ALTERNATIVAS ECONÓMICAS: Decrecimiento y Renta Básica
Pero
 ¡ay!, he aquí que su progreso ha sido interrumpido y deshecho y,
 aunque el hombre haya conquistado la naturaleza y disponga del
 control de sus fuerzas para hacer con ellas lo que guste, aún le
 falta conquistarse a sí mismo, aún debe pensar cuál será el
 mejor uso de estas fuerzas de las que se ha adueñado. Porque
 actualmente sigue empleándolas a ciegas, neciamente, como si aún
 estuviera regido por el destino.
 Y es que podemos preguntarnos qué es
 el progreso.
 ¿Qué significa ese término? El pensamiento predominante sigue sin
 cuestionarse esta noción a pesar del tiempo transcurrido desde que
 Morris pronunciara estas palabras allá por 1884. ¿Qué es
 avanzar cuando
 no hay elección de una meta sino mera inercia? En realidad sí
 hemos asimilado en
 nuestra educación una
 meta social en forma de tecno-utopía. Pero ¿es el mero avance
 tecnológico un síntoma de bien y una promesa de mejora social? En
 tal caso se daría la paradoja de que ese tipo de mejora no
 implicaría nada esencial para nuestra forma de vida, pues ese
 propósito puede continuar sin final, comprometiéndonos eternamente
 con la misma dedicación sólo que en nuevos entornos. No cabe
 esperar una forma de vida mejor si, sea cual sea nuestro nivel
 tecnológico, siempre tenemos que bregar por mejorarlo.
 
La
 multiplicación del trabajo se ha convertido para nosotros en
 necesidad, y mientras eso continúe ninguna ingeniosidad aplicada a
 la invención de máquinas nos será de auténtica utilidad.
 Trabajo útil o esfuerzo inútil.
 William Morris, 1884
Es una cuestión que va más allá de la distinción entre capitalismo y socialismo -y quizá por ello Morris ha sido relegado como socialista heterodoxo-. Bajo el primero se da la contradicción de que cada innovación reduce la necesidad de mano de obra a la vez que se propone la innovación como solución al desempleo. Esto aboca al fracaso del empleo (y del autoempleo) como sistema de distribución de rentas, y hace urgente la adopción de una Renta Básica Universal (RBU). Pero aunque se renovara la actividad mediante empleo público garantizado que pusiera a todo el mundo a trabajar en favor de la misma clase de desarrollo ¿no estaríamos condenándonos a un modo de vida que puede cuestionarse como destino perpetuo? En el fondo está la cuestión de qué queremos ser. Y la cuestión de hasta donde podemos presionar al medio natural en el que hemos surgido como especie.
La
 conquista de la naturaleza ha concluido, ¿no podemos ya decirlo?, y
 nuestro asunto consiste ahora, y ha consistido durante largo tiempo,
 en la organización de la vida del hombre, que gobierna las fuerzas
 de la naturaleza.
A
 largo plazo, el progreso tecnológico trabaja contra nosotros si no
 cambia la lógica económica en la que estamos inmersos, y cada
 entusiasta logro en en este terreno puede terminar siendo una ayuda
 en la construcción del camino hacia el infierno [1] [2].
 Una tecnología no es más que un programa, un algoritmo, un cálculo
 expresado en formas materiales (en lugar de símbolos), que sólo al
 recibir energía produce algún efecto sobre la realidad. Mejorar
 ese cálculo constantemente dentro de una lógica económica que
 busca maximizar la producción no es más que potenciar la
 aplicación de energía a la transformación incesante del mundo. El
 aumento del PIB no debe ser un objetivo por sí mismo por
 el mismo motivo por el que preferimos no desarrollar ni hacer
 estallar más bombas nucleares.
Precisamente
 en nombre de la ciencia que nos advierte de los límites del
 crecimiento, tendremos que cambiar
 esta creencia básica de nuestra sociedad.
 Fascinados por el espectáculo de cambios materiales en el fondo
 simples, distraídos por cálculos para la acción y por sus efectos
 prácticos, hemos abandonado el progreso ético y político. El
 verdadero progreso, diría
 aventurando una respuesta, no
 consiste en calcular más sino en pensar mejor.
En
 consecuencia habrá que prestar más atención a los modelos
 económicos alternativos que apuntan hacia esta lógica de lo
 cualitativo y lo complejo, que ponen por encima lo no medible, lo
 que sólo puede avanzar en la deliberación compartida
 democráticamente. 
 
Concluía
 Morris el pasaje citado al inicio diciendo:
...acabar
 con el miedo a nuestros congéneres y aprender a confiar en ellos,
 derribar la competencia y edificar la cooperación,
 he aquí nuestra única necesidad.
Necesitamos
 pasar de poner el énfasis económico en el crecimiento a ponerlo en
 una distribución óptima, en cualquier caso suficiente para todos,
 de modo que podamos no crecer, de modo que podamos desinflar esta
 burbuja tecno-energética que nos destruye tanto como nos obnubila
 con las variopintas formas posibles de consumirla.
 En este sentido, en la segunda parte
 del congreso sobre
 Renta Básica Universal
 y decrecimiento  celebrado
 en Hamburgo este mismo año -aquí
 resumimos la primera parte-
 se pusieron estas dos propuestas en relación con otros
 planteamientos económicos alternativos. Lo que sigue es un resumen
 de estas charlas ceñido a la opinión de los ponentes. En
 un tercer artículo, dedicado a diversas controversias relacionados
 con esta temática que se plantearon al final del simposio,
 apuntaremos también algunas diferencias de planteamiento y
 conclusiones propias.
Renta Básica como oportunidad para una floreciente economía local y sostenible
Renta Básica como oportunidad para una floreciente economía local y sostenible
Christine
 Ax es
 experta en empresas pequeñas y artesanales, y llegó a la
 convicción de que una renta básica sería favorable para una
 economía local sostenible, basada en este tipo de empresas. Ha
 tratado en profundidad ambos temas, RBU y decrecimiento, en dos de
 sus libros, argumentando que la RBU es una oportunidad para dar
 forma a la gran transición que necesitamos.
Las
 pequeñas industrias y, sobre todo, las empresas artesanales son
 intensivas en mano de obra. Muchas de ellas ofrecen una amplia gama
 de buen trabajo y productos duraderos y su “sostenibilidad
 estructural” les aboca a jugar un papel importante en nuestro
 futuro. Facultan a las personas para proporcionar y para enseñar
 habilidades -cuidados, compartir, reparar, todo tipo de “hazlo tú
 mismo”- relevantes para una economía más allá del crecimiento y
 un estilo de vida menos intensivo en recursos.
Proporcionan
 puestos de trabajo que permiten desarrollarse. En estos negocios nos
 encontramos con una alta proporción de personas que están
 motivadas intrínsecamente, es decir, que les encanta lo que hacen y
 para las que, en muchos casos, el trabajo en sí es parte de su
 remuneración (no sólo el dinero). No todos, pero muchos, (sobre
 todo en los oficios artísticos y más artesanales), hacen lo que
 realmente quieren hacer. Pero para estabilizar y apoyar este tipo de
 economía necesitan una remuneración más justa y más seguridad.
Por
 ello la RBU podría ser una forma, (tal vez la más importante),
 para dar forma a una sociedad más allá del crecimiento, así como
 para conciliar economía y cultura. El conocimiento práctico y
 vocacional junto a los conocimientos generales tienen gran
 importancia tanto para el bienestar como para una economía
 sostenible.
Por
 último, dice Christine, “cuando estoy haciendo entrevistas con
 artesanos y empresarios con bastante frecuencia encuentro personas
 que están de acuerdo conmigo en este punto. Por tanto, una alianza
 estratégica con esta parte de nuestra economía podría ser
 fructífera y ayudaría a aumentar la comprensión de los conceptos
 de la RBU”.
La
 tercera revolución industrial y su efecto sobre el trabajo en el
 marco económico actual
Eva
 Nalbach analiza
 la posibilidad de que la llamada “tercera revolución industrial”
 cumpla los vaticinios de quienes auguran el colapso del sistema de
 mercado (y con él, del capitalismo) a causa de la disponibilidad de
 bienes de consumo abundantes y el colapso del sistema de precios.
 Esto nos llevaría a una realidad del empleo y del intercambio
 radicalmente nueva en la que sería concebible que las personas
 optaran por no trabajar a tiempo completo, y pasaran a centrar su
 vida en una existencia menos orientada al crecimiento, lo que suele
 presentarse como un posible abandono del sistema de mercado en favor
 de una sociedad organizada en torno a la economía colaborativa.
Para
 observar esto el estudio introduce en el modelo neoclásico la
 economía del “compartir” junto a una división de los hogares
 en capitalistas/empresarios y trabajadores, y se observa el efecto
 de esos cambios, además de la robotización, en la oferta de
 empleo. Los resultados indican que, si mantenemos el actual marco
 neoclásico, no hay evidencia de que el capitalismo vaya a
 autodestruirse sólo a través de cambios tecnológicos.
Por
 lo tanto se investiga bajo qué condiciones se pueden esperar
 cambios hacia el decrecimiento, junto una exploración de los
 efectos de una RBU en este sentido. La
 conclusión es que los cambios causados por la “tercera revolución
 industrial” dan un amplio margen para la esperanza, pero salvo que
 además se lleve a cabo un imprescindible cambio de reglas a través
 de cambios en las instituciones, la cultura y los valores, esta será
 una oportunidad perdida con consecuencias potencialmente
 devastadoras para la igualdad y la ecología.
RBU
 y Economía del Bien Común (EBC). “Relación difícil” o
 “Asociación ideal”
Otto
 Lüdemann y Bernd
 Fittkau investigan
 la relación entre estas dos propuestas. En principio es imposible
 comparar las metas operativas de ambos movimientos. Ni la EBC
 garantiza una seguridad económica para todos, ni la RBU por sí
 misma orienta a las empresas hacia el bien común. Pero tiene
 sentido tener en cuenta ambos movimientos desde el punto de vista de
 su marco general de valores.
El
 marco de valores de la EBC se evidencia en su Balance
 del Bien Común, basado en
 valores como dignidad humana,
 solidaridad, sostenibilidad ecológica, justicia social,
 participación democrática y transparencia. La
 RBU se basa en valores como
 seguridad económica básica, equidad social y libre
 desarrollo personal. Salta a la
 vista su complementariedad. Los valores relevantes para la EBC se
 corresponden también con los objetivos que persigue la RBU. En
 ambos casos se plantean preguntas críticas sobre el crecimiento
 económico a cualquier precio, ya sea como resultado de un profundo
 respeto por la sostenibilidad socio-ecológica, o debido a que una
 renta básica liberaría a las personas de tener que aceptar
 cualquier trabajo para poder sobrevivir.
Una
 pregunta abierta es si una RBU se ajusta completamente con la
 práctica económica de las empresas en la EBC. Por ejemplo, estas
 empresas podrían estar preocupadas por la pérdida de motivación
 de los trabajadores cuando estos se benefician de una renta básica.
 Otra preocupación podría ser si la necesidad de financiar la renta
 básica obligará a las empresas a volver al principio de la
 maximización del beneficio. Sin embargo, un examen más detallado
 muestra que tales preocupaciones son infundadas. Especialmente si se
 plantean formas de financiar una RBU, por ejemplo a través de una
 reforma fiscal socio-ecológica, que crean oportunidades para una
 cooperación estrecha, e incluso una articulación de los dos
 movimientos. Este tipo de impuesto establece incentivos para una
 toma de decisiones responsable.
Resumiendo,
 EBC y RBU defienden el objetivo común de la sostenibilidad social y
 ecológica de diferentes maneras, pero ambas tienen el potencial de
 fortalecerse mutuamente. Son elementos complementarios en el camino
 hacia una “economía de transición” realista.
Perspectivas
 desde la revolución de los cuidados sobre el decrecimiento y la RBU
Actualmente
 diversos enfoques alternativos desafían la economía de mercado
 capitalista dominante con su imaginario de crecimiento, pero en su
 mayoría omiten una explícita perspectiva de género. Por
 ello Sandra
 Antelmann, en
 su tesis "Suficiencia, Comunes y Cuidados. Aproximación a los
 movimientos de decrecimiento urbano", trata de compensar esta
 carencia desde la perspectiva de la ecología política feminista y
 la economía política feminista, especialmente con una perspectiva
 feminista(-queer) para economías alternativas como la Economía
 Común (Ecommony,
 Habermann) y la Economía de los Cuidados, incluyendo el cuidado de
 las culturas naturales, (Care
 Economy, Puig de la Bellacasa),
 llevando estas a una relación reflexiva (Economía de Cuidados
 Comunes,  Carecommony)
 y aplicándolas a escala urbana (Harvey, Hardt / Negri) con ejemplos
 como la jardinería urbana y la permacultura. Ahora está preparando
 su proyecto de doctorado en el que quiere vincular
 la carecommony con
 los movimientos de resistencia urbanas.
Recientemente
 se ha celebrado también en Hamburgo la “Semana del cambio. ¡Una
 buena vida para todos es posible!” vinculando muchas iniciativas,
 proyectos y movimientos como la economía solidaria, la RBU y la
 revolución de los cuidados, Todos estos enfoques se oponen al
 discurso dominante en el debate sobre la sostenibilidad,
 ese crecimiento
 verde o inteligente que
 busca una disociación entre el crecimiento económico y el impacto
 ambiental por medio de la eficiencia y de innovaciones tecnológicas,
 lo que empíricamente siempre se ha visto frustrado por efectos
 rebote. Especialmente el feminismo ha diagnosticado múltiples
 crisis: económica, ecológica y de reproducción social, y subraya
 la estrategia de sostenibilidad de la suficiencia, no como
 abstinencia individualizada sino sociopolítica.
La
 economía del cuidado y la revolución de los cuidados apuntan a una
 buena vida con abundancia de tiempo, y se inspiran en modelos
 orientados a las necesidades de las formas de vida sociales y
 colectivas. Esto está en sintonía con la RBU al cuestionar y
 redefinir el concepto de trabajo,
 resaltando la diversidad de ocupaciones socialmente necesarias más
 allá del trabajo asalariado. La RBU podría fomentar así una
 división del trabajo con justicia de género, y ayudar a resolver
 la dicotomía y la jerarquización entre producción y reproducción,
 por ejemplo en el concepto de la ReProductividad (del enfoque
 Economía del Cuidado, Biesecker et al.) que incluye también la
 productividad de la naturaleza.
Para
 aplicar un cambio socio-ecológico a la relación entre economía y
 naturaleza son necesarios puntos de entrada y estrategias
 transitorias. Muchas iniciativas ya experimentan en su práctica
 diaria con enfoques alternativos como la agricultura comunitaria o
 proyectos de vivienda auto-organizados y basados en la solidaridad.
 Esta diversidad creativa puede fomentar procesos de aprendizaje
 colectivo en los que la comprensión de lo que es deseable y
 necesario cambia y permite nuevos imaginarios (post-capitalistas)
 para las comunidades emergentes (Muraca, Gibson-Graham). Una RBU
 podría sentar las bases para lograr un mayor comunitarismo y más
 cuidados, entre los seres humanos y los no humanos, en un mundo en
 decrecimiento.
¿Cómo
 compensar la reproducción social y ambiental? Dos dilemas, una
 solución común
Cuando
 se trata de medidas tradicionales, como la riqueza, el empleo y la
 pobreza, nuestra generación es la primera que se define por la
 inseguridad económica y la precariedad en general. Sin embargo,
 estamos utilizando una cantidad de recursos y produciendo una
 cantidad de residuos equivalente
 a 1,6 planetas.
 A pesar de todas las evidencias y números de la ciencia, nuestro
 comportamiento no ha cambiado. Resulta claro, por tanto, que los
 dilemas sociales y medioambientales tienen que ser abordados con
 argumentos éticos -concluye Nina
 Šoštarič-.
Desde
 la Segunda Guerra Mundial hemos sido absorbidos por el imperativo
 del PIB, que se ha convertido no sólo en la medida del éxito, sino
 también en nuestra religión y en nuestra ética. En consecuencia,
 estamos viviendo en un mundo donde 62
 individuos poseen tanta riqueza como la mitad de la
 población mundial.
 El problema fundamental con el crecimiento es que, por un lado, se
 basa en el trabajo no remunerado en el ámbito de la reproducción
 social, y por otro lado, parasita la reproducción del medio
 ambiente. El trabajo de cuidados no suele valorarse como trabajo
 sino como tareas insignificantes. Quienes realizan este trabajo
 viven en situación de enorme precariedad, sin reconocimiento ni
 redistribución por su contribución a la sociedad. Tradicionalmente
 la economía del cuidado es asumida por la fuerza de trabajo de las
 mujeres, y aunque nuestro bienestar y nuestro bienvivir dependen de
 ello, no cosecha tanto respeto social como la economía empresarial,
 tradicionalmente dominada por hombres. Sin embargo, el cuidado tiene
 un papel específico en nuestras vidas y relaciones.
La
 degradación de la biosfera está dejando claro que la comunidad
 global tendrá que reavivar la reproducción ambiental e imponer más
 regulación e impuestos sobre la contaminación y el agotamiento de
 los recursos. Los costes de restaurar la naturaleza se están
 arrojando sobre las generaciones futuras. La justicia generacional
 requiere poner a las personas por delante del beneficio y acentuar
 la solidaridad. Se está volviendo inevitable compensar la
 reproducción tanto en el ámbito social como en el medio natural.
 La RBU, preferiblemente pagada en moneda local como provisión para
 el trabajo de cuidados, financiada mediante una fiscalidad verde,
 concretamente impuestos al consumo, reduciría la huella ecológica
 y contribuiría a una mayor autonomía. La RBU ampliaría la esfera
 autónoma en la cual criamos a nuestros hijos, cultivamos nuestros
 huertos orgánicos y disfrutamos de la naturaleza. Si es pagada en
 moneda local promovería los mercados locales de alimentos y otras
 economías locales. La introducción de impuestos progresivos sobre
 el consumo, la publicidad y otras actividades ambientalmente dañinas
 restringiría la globalización, y ofrecería a la naturaleza la
 oportunidad de recuperarse de la invasión humana.
En
 general, estamos frente a una consideración ética. Afrontar la
 lucha contra la desigualdad y la justicia generacional podría
 confirmarse como la única solución para mantener la democracia.
Renta
 y distribución básicas
La
 distribución del ingreso y del trabajo es un efecto secundario
 positivo previsto en las distintas propuestas para implementar una
 RBU, lo que por otra parte, está provocando miedo e incluso un
 mayor control del poder y los recursos. Existe una amplia variedad
 de apelaciones en favor de otra economía que se base en la
 producción comunitaria y sin
 ánimo de lucro,
 probando que algo debe cambiar. Ingrid
 Wagner intenta
 mostrar que la RBU podría ser de ayuda para tales formas de
 economía alternativa, sin importar en qué lugar del mundo tengan
 lugar. 
 Los proyectos de agricultura sostenida por la comunidad ya ponen en
 práctica estas vías alternativas con éxito a fin de encontrar
 maneras de satisfacer la falta de acceso a la tierra y a la riqueza
 o a maquinaria, con un modo de producción de alimentos que faculta
 a aquellos que no pueden tener este acceso por sí mismos
 (recuperando la soberanía alimentaria). De ese modo se revitalizan
 los antiguos Bienes Comunes de una manera moderna, pero también se
 hace hincapié en la necesidad de una RBU (para poder comprar lo que
 era originalmente gratuito y de libre acceso para todo el mundo,
 digamos, en tiempos precapitalistas).

No hay comentarios:
Publicar un comentario