PÀGINES MONOGRÀFIQUES

2/5/17

Una disminución del consumo y la producción controlada

¿EN PLENA CRISIS ECONÓMICA QUIÉN PIENSA EN DECRECER?


Parecería una locura usar el término “decrecimiento” de la economía en medio de la peor crisis económica vivida en las últimas décadas. Pero, de hecho, hay quien aboga por ello.

¿Qué entendemos por decrecimiento? El decrecimiento es una corriente de pensamiento político, económico y social que busca el equilibrio entre lo que el ser humano necesita para vivir y los recursos que la naturaleza puede proporcionar preservando el planeta. En realidad no es una teoría que esté en contra del crecimiento, sino que está en contra del crecimiento como única forma de modelo económico. El argumento subyacente es que para crecer indefinidamente la producción deber crecer indefinidamente el consumo (base del crecimiento económico), lo que hace crecer indefinidamente el uso (y con ello el sobreuso) de los recursos naturales, que son limitados.

En realidad la corriente del decrecimiento está muy relacionada con otras teorías o conceptos tales como el crecimiento sostenible, el consumo colaborativo, el movimiento slow o incluso la economía budista.

El concepto de “decrecimiento” nace durante los años 1970 de la conciencia de las consecuencias atribuidas al productivismo de la sociedad industrial, sin importar si ésta deriva de un sistema capitalista o socialista, es decir, no sólo es un movimiento  anticapitalista sino también es una ideología antiproductivista. 


La teoría enunciada por Nicholas Georgescu-Roegen (considerado padre del decrecimiento) sobre la bioeconomía en su obra The Entropy law and the Economic Process (1971) es una de las bases de la corriente decrecentista. Otras obras que se suman al sustento ideológico del decrecimiento son las de Günther Anders (La obsolescencia del hombre, 1956),  Hannah Arendt (Condición del hombre moderno, 1958), Kenneth Boulding (The economics of the coming spaceship earth, 1966), el ensayo del Club de Roma (Los límites del crecimiento, 1972), e Iván Illich (La convivencialidad,1973).

El economista británico Kenneth Boulding utilizaba allá por los años 60 la metáfora de una “nave espacial Tierra” para recordarnos los límites del planeta, tanto en la extracción de sus recursos como en la capacidad de asimilación de los residuos. Su frase más conocida fue la de: “Quién cree que un crecimiento infinito es compatible con un planeta finito o está loco o es un economista”. Así, de no actuar razonadamente, los partidarios del decrecimiento opinan generalmente que se llegaría a una situación de decrecimiento forzado debido a esa falta de recursos.
El decrecimiento rechaza el objetivo de crecimiento económico en sí del liberalismo y el productivismo; en palabras de Serge Latouche (uno de sus principales defensores): «la consigna del decrecimiento tiene como meta, sobre todo, insistir fuertemente en abandonar el objetivo del crecimiento por el crecimiento, […] En todo rigor, convendría más hablar de “acrecimiento”, tal como hablamos de “ateísmo”». Por ello también se suelen denominar “objetores de crecimiento”.
Los partidarios del decrecimiento proponen una disminución del consumo y la producción  controlada y racional, permitiendo respetar el clima, los ecosistemas y los propios seres humanos. Esta transición se realizaría mediante la aplicación de principios y prácticas que surgirían una vez asumida una situación de recursos limitados: reducción de escala de los mercados, relocalización, incrementar la eficiencia, mayor cooperación, autoproducción  (e intercambio), fabricación de productos más durables (en oposición a la obsolescencia programada, etc.)


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