecunda. Un análisis de la idea de
rebeldía puede ayudarnos a descubrir otros medios capaces de
restaurar un cierto sentido de la existencia, aunque éste mismo
siempre se encuentre amenazado.
¿De
qué nos habla Camus? En pocas palabras, del malestar que por su
condición misma nos lleva a salir de ese estado. Cuando nos damos
cuenta que la vida es absurda, este mismo descubrimiento (en
combinación, quizá, con el amor por nuestra propia existencia) nos
empuja a rebelarnos en contra de ese absurdo y encontrar una razón
por la cual vivir, un sentido en lo que hacemos, una dirección hacia
la cual dirigirnos.
Pero
esto es, en la perspectiva de Camus, un movimiento de espíritu doble
y relacionado, casi causal: no podemos construir el sentido de
nuestra propia vida si antes no aceptamos que la vida es absurda.
¿Y
adónde nos llevaría la aceptación de ese hecho fundamental de la
existencia? En la experiencia del filósofo, a al menos tres
antídotos contra el vacío, según escribió en El
mito de Sísifo:
Del
absurdo he obtenido tres consecuencias: mi rebeldía, mi libertad y
mi pasión. Con el solo juego de la conciencia transformo en regla de
vida lo que era invitación a la muerte…
Vivir
en rebeldía persistente, vivir en libertad, vivir con pasión: asume
alguna de estas posturas frente a la existencia y es muy posible que
nada de lo que hagas, experimentes y vivas te parezca absurdo, jamás.
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