SOBRE LA LIBERACIÓN
¡Oh, humanidad!, ¡Humanidad! ¿Es posible que durante
sesenta siglos hayas vivido en tanta abyección? Te llamas santa y sagrada y no
eres más que la constante y gratuita prostituta de tus lacayos, de tus curas y
de tus soldados. ¡Tú lo conoces, y sin embargo, lo sufres! Estar gobernado
equivale a estar con guardias de vista, a vivir inspeccionada, espiada,
dirigida, legislada, reglamentada, hollada, adoctrinada, sermoneada,
violentada, estimada, apreciada, censurada, y mandada por hombres que para ello
carecen de títulos, de ciencia y de virtudes… Estar gobernado equivale a estar
registrada, tarifada, timbrada, medida, cotizada, licenciada, privilegiada,
enmendada, amonestada, violada, impedida, reformada, dirigida y corregida en
cada operación, en cada transacción, en cada movimiento que emprendas. (Idea
general de la revolución en el siglo XIX. Proudhon. 1851)
Hace más de 500 años en el “Discurso
sobre la servidumbre voluntaria o Contra uno” Etienne de la Boetié
plantea la cuestión de la legitimidad de cualquier autoridad sobre un pueblo y
analiza las razones de la sumisión; concibe la servidumbre voluntaria, esto es
la relación dominación/servidumbre, como un oxímoron político que designa los
muchos casos en los que las personas, en apariencia libres, aprenden a amar sus
cadenas y se olvidan de la libertad.
Hablaremos de poder como una propiedad
de las relaciones existentes entre grupos sociales e instituciones que se
desarrolla mediante el control que ejerce un grupo sobre las acciones
(conductas) y las mentes de los miembros del grupo, sobre la voluntad y la
acción de los otros. Este control limita la libertad de acción de los otros o
influye en sus conocimientos, actitudes o ideologías.
El poder puede ser distribuido en
diferentes grupos de acción (política, médicos, ley, educación, comercio,
salud…), mediante un ejercicio legal aunque moralmente ilegitimo del control
sobre los demás buscando el propio beneficio.
El poder permite un acceso privilegiado
a los recursos, materiales, simbólicos o físicos (violencia) de una forma
organizada e institucionalizada para un control más efectivo, y autorizar
determinadas formas de rutina de la reproducción del poder para su
naturalización.
Dimensiones
del poder
El poder tiene dos dimensiones desde el
punto de vista de la forma de ejercerlo:
· Dimensión cognitiva del control.
· Dimensión de la fuerza
La dimensión cognitiva se despliega
mediante el control de las aspiraciones, deseos, planes o creencias compartidas
de los oprimidos. El poder opera a través de la mente de las personas a través
de la persuasión, la manipulación, la sanción, etc. legitimando mediante
atributos o posesiones valorados que están distribuidos de manera no equitativa
favoreciendo a las clases privilegiadas, estas pueden ser la riqueza, la
posición, el estatus o la autoridad.
El ejercicio y mantenimiento del poder
se da en un ‘marco ideológico’ mediante cogniciones socialmente compartidas
recurriendo a los deseos básicos de las personas como el bienestar, la
necesidad de reconocimiento y vínculos sociales y la afirmación de la propia
personalidad; provocando un salto cualitativo hacia unas pretensiones
‘pecaminosas’ como el deseo de poder, el ejercicio de mecanismo de dominación y
legitimación de estas apetencias.
La dimensión de la fuerza se ejerce
directamente mediante compulsión hacia las personas.
Estructuras
de poder
Las personas estamos insertas en un
mundo de mediaciones e instituciones (familia profesión, ciudad, economía,
Estado, cultura, religión…); la comunidad humana es algo más que la suma de
personas, existen las ‘estructuras de convivencia’; la humanidad está inscrita
en diferentes órdenes (sexual, social, lingüístico, religioso, moral,
económico, arquitectónico, laboral, científico, político, jurídico, militar…).
Cuando estas estructuras responden a la
voluntad de un esfuerzo organizado para favorecer o defender a un grupo, con
unos determinados intereses, en detrimento de otros, y para ello se basan en la
explotación y en la injusticia; cuando ‘cristalizan’ los egoísmos individuales
en estructuras permanentes y dejan sentir su capacidad de poder y opresión;
estaríamos hablando entonces de ‘estructuras opresoras’ o ‘estructuras de
dominación’.
En nuestra sociedad existen de una
manera latente una serie de relaciones e interacciones que denominaremos estructuras
de pecado y que provocan dolor a quienes las padecen y beneficio a una
minoría dominante que se aprovecha egoístamente de este tipo de estructuras que
aparentan naturalidad.
Las estructuras de poder impiden
desplegar en toda su amplitud las facultades de las personas y los pueblos;
convirtiendo las diferencias en desigualdades, existiendo multiplicidad de
formas de opresión; estas estructuras provocan:
· Explotación e injusticia
· Marginación
· Carencia de poder
· Violencia
· Dolor
· Desarraigo social como incapacidad de dar sentido a
la existencia por la desintegración de las instituciones que la sostienen
· Pérdida de la propia cultura
Tipos
de estructuras
Existen
diversas estructuras de dominación en función del tipo de sociedad. La
estructura nos indica el tipo de desigualdad existente. Algunas de estas
estructuras son:
· Heteropatriarcal: Basada en la superioridad de los
varones sobre las mujeres y presentando como pecaminosas las relaciones
sexuales entre las personas del mismo sexo.
· Clasista: Orden por el cual las clases más
pudientes, disfrutan de un mayor rango social que las clases populares,
utilizando la propiedad como símbolo de poder.
· Racista: Presenta la raza como un valor al que deben
de subordinarse el resto de las etnias o razas con las que convive.
· Colonialista: Se expone la historia universal como
una forma de progreso, que presenta como punto culminante la victoria de
Occidente, sirve como coartada para la rapiña de recursos sobre los pueblos
colonizados.
· Urbana: Se exhibe lo urbano como lo civilizado en
detrimento de lo rural.
· Científica:Se denuncian otro tipo de sabidurías como
inferiores o incluso peligrosas.
· Edadista: Lo joven como estado vital superior, la
velocidad como un estado óptimo, la vejez como enfermedad y falta de vitalidad,
la muerte se esconde, sólo aflora como espectáculo.
· Adultista: Los niños como objeto de adiestramiento y
domesticación, exhibidos como adultos en pequeño sin respetar la infancia.
· Etnocentrista: Una actitud que consiste en
considerar al grupo o cultura propia como superior, y es despreciativo respecto
a otro tipo de sociedades.
Estas estructuras se inscriben dentro
del sentido que una sociedad se presenta a las personas que la forman, son
coherentes con la forma de vivir, estos se articulan entre sí, no pudiendo
tratarse como variables independientes, sino que la opresión de cada relación
está inscrita en las otras –es constituida por y es constitutiva de las otras-.
Las ‘estructuras de dominación’
configuran el comportamiento de las personas en función de la posición que
ocupan en la jerarquía social. Se selecciona de esta manera a mujeres y a
hombres para ser funcionales a las clases dominantes.
La
cuestión de la liberación y el decrecimiento.
Una vez definido nuestro ‘problema’,
como la formación de Estructuras de Dominación; Uno se
siente tentado de emparentar la noción de ‘liberación’ con la búsqueda de una
arcadia antigua, una vuelta al paraíso o una utopía futura.
Allí donde las personas viven en
comunidad no están de una manera contigua, unos junto a otros sino que están
insertos en un mundo de ‘mediaciones’ y de instituciones. Por ello la comunidad
humana es algo más que la suma de individuos.
Pero, por esta misma razón, esa
comunidad y sus estructuras de convivencia pueden con más facilidad crear una
serie de situaciones que hagan necesarias (y por eso aparentemente razonables)
aquellas conductas que favorecen las codicias individuales, aunque hieran la
vida y la dignidad de otros muchos. Por ello cada persona individualmente
dentro de la comunidad funciona como ‘víctima y verdugo’ de estas estructuras
de dominación.
La dominación es gradual y puede topar
con resistencia o contrapoder de los grupos dominados; siempre está presente la
variable de la liberación.
El sentido último del cambio social es
terminar con las estructuras opresivas mediante un proceso de deconstrucción de
las subordinaciones.
Desde una visión decrecentista pondremos
en valor dos enseñanzas para luchar contra las estructuras abusivas:
· La autogestión colectiva y la democracia
participativa
· El valor de la persona y el valor de la vida
Autogestión
colectiva y democracia participativa. Salir de la adicción jerárquica
Un modelo de dominio se basa en los
mitos y en la retórica de la independencia, la superioridad y el control. La
burocratización creciente de las sociedades y de sus servicios principales
(administración, salud, educación, justicia, representación política – incluso
comunidades de vecinos- …) visualiza una tendencia general a la cesión de las
propias capacidades y responsabilidades, y a la delegación de una cuota de
poder personal. Se siembra la sospecha, por otra parte, que participar en la
política no sea civismo sino el síntoma de una ambición personal, y nos hacen
creer que la lucha competitiva es obligada. Todos los racismos -por sexo,
condición social, credo religioso o color de piel- nacen de esta cultura de la
superioridad, incentivada por la mayoría de culturas. Hay que salir de este
imaginario, de este modelo mental “único” y de las prácticas que genera en
todas las escalas, grandes y pequeñas.
El decrecimiento apuesta por la
autogestión, es decir, la gestión directa de la realidad que nos afecta:
alimentación, comunicación, educación, salud… Por supuesto, la autogestión
conlleva una necesaria simplificación y readaptación de las herramientas de las
que nos servimos, junto con el abandono de muchos de los productos, en un
amplio sentido de la palabra, actualmente presentes y que no necesitamos en una
sociedad decrecentista (estados, burocracias, mercados bursátiles,
corporaciones, ejércitos, supermercados, nucleares…).
La democracia participativa es clave en
el éxito de un sistema colectivizado, de manera que se adapte a todas sus
participantes de la mejor manera posible, y siempre abierto a modificaciones y
mejoras decididas desde la base.
La aceleración de los últimos 50 años ha
“liquidado” estructuras sociales y formas de convivencia muy antiguas. El ser
humano es un mamífero, por el que la socialidad y la identificación en un grupo
tiene valor de supervivencia. El haber sustituido los “bienes relacionales” con
el consumo de bienes materiales no siempre ha supuesto una mejora de nuestra
existencia. El reencuentro de la socialidad y de los bienes que las personas
pueden intercambiarse sin hacer uso de dinero es un paso importante en la buena
dirección. Un retorno a formas de propiedad pública o comunitaria del
territorio (referido a la nula propiedad, con posible usufructo privado)
permitiría dar solidez a experiencias de moneda local en beneficio de la
comunidad, para favorecer intercambios dentro de un área geográfica concreta.
El ámbito local también es propicio para formas de democracia más participada,
con un mayor grado de consenso y de corresponsabilidad sobre el futuro
colectivo.
El decrecimiento es una propuesta de
cambio en el ámbito político, económico, social y ecológico. Supone una
recuperación del espacio público mediante la democracia real (poder del pueblo
que toma todas las decisiones, hay delegados y no representantes). Es una sociedad
descentralizada y autónoma, con una economía local y reducida (de calidad,
acabando con la importación, la obsolescencia programada, etc.). También supone
una democratización de la comunicación para que todo el mundo tenga la misma
voz y se pueda desechar de los medios el discurso materialista y llenar el
vacío existencialista.
El
valor de la persona y el valor de la vida
El decrecimiento tiene importantes
puntos de encuentro con las luchas feministas y la deconstrucción del
patriarcado, por ejemplo a la hora de valorizar y reconocer el trabajo no
productivo, que muchas veces recae sobre las mujeres, y buscar una
redistribución equitativa de las tareas. La propuesta de la economía feminista
de poner en el centro el mantenimiento de la vida es más sostenible puesto que
el consumo deja de ser el motor de la sociedad. Además va de la mano de la
propuesta del decrecimiento, que aboga por reducir el mercado, la producción y
el consumo, para vivir mejor con menos y valorar las pequeñas cosas de la vida
que nos dan alegría.
El decrecimiento propone construir otras
formas de vida basándose en las relaciones sociales, la cercanía, la
austeridad, la vida en común y la ralentización del tiempo. Elementos que lejos
de ser limitantes son los que enriquecen la vida y la llenan de alegría. No son
nuevos los estudios que apuntan que la felicidad subjetiva no está asociada al
consumo y al dinero sino más bien a la vida comunitaria donde prima la
relación. El feminismo añade que además se trata de construir formas de vida que
tienen como sustrato el cuidado colectivo, reconociendo que las personas somos
seres vulnerables e interdependientes.
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