LA VIOLENTA PROPIEDAD DE LOS MEDIOS TAMPOCO ES NEUTRA
Los hechos a raíz del desalojo del
Banc Expropiat han
puesto sobre la mesa cuestiones que son latentes en el día a día pero que, en
contexto de enfrentamiento, se convierten en manifiestos. El conflicto está
siempre, pero cuando se agudiza, es más visible. Los necios miran el dedo que
les señala la luna, por muy llena y brillante que ilumine la oscura noche del
capitalismo.
Muchas han sido las
personas y medios que se han apresurado a criticar la respuesta contundente de
manifestantes contra el desalojo del Banc Expropiat. Hablamos de gente que, tal
vez, ni sabía que existía este proyecto que ya hacía cinco años que acumulaba apoyo
social y creaba tejido vecinal. Sólo por el hecho de que se haya hablado, y en
tantos lugares, ya ha tenido sentido la respuesta.
Y es que es eso, el grito
de las sin voz, lo que nos lleva a muchas a romper la legalidad y las normas
establecidas para poder hacernos sentir, para poder hacer aquel grito
desgarrado que dice "existimos". Y en este caso, acompañado de un
"volveremos al Banc". Se han roto cristales para romper el silencio,
se han quemado contenedores para quemar las censuras. Hemos roto vuestra paz
social para demostrar que era una guerra vital, del capital contra la vida.
No es épica revolucionaria,
es la pura materialidad de los hechos. Cuando con ciertas acciones eres
invisible y con ciertas otras obras portadas de los medios, no es épica, son
hechos. Cuando con ciertas manifestaciones apenas si alguien sabe que existes y
con otras recuperas Can Vies, por ejemplo, no es épica, son hechos. La
revolución es darse cuenta en cada momento de los medios a utilizar y saber
emplear, sin apriorismos que descarten siempre unos ni alaben siempre otros.
Por todos los medios, con todos los análisis.
La parte revolucionaria
ocurre cuando rompemos tabúes, cuando se tienen debates y posicionamientos en
ciertos espacios donde, hasta ahora, todo era incuestionable. Y se convierten
en hechos materiales. ¿Alguien imaginaba a Xavier Trias, portavoz del partido
de la burguesía catalana por excelencia, cuestionando el desuso de una
propiedad privada que no se utiliza? No ha sido la épica revolucionaria quien
lo ha hecho cambiar de opinión, sino la certeza de nuestros planteamientos
defendidos a capa y espada, es decir, con propaganda y manifestaciones, con
consignas y cristales rotos, los que han puesto sobre la mesa que algo no va
bien. Estos días he visto personas y espacios políticos afrontar debates sobre
la situación post-desalojo del Banc Expropiat con parámetros que no imaginaba:
la valoración de la labor social y el cuestionamiento de la violencia extrema
de los Mossos han prevalecido en la crítica cuñada de barra de bar contra
"los violentos antisistema de aquí y de fuera que sólo buscan romper
cosas" que intentan imponer los medios.
El Quijote llevaba la pluma
y la espada. Hoy, podríamos parafrasearlo diciendo que lo hemos conseguido con
el cartel y con el martillo. Y sin duda, una de las piezas claves ha sido poder
disponer de nuestros propios medios. Desde las redes sociales hasta las
publicaciones periódicas, digitales y en papel, aquellos medios que no se
someten al dictado del capital, que es quien les paga.
Más de un ciudadano
indignado por el precio de los contenedores quemados debería dejar de
"pensar" lo que le dicen que le debe preocupar y ver cuántos
contenedores cuesta mantener la propiedad privada de un particular. Estos días,
ha habido cientos de Mossos -BriMo y de paisano- movilizados durante horas y
horas. ¿Cuánto vale todo esto? Por no hablar del helicóptero, que cuesta unos
3.000 euros la hora. ¿Esto no les preocupa a sus bolsillos bien pensantes?
Dirán que les preocupa la
convivencia, pero quien la ha roto ha sido la BriMo efectuando el desalojo de
un espacio que durante cinco años no había llevado ningún problema de
convivencia, al contrario. Es más, hablar de convivencia con la violenta
situación de crisis sistémica que vivimos es de ceguera, de cinismo o de
privilegio. Que hable de convivencia quien ni se inmuta ante los miles de
personas desahuciadas cada año en los Países Catalanes y otras partes. Que
hable de convivencia quien ni se inmuta ante el fraude fiscal de las grandes
fortunas. Que hable de convivencia quien ni mueve un dedo por los miles de
familias sin ingresos o con unos que no les permiten salir del umbral de la
pobreza. Que hable de convivencia quien le da igual un paro estructural
endémico que condena gran parte de la población a la miseria. Que hable de
convivencia quien se enfada más por un corte de calle que por el feminicidio
que se está denunciando. Que hable de convivencia quien ignora las decenas de
suicidios provocados por la crisis económica.
¿Desea hablar de violencia en
las manifestaciones? Hablemos. Hablemos de violencia contra las personas, que
reciben golpes de porra en la cabeza -ilegales- por parte de Mossos que saben
que saldrán impunes de hacer perder un ojo o con una condena ridícula para
reconocer haber asesinado a una persona. Esto es la convivencia que tanto les
preocupa. ¿Y por qué nos pegan, a las manifestantes? Pues por manifestarnos y
estar denunciando todo esto. Ni que no rompamos nada, tienen la orden.
Los Mossos están allí para
proteger el orden establecido, que no es otro que el de la propiedad privada. Y
los medios de comunicación oficiales, privados o públicos, están allí para
encubrirlos, defenderlos o justificarlos, mientras criminalizan la protesta.
Pero a vosotros os preocuparán más los contenedores -que también pagamos las
manifestantes- y los cristales -que pagan las aseguradoras- que nuestras vidas,
que las vidas de las miserables y las desposeídas, que las vidas de las sin voz
-y a menudo, ni techo, ni comida, ni futuro-, las vidas de las que llevamos un
mundo nuevo en nuestro corazón e intentamos construirlo a pesar de la
legalidad. Porque con la desobediencia hemos aprendido que tiene mucho más peso
la legitimidad que la legalidad.
Los medios se deben a su
dueño y a fe que se invierte. La policía tiene el monopolio exclusivo de la
violencia física y a fe que lo ejerce. Estado, medios y policía encubren la
violencia material, simbólica y cultural que consigue que tú te preocupes más
por los daños materiales que ni te afectan, que los daños personales de alguien
que podría ser tu vecina o tu compañera de trabajo. O tú misma, el día de
mañana.
Nosotros no tenemos
propiedades ni medios y por eso vivimos la violencia cotidiana. Hemos roto la
violencia sistémica con los medios que hemos tenido al alcance, de prestado, no
en propiedad. Y es eso lo que violentamente defienden -su mundo- y combaten -el
nuestro-. No les preocupa tanto la propiedad privada de su mundo, como la
construcción de un mundo alternativo y antagónico donde la propiedad está supeditada
a la vida digna, imposible dentro de su sistema.
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