PÀGINES MONOGRÀFIQUES

28/12/15

Solo gracias a la capacidad de cooperación y amor de los seres humanos se ha sostenido la historia de las distintas civilizaciones

“Nos fagocitaremos a nosotros mismos,
lo que es una ventana de oportunidad 
para amortiguar algo el descenso.”
DURANTE Y TRAS EL COLAPSO: 
La Revolución Solidaria (1ª Parte)
Resulta un tanto irónico que las soluciones que se daban hace décadas para evitar el colapso de nuestra civilización sean prácticamente las mismas que las que vamos a defender y usar para adaptarnos al colapso e incluso las mismas que dentro de un siglo –si conseguimos evitar la barbarie– perseguirán los constructores de las nuevas civilizaciones a lo largo del milenio.

Sé que es un riesgo tratar de prever lo que va a pasar en el futuro cercano y parece pura especulación siquiera intuir por dónde puede caminar la humanidad durante este milenio. Sin embargo, la historia de la humanidad se mide en muchas decenas de milenios y no son pocos los transcurridos ya desde la última glaciación. Así que una perspectiva histórica amplia puede ayudarnos tanto como nuestra acumulación sin precedentes de conocimientos.
En La Revolución Solidaria (IEPALA 2001), cuyo esqueleto tiene ya dos décadas, me propuse ser optimista porque llevaba ya un tiempo entre ONGs de desarrollo humano y ecologistas. A mis amigos de batallas y a mí nos pasaba frecuentemente que las noticias del día y el conocimiento de nuestra Historia anegaban nuestro optimismo, tratando de hundir los ánimos que nos impulsaban a seguir luchando para salvar a la humanidad y para salvar la Tierra. Apliqué un análisis científico y otro artístico pero con espíritu y sesgos optimistas.


En el análisis de la realidad de entonces no entró el tema del pico de los recursos finitos, en especial del petróleo convencional, a pesar de que mientras escribía el libro leí el artículo de Campbell y Laherrère de 1998 que me pareció revelador [1]. Pero la vorágine de las injusticias humanas, la deforestación y la sobrepesca y sus consiguientes pérdidas de biodiversidad, y el cambio climático, no dejaban casi espacio para otro aún más. Parte de mi análisis venía de decir sí a charlas, cursos y conferencias relacionados con la demanda de la época: los Desarrollo Sostenible, Biodiversidad y Cambio Climático ocuparon mi agenda de profesor que cree que la tercera pata, la divulgación, es también importante (las otras dos patas son obviamente la docencia y la investigación, las únicas que se valoran en la Universidad). En todo caso, estos temas eran suficientes para saber –y ya había de hecho bastante consenso científico- que el mundo iba por la carretera del colapso pisando el acelerador.
Sin embargo, aunque con dudas, muchos teníamos la esperanza de que una mezcla de revoluciones transformaría esta Civilización a tiempo para no tener que pasar por un colapso traumático.
Lo que desarrollé entonces fue una cadena de argumentos sencillos:
1.              La gravedad del problema es inmensa por lo que:
2.              Es urgente una revolución tecnológica –que es nuestra vía característica de interacción con la naturaleza y entre nosotros-. Pero esta revolución tecnológica tiene que ser dirigida en una dirección adecuada, por lo que:
3.              Se necesita una revolución económica y política urgente que elimine además la enorme desigualdad humana a escala planetaria; pero a su vez esta revolución necesita, para poder darse, que la humanidad:
4.              Se embarque en una urgente revolución ética y de valores; espiritual.

Al conjunto lo llamé Revolución Solidaria. Ésta Revolución (de incluso más entidad que la Agrícola e Industrial) debía hacerse en las siguientes décadas y completarse prácticamente del todo antes del 2030 (ya que los Límites al Crecimiento nos indicaban que antes de esa fecha comenzaba el largo descenso).
Hoy sonrío con mi exceso de optimismo. En parte era buscado, pero entonces pensé que el instinto de supervivencia como especie sería nuestro acicate. Esto y la contundencia y el consenso con que la ciencia nos advertía, ya que después de todo, la ciencia se suponía había sustituido parcialmente a otras iglesias de tipo deísta a la hora de dirigir la opinión.

Resultó que nuestro instinto de supervivencia como especie es muy flojo (se sabía, porque desde la antropología se tenía claro, pero no imaginé cuán poco), y tampoco nos movemos ni por los más mínimos de la racionalidad de la que tanto presumimos cuando nos comparamos con los otros seres vivos (se sabía, porque desde la sociología y la psicología se tenía claro, pero no imaginé cuán poco).

Luego seguí aprendiendo de cientos de conversaciones y lecturas: Muchas personas no querían llegar al punto 1º porque preferían ignorarlo y/o porque veían imposible que nos moviéramos por la Revolución Solidaria: nuestra cultura ha generado legiones de creyentes en que nuestros instintos son básicamente de lucha egoísta en una arena competitiva que resuelve los problemas o pone a cada uno en su sitio, a la vez que nos hace descreídos hacia nuestros instintos –que son como mínimo los mayoritarios- de cooperación, amor y solidaridad.
En realidad nos comportamos insolidariamente por nuestra gran capacidad de terminar haciendo lo que creemos; como dicen genialmente Durán y Reyes en En la espiral de la energía: “vemos lo que creemos” bajo el dictado de nuestra cultura incluso por encima de nuestros instintos, genes o como quieran llamarlo (esa libertad paradójicamente es la que hoy nos hace menos libres, incapaces hasta ahora de elegir la vía solidaria).
Otras personas pasan por el punto 1º pero se quedan en el 2º. Son nuestros archiconocidos tecno-optimistas, dominados por el mito del progreso. No querían oír hablar mucho de la gran desigualdad humana porque intuyen que el tema no es solo resoluble tecnológicamente; normalmente son gentes sin estudios en antropología, historia, sociología y filosofía; suelen ser ingenieros o científicos de ciencias básicas (físicos, químicos, bioquímicos) y/o creyentes compulsivos de la religión cientifista más reduccionista. La desigualdad humana y ecológica es para ellos un tema tan  incómodo como mínimo.
Entre unos y otros creyentes impedirían la Revolución Solidaria que impediría el colapso de nuestra Civilización. Unos pocos creen que esos cuatro puntos o similares siguen siendo factibles aún hoy.

A estos lectores les gustó la Revolución Solidaria, sobre todo su carga artística-espiritual. Y después de todo iba dirigido el libro a ellos, pues necesitaban ánimos para contribuir a conformar una masa crítica que aunque minoritaria sí podía desatar los cambios que movieran al mundo (Prigogine [2] y otros termodinámicos dicen que a veces, sin que sepamos bien porqué, en un sistema complejo alejado del equilibrio –lo que vale para una sociedad humana- una parte pequeña puede cambiar rápidamente el todo).

Quizás ese 1% despierto ayudara a despertar al 98% dormido, que como dice Chomsky, “ni sabe que lo está”. Pero este razonamiento de cambio desde la minoría vale también para el 98% dormido y especialmente para ese 1% más rico de la humanidad que está despierto. La historia reciente ha mostrado que nuestra minoría no ha cambiado de raíz el mundo, incluso muestra que la minoría ultrarrica tiene más probabilidades de hacerlo (maneja un flujo mucho mayor de energía y, por supuesto, de poder); pero había que intentarlo. Además, en contra nuestra estaba que las inercias de nuestro sistema eran de un tamaño muy superior al que ya entonces imaginábamos. En los cuatro puntos.

La gravedad de los problemas era mayor, no sólo porque no contábamos con el que se convertiría en el primer gran obstáculo: el del acceso a un flujo grande de energía y con él de materiales (suelos, agua y minerales), sino porque además en realidad se quedaron cortos: eran conservadores; en parte por la propia naturaleza de la metodología científica y su interacción social. Además descubriríamos nuevas y más fuertes realimentaciones positivas entre los problemas. Con lo que sabemos hoy, efectivamente en los años 90 del siglo XX el colapso seguramente ya no tenía forma de evitarse.

A finales de 2015 es ya una obviedad que la mayoría se empeña en no ver. Es más, diría que la razón fundamental de que siempre ha sido inevitable el colapso de esta civilización, no es el pico del petróleo unido a los otros picos en un contexto de cambio climático, pérdida de biodiversidad y funciones ecosistémicas y aumento desgarrador de la desigualdad humana. No. La razón fundamental es que la mayoría no quieren ver que el colapso se nos viene encima y de hecho no lo verán como tal una vez que todo lo que definimos como civilización occidental se vaya viniendo abajo.
Para los que no vivimos del todo en la inopia va este mensaje que puede parecer demasiado desesperanzador. Pero no lo es, y llevo ya más de un lustro tratando de explicar por qué no lo es; sin éxito, pero aun así paciente y esperanzado por hacer entender mis argumentos.
Y es que el camino que vamos a tomar una parte de la humanidad va a ser precisamente prácticamente igual al descrito por la Revolución Solidaria –descartadas las hipótesis de extinción humana en el próximo milenio o la vuelta a las cavernas de unos pocos millones de humanos supervivientes, ambas con probabilidad no despreciable y en aumento-.
Así que veremos las tres revoluciones que durante y tras el colapso pondremos en marcha.
La re-evolución tecnológica (durante y tras el colapso)
Hace dos o tres décadas habríamos necesitado terminar de completar una Revolución Tecnológica que habría transformado el sistema económico y político mundial a la vez que para darse esa revolución tecnológica se tendría que haber transformado el sistema económico y político.
Los ecologistas de hace cincuenta años, y muchos aún hoy, midieron y miden mal la interacción entre las tecnologías verdes necesarias para cambiar a un mundo de civilización sostenible y el sistema político-económico. Muchos imaginaron que los pequeños molinos eólicos, los paneles fotovoltaicos en el tejado de tu granja y la huerta ecológica cambiarían el mundo: proporcionando más libertad, más equidad y más necesidades humanas cubiertas a la vez que dejábamos en paz a Gaia. Seguramente.
Algunos creyeron que eso se podría hacer dentro del sistema económico –capitalismo verde- (Brown, Lovins, Rifkin), otros pensaban con acierto que capitalismo verde era un oxímoron (Riehmann), una contradicción de términos que haría algo como macro parques fotovoltaicos y molinos flotantes gigantescos que seguirían manteniendo la desigualdad humana en el mundo sin resolver las causas raíz de los problemas. A mí me parecía que esa contradicción interna transformaría de hecho el sistema económico en otra cosa y que tal cual, las tecnologías alternativas necesitaban de un impulso en una dirección que no se podía dar sin transformar radicalmente, mientras tanto o antes, el propio sistema económico y político.
Pero estos son ya ejercicios imposibles del pasado. Tanto como especular si el ordenador de a bordo de una misión tripulada a Júpiter se rebelaría contra nosotros en 2001. El tema ahora es qué tecnologías vamos a usar durante el colapso y tras el colapso.
Una primera respuesta que se está poniendo de moda, en especial por parte de tecnófilos, es la llamada biomimesis, la imitación de procesos y características de los animales y las plantas por parte de ingenieros y arquitectos. En realidad esta imitación es más un marketing y una piratería que un conocimiento profundo de la tecnología de la naturaleza. Que es un marketing es obvio sin más que ver cómo se anuncian las empresas que inventan imitando. Que en realidad no deja de ser por ahora una piratería de los conocimientos acumulados en la biosfera, también debería resultarnos obvio.

El proceso que siguen por ahora y durante los primeros lustros del colapso se enmarca en realidad en el capitalismo verde, vía que ya sabemos no funciona. No se trata de mejorar la velocidad del nadador olímpico con un bañador que imita la piel del tiburón, ni de reinventar el velcro inspirándose en algunas plantas. Nuestros problemas son globales y la biomimesis que se está imponiendo en los debates es más una Geoingeniería –imitemos lo que hace la naturaleza y regulemos nosotros también el clima del planeta-. Tampoco seamos ingenuos en que la biomimesis va a ir por tecnologías sencillas del estilo al pequeño molino eólico, granja ecológica y demás. Mientras esto no colapse casi del todo será distorsionado por el sistema y las nuevas tecnologías piratas de la naturaleza serán precisamente eso, piratería.

Otra posible respuesta son las famosas tres R: Reducir, Reutilizar y Reciclar.
Aparentemente igual que la revolución verde habrá que hacerlo en esquema mental de colapso y nueva civilización y por tanto en otro tipo de sociedad muy diferente; en la nuestra no podemos hacerlo porque las
ganancias en eficiencia y ahorro (a eso se terminan reduciendo las tres R) sirven al sistema para seguir creciendo: es la paradoja de Jevons a estas alturas archiconocida. Hemos hecho muchos análisis de Ciclo de Vida que no han servido para cerrar los ciclos.

Nuestra tecnología humana es de ciclo abierto y lo seguirá siendo durante el colapso: En los sistemas humanos (un edificio, una ciudad, la propia civilización representada por el círculo de la siguiente figura) entra energía útil (calorífica, eléctrica y mecánica) y dispersa esa energía en su entorno inmediato (calorífica).
Esa energía se utiliza para transformar/mover/cambiar materiales que recogemos del entorno (de la biosfera) y terminan como residuos (en la biosfera) o aumentando el tamaño (de los cacharros en casa, de la ciudad, de la civilización):
Hablamos de ciclo abierto porque los materiales que necesitamos y los residuos proceden del exterior; en último término de la biosfera. Y es un ciclo que también depreda la biosfera porque buena parte de las fuentes de energía proceden también de ella directamente y también indirectamente: Los sistemas de captación y transformación de las energías requieren materiales que vienen de la biosfera. No es posible en un sistema así no depredarla.
Esto es menos obvio de lo que puede parecer a primera vista. No podemos imitar a la naturaleza porque el sistema humano está integrado en ella y la tecnología que requeriríamos para cerrar los ciclos materiales no solo está fuera del alcance de nuestros tecnólogos, está fuera del alcance también de la propia sociedad. No podemos imitar a la naturaleza porque nuestro comportamiento, nuestra civilización, funciona radicalmente de forma diferente al funcionamiento de la naturaleza, lo iremos viendo. Sería como pedirle a un cáncer que dejara de depredar y crecer dentro de su hospedador, que se haga mimético con él, que lo imite; pero no es cuestión sólo de la bioquímica, es cuestión de que ontológicamente para dejar de hacerlo debería dejar de ser un cáncer.

Imitar a nuestra biosfera (imprescindible para una civilización que quiera permanecer) debe hacerse pues desde otra civilización, no desde una reforma o transformación de la nuestra; así que en cierto sentido no es tan malo que nuestra civilización colapse, podremos los humanos ensayar mejores y más complejas civilizaciones.
Pero regresemos:
Ante la escasez energético-material que se nos echa encima con el colapso, Reduciremos, en ocasiones muy bruscamente, nuestro consumo de todo. Durante el colapso, el metabolismo de todas las ciudades mayores de quizás medio millón de habitantes será imposible de mantener, por lo que se desharán poco a poco. Esto ralentizará y hará menos traumático (si se hiciera bien) ese colapso porque las grandes ciudades del mundo se convertirán en nuestras principales minas de algunos recursos materiales (en vez de extraer todo de la biosfera extraeremos parte del círculo grande de la figura anterior). Esta Reutilización será de escala masiva. Idealmente deberíamos estar planificando como desurbanizar las ciudades, pero sólo lo haremos con cierto caos (¿como en Detroit?).

Durante el colapso-transición aprovecharemos la energía cristalizada en las infraestructuras y estructuras hechas las décadas y siglos anteriores, aunque otras tecnologías, como es el caso de las centrales y residuos nucleares o la gran hidráulica, requerirán invertir energía para evitar que su deterioro sea un grave problema (pero en un colapso realista, lo más probable es que debamos abandonar grandes regiones permanentemente, lo que generará un problema de cómo comunicar el “prohibido el paso” durante mil generaciones humanas; algo bien difícil.

Nos fagocitaremos a nosotros mismos, lo que es una ventana de oportunidad para amortiguar algo el descenso. Por el contrario, la inercia del deterioro sobre los ecosistemas soporte y la biosfera en su conjunto hará que tengamos que invertir recursos y energía, no sólo en luchar por los recursos escasos con otros grupos humanos (está en los genes de nuestra civilización, no en los genes humanos), sino también en corregir los desastres que el caos climático y otras consecuencias naturales seguirán generando durante el colapso. La razón de esto último es que la transición energética de una era fósil a –de nuevo- una era renovable, será relativamente rápida –del orden de un siglo- pero no mucho más corta, precisamente porque durarán décadas las minas de las ciudades y habrá centros de poder concentrado que seguirán explotando energías fósiles seguramente cercanas y de relativo fácil acceso.

Como la fotovoltaica y la eólica de gran escala son sistemas tecnológicos de alta complejidad irán desapareciendo más rápido tras cierta reutilización ¿robaremos / reusaremos paneles fotovoltaicos de grandes parques abandonados para reusarlos en nuestras ecogranjas de transición durante el colapso?
Así que la vuelta inevitable al campo y la reutilización de las ciudades tendrán que hacerse con energía renovable que saldrá principalmente de la biomasa vegetal, animal y humana. Esta será la única Revolución tecnológica de las 3R que estará a nuestra disposición.

Esta re-evolución tecnológica para una población humana inicial muy superior a la que había en la era energética prefósil supondrá probablemente una aumento inicial, y no necesariamente un descenso, del impacto sobre los ecosistemas soporte, principalmente bosques naturales y los territorios de elevada diversidad que queden. Mientras no nos transformemos en casi vegetarianos y reduzcamos ostensiblemente nuestro número y consumo, usar energías renovables será un problema sobre Gaia que seguirá pasándonos factura a un ritmo que nos acercará a nuevos límites.
Una ciudad prefósil usaba un ecoespacio para alimentar sus necesidades energéticas de decenas de veces su tamaño (40-100 veces dicen Durán y Reyes en La espiral de la energía citando a Smil) mientras que las necesidades de espacio de las energías fósiles son muy inferiores.

Un cálculo simple: si volviéramos a las necesidades energéticas de biomasa de las ciudades del siglo XVII o XVIII, necesitaríamos, para 9.000 millones de personas, todos los bosques que quedan en el planeta… (en 1700 la población humana era más de 10 veces inferior). Esto nos condena a que durante el colapso, si este no es muy rápido, seguiremos deteriorando los ecosistemas fuertemente, lo que profundizará éste.
En la figura podemos ver el ecoespacio que con fuentes renovables no hipertecnológicas requerirían los ciudadanos de Madrid –solo la capital-:
La condena es obvia.
En todo caso tenemos ciertos márgenes durante el colapso. Nuestra obsesión debería ser las 3R con renovables pero desde una nueva perspectiva: reducir el consumo de energía hasta al menos un orden de magnitud por debajo de la energía no de la biosfera sino de la geosfera. La razón es que Gaia se apaña con la geosfera (e.g. volcanes) pero no con la antroposfera.
La energía libre disipada por el interior de la Tierra es de unos 40 TW, la biosfera fija por la fotosíntesis unos 215 TW, con esta energía controla la geología y otros procesos y se ha adaptado a ellos durante miles de millones de años (en ocasiones incluso esos 40 TW le han generado problemas pues algunas grandes extinciones masivas de especies se han debido a estos procesos geológicos). Los humanos usamos unos 47 TW de energía libre, más que la geología, y el antropoceno es muy reciente, con lo que la biosfera no ha podido aún lidiar, controlar, adaptarse; de ahí que la 6ª extinción masiva esté en marcha. De los 47 TW unos 14 provienen de energías fósiles y el resto de degradar la biosfera directa o indirectamente. Parece que no es descabellado pensar que un límite sostenible serían 4-5 TW (el 10% de lo geológico). Pero si tenemos en cuenta que 30 TW los destruimos ahora para alimentarnos, cobijarnos, etc., parece imposible que con cualquier tecnología podamos ser 9.000 millones de habitantes: los cuerpos humanos disipamos ya más de medio teravatio solo para mantener nuestro metabolismo basal, como esos nutrientes provienen de vegetales y nunca aprovecharemos todo (no somos máquinas 100% eficientes) y como seguiremos usando animales (para reciclar, para tiro, para alimentación) la cosa se convierte en misión imposible… Ya solo alimentar a los animales de tiro requirió 1/3 de las necesidades de cultivos en los siglos de la era prefósil…
Tendremos que ir aprendiendo otra vez a cerrar los ciclos (reciclar, reutilizar) hasta el punto de que la mayor parte de la energía se utilice para reciclar.
En las primeras sociedades agrarias, esas que fueron matrilineales, frugales, equitativas, pacíficas y seguramente bastante más felices en comparación con lo que vino después (la era axial, el Renacimiento, la revolución industrial, nuestro presente), no se buscaba la productividad de la tierra, sino su permanencia (algo intrínseco a la permacultura que a veces olvidamos empeñados en comparar / competir con la productividad de la agricultura industrial, ¿quizás porque queremos forzar el sistema para alimentar a 9000 o más millones de humanos?).

El agricultor no buscaba producir más, sino asegurarse de que sus nietos podrían seguir produciendo (el que no lo hizo no dejó tierras fértiles a los nietos). Así que aprendieron poco a poco que debían invertir mucha energía y esfuerzo en ayudar a cerrar los ciclos del suelo que cultivaban (tardaron milenios en aprender, por lo que el impacto humano sobre Gaia nunca ha sido despreciable desde entonces).
Y aquí entramos en la clave, diría que de TODO el ASUNTO, de todo lo que será la humanidad en los próximos siglos y milenios si quiere ser y la clave de todo lo que pueden ser civilizaciones prósperas del futuro. Así que lo repito en negrita:
La mayor parte de la energía/tecnología se utilizará para reciclar/cerrar ciclos.
Es más, reciclar no es solo un proceso que hace magia sino que se convertirá en parte de lo Sagrado. Y no estoy bromeando.

Una vez que las minas urbanas se vayan agotando, las nuevas sociedades se enfrentarán otra vez a un problema de límites de crecimiento, y así será por siempre hasta que algunas sociedades se estabilicen en un muy bajo consumo, tecnología con control de la población y una baja concentración del poder.
Mientras la biosfera se va recuperando poco a poco, un reducido consumo y el diseño de las cosas para que duren y se reutilicen serán imprescindibles. Y mucha, mucha adaptabilidad social (que se consigue con comunicación y diversidad).
Como la fuente de recursos energéticos y materiales será el ecosistema local, y estamos lejísimos de las capacidades de Gaia, sencillamente será ésta la que se encargue, como siempre ha sido, de la mayor parte de la tarea de reciclar. Mientras el flujo de materiales y energía humano sea muy pequeño podremos adaptarnos y ser acogidos en Gaia.
Es posible que estas sociedades ignoren/desprecien/olviden todos los desarrollos tecnocientíficos de nuestra actual civilización. ¿No necesitarán la teoría cuántica?
Aunque ciertos conocimientos/mitos/creencias perdurarán y estarán más próximos a la realidad que los que tuvieron sociedades del pasado lejano, no se tiene porqué olvidar la pequeñez de nuestro lugar en el tiempo y en el espacio en el Cosmos, por ejemplo. Un mito esencial de humildad que necesitaremos (y que aún no hemos integrado en nuestra cultura). Y quizás por ello, la ciencia y tecnología, ya no tan reduccionistas, se desarrollen más por lo ecológico que por lo físico. Más que un interés en las máquinas, el interés estará en la comprensión de los ciclos y flujos y conexiones entre los seres vivos. En como aprender a integrar nuestros ciclos en los del ecosistema, en cómo ayudar en el Gran Reciclado.

Se producirá una autoselección de aquellas sociedades que no fracasen aquí.
Esta coordinación con el ecosistema en las tareas del reciclado es mucho más compleja de diseñar que una refinería de petróleo. Así que requerirá tiempo y, si tiene éxito, generará sociedades complejas.
Tendrán una paradójica ventaja: usarán energías renovables difusas y dispersas en un contexto de deterioro ambiental que durará milenios: caos climático, consecuencias de la extinción masiva de especies y de poblaciones, contaminación química y radiactiva… Esto impedirá un crecimiento rápido al modo cáncer característico de nuestra civilización.
Un problema fundamental del ser humano (mucho más allá de la Revolución Industrial o del sistema social capitalista) es que se las ha venido apañando –aunque con altibajos- para crecer en el uso de la energía de forma hiper-exponencial, sobre todo las sociedades que fueron ganando en dominación de los otros. Las sociedades de un ser intrínsecamente muy tecnológico fueron modificadas o mejor, coevolucionaron con la tecnología y la disponibilidad de energía.
En la figura podemos ver cuál y cómo ha sido la entrada de energía per cápita promedio en las sociedades humanas a lo largo de toda nuestra historia y las revoluciones energéticas asociadas: No sólo hemos utilizado flujos de energía exosomática grandes sino que estos han entrado de forma explosiva en las sociedades, necesariamente provocando fluctuaciones y cambios (la exergía es la capacidad de hacer cambios).

Mi hipótesis es que un crecimiento hiper-exponencial de la energía trae inevitablemente problemas de adaptación y una necesidad permanentemente insatisfecha de que coevolucionen las sociedades al unísono de la energía. Esto no solo genera tensiones sino que al no haber tiempo para que la sociedad adapte la energía/tecnología siempre a más, tiende a generar desequilibrios cada vez más grandes con la aparición y crecimiento de élites dominadoras (que han controlado desde siempre los flujos energéticos y también las cosmovisiones o mitos).
En ecología a este comportamiento de desequilibrio lo llamamos la entrada de tramposos, organismos que se las apañarían para medrar a costa de los demás precisamente por no tener que trabajar para el sistema, sino al revés. En Gaia, en los ecosistemas y en los organismos, existen multitud de mecanismos de retroalimentación negativa que impiden la entrada o la extensión de esos tramposos. A veces se fracasa temporalmente, como en el caso de un cáncer humano que se extiende imparable. Pero no suele ser lo habitual.

Podríamos intuir varias realimentaciones positivas actuando sobre las sociedades por medio de la técnica-energía:
Cuanta más energía (capacidad de cambio) más tecnología (capacidad material para captar energía) y más cambio social (que se tiene que adaptar), el cambio social aumenta la complejidad social que aumenta la capacidad tecnológica (especialistas). Los ciclos de realimentación positiva tienden a generar crecimientos (o decrecimientos) exponenciales. Si se anillan varios de estos pueden generar crecimientos explosivos, hiper-exponenciales.

Desde la aparición de las sociedades dominadoras (estúdiese una vez más En la espiral de la energía) al menos otro anillo más:

Solo gracias a la enorme capacidad de cooperación y amor de los seres humanos puede explicarse que se haya sostenido la historia de las distintas civilizaciones ante el embate que ha supuesto la triada: energía-tecnología-poder de las élites. Esta es la raíz de nuestras esperanzas de futuro, esas capacidades.
Podemos intuir así la enorme oportunidad que se nos abre ahora a la humanidad ya que nunca más –al menos durante muchas decenas de generaciones humanas- volverán a sernos posibles flujos energéticos grandes y en crecimiento rápido. El crecimiento vendrá solo del reciclado y eso requerirá precisamente crecer, en vez de disminuir, nuestras capacidades de cooperación y amor (es nuestra forma de coordinarnos bien).
Con el tiempo algunos materiales poco utilizados por la biosfera, como los metales, volverán a ser utilizados otra vez, pero al estar ya bastante dispersados por nuestra civilización, nos obligará a usar mucha energía para extraerlos, por lo que el reciclado de los mismos será una prioridad absoluta desde el principio. Si en vez de establecer relaciones de poder, competencia y dominio por esos recursos, establecemos relaciones de coordinación que son las necesarias para elevar las tasas de reciclado, tendremos una oportunidad para salir de la barbarie.
Esa oportunidad creo que la tendremos porque ni el uso de la energía crecerá de forma rápida ni tampoco el uso de materiales, lo que da un tiempo para que la tecnología se adapte a la sociedad (y no al revés como frecuentemente ha sido). Durante el colapso un cierto caos será inevitable porque en este caso la energía decrecerá de forma rápida, lo que traerá consigo una inadaptación social muy fuerte.
El sacrificio fortuito de nuestra civilización paradójicamente va a ser una bendición para las siguientes a largo plazo, al igual que la desaparición de los dinosaurios abrió una ventana de oportunidad a los mamíferos a pesar de que estos lo pasaron muy mal durante la 5ª Gran Extinción. Mi teoría Gaia puede ayudar a comprender estos fenómenos y a desengancharse de una visión reduccionista neodarwinista que se está empleando para mantener una cosmovisión –un mito- del ser humano sediento de sangre, pesimista.

El reciclado es la clave para vencer a la tendencia a la dispersión de los materiales de nuestra civilización. Aquí no se viola la ley de la entropía –que se refiere sólo a la energía y no a la materia y por tanto niega las tesis más pesimistas del pionero Georgescu-Roegen– y la prueba contundente es que una planta concentra/recicla el disperso y difuso CO2 de la atmósfera (unas 400 partes por millón cuando esto escribo, en un medio ya tenue) y gracias a la energía de unos cuantos fotones incorpora esos átomos de carbono y los concentra para formar la bella escultura viviente del organismo que llamamos árbol.

Es decir, para reincorporar o reciclar necesitamos un flujo controlado de energía, mayor cuanto mayor sea la tasa de reciclado. Ese flujo además no será grande y nos lo proporcionará la biosfera.
Reciclar un 25% del aluminio cuesta menos energía que extraerlo de la bauxita, esta es la razón económica de porqué reciclamos. Sobre todo si no tenemos en cuenta los gastos económicos y energéticos y la pequeña coordinación que requiere todo el proceso (campañas del ayuntamiento, separación y espacio para el almacenaje en el domicilio o la empresa consumidora, traslado al contenedor, traslado desde el contenedor, etc.).
El proceso no es lineal. Es fácil comprenderlo. Pasar del 25% al 50% de tasa de reciclado es relativamente fácil respecto a pasar del 75% al 95%. Aunque la tasa del 100% es un imposible (no se nos podría escapar ni un solo átomo del sistema), el problema es que reciclar con tasas del 99% requeriría una energía y coordinación enormes sobre todo si pensamos en los materiales importantes para una civilización: agua, suelos (carbono, fósforo, nitrógeno) y en nuestro caso: plásticos, metales… El grado de complejidad tecnológica sería también enorme, desde el propio diseño de los útiles hasta la organización de la larga cadena de procesos implicados desde la cuna hasta la cuna; las personas nos dedicaríamos casi en exclusiva a formar parte de esa estructura de coordinación, sin fallos. La sociedad sería definida por ese camino y finalidad.
Aunque esto suena a ciencia ficción (una tecnología superavanzada, una sociedad supercompleja), fijémonos en la maravilla que surge del reciclado.
Imaginemos que un sistema recicla con una tasa del 50% (nuestra sociedad altamente tecnológica y global recicla actualmente menos del 6% de los recursos que usa –Alier-). De forma rápida esto significa que cuando entra una unidad de recurso en el sistema y esta misma unidad sale en forma de residuo el sistema ha utilizado dos unidades de recurso dentro del mismo.

De forma más lenta: Dentro del sistema el recurso (rectángulo verde) es utilizado y transformado pero antes de salir es reciclado al 50%, eso significa que la mitad de lo que entró sale en forma de residuo (cuadrado marrón) y la otra mitad vuelve a ser utilizada por el sistema. Al ser reutilizada como recurso (cuadrado verde), el sistema vuelve a generar la mitad de la mitad como residuo y la otra mitad de la mitad como nuevo recurso. De ahí que el conjunto de flechas de vuelta de la figura terminen sumando un nuevo recurso virtual.
La magia de este proceso está en verlo al revés: el sistema ha utilizado dos unidades de recurso pero sólo ha requerido del exterior una unidad y sólo ha generado una unidad de residuo. Automáticamente su impacto ambiental fuera del sistema es la mitad del que hubiera generado con tasa de reciclado de cero.
Pensemos ahora en la maravilla de complejidad de la ingeniería que desde el punto de vista físico es un árbol.
En cierto sentido su propósito en Gaia es doble: ayudar a concentrar el carbono disperso en la atmósfera y ayudar a reciclar el agua. Las energías implicadas son inmensas a escala planetaria, y a escala del árbol podemos decir que casi toda su energía se dedica a esos dos procesos (en realidad hace muchas más cosas, claro, en los ciclos del nitrógeno y fósforo, se autorrepara, se reproduce…). Diríamos que un árbol es uno de los ingenieros de reciclado de materiales de Gaia.

Pero el reciclado no lo hace Gaia solo gracias a la complejidad estructural y bioquímica de un árbol. El árbol solo es un eslabón de una enorme cadena que mueve la gran bicicleta. Se necesita la misma complejidad estructural y bioquímica en el resto de elementos: al igual que los órganos y células de un árbol deben coordinarse extraordinariamente bien para hacer sus funciones de reciclado, “fuera” del árbol debe haber una estructura igualmente compleja y coordinada para poder seguir utilizando/reciclando el carbono, el agua, el nitrógeno, etc.

Reciclar a altas tasas requiere una alta coordinación y complejidad. Hablamos de una economía circular. Pensemos en un organismo muy complejo: un mamífero. Para nosotros, mamíferos humanos, el agua es un elemento vital.
Podemos hacer un cálculo de cuánto se recicla el agua dentro del organismo a partir de cuántas veces circula en la economía interna. Imaginemos que bebemos un vaso de agua, ¿Cómo y cuándo será expulsado como residuo? Y sobre todo, ¿Cómo se utiliza dentro?

El detalle es muy complejo pero el cálculo que pretendemos hacer es bastante sencillo: basta por ejemplo con seguir una molécula de agua ingerida, seguirle la pista hasta que sea expulsada y contar las veces que pasa por el mismo sitio antes de salir. Una puerta fácil para ese contaje es las veces que pasa por los riñones antes de desaparecer del sistema. El resultado son unas 200 veces [3]. La molécula ingresó en el estómago y pasó a los intestinos donde fue absorbida hacia el sistema circulatorio, probablemente alguna célula la absorbió durante unas horas incluso algún día –perteneciendo a varios orgánulos celulares- hasta que fue llevada a otro sitio. Todo ese transporte interno requiere energía y coordinación. Han de ponerse de acuerdo los órganos y sistemas del organismo para una tarea tan delicada. Que pase 200 veces por los riñones es equivalente a una tasa de reciclado del 99,5%.

Un camello lo puede hacer incluso mejor ante una necesidad adaptativa mayor: 500 veces.
La complejidad de un mamífero es tal que desde el punto de vista de un ingeniero se nos escapa poder reciclar con una tasa de reciclado de un 99,5%.
De hecho yo solo conozco sistemas complejos que sean organismos capaces de esas tasas de reciclado de sus materiales (en realidad la teoría Gaia orgánica [4] termina diciendo que un organismo precisamente se autodefine al conseguir esas tasas de reciclado). Resulta que en nuestra biosfera como conjunto hay tasas de reciclado similares para elementos clave como el carbono, el nitrógeno y el fósforo. De 200 y de hasta 500 veces.

No es perfecta Gaia, pero en todo caso su hipertecnología es capaz de disminuir sus necesidades de estos materiales 200 o 500 veces. O si se quiere, Gaia puede ser y alojar 200 veces más vivientes que si no fuera capaz de reciclar casi nada. Sin esa capacidad la máxima productividad de las selvas tropicales sería en toda la Tierra como en el desierto del Sahara. Por suerte no recicla al 6% de nuestra civilización del siglo XXI.

La biomimesis será la guía fundamental de las revoluciones tecnológicas que pondremos en marcha tras el colapso. Pero la de los procesos de reciclado, no la del velcro o biodiesel.
Toda la biodiversidad, complejidad y riqueza que observamos en la biosfera es debida fundamentalmente a la necesidad de reciclado; necesidad que apareció a los pocos cientos de millones de años desde la presencia de la vida en nuestro planeta. Gaia superó sus problemas de límites al crecimiento autoformándose como organismo. Este es El Origen de Gaia y también el origen de cualquier sociedad sostenible y compleja humana del futuro.

Si la entropía estabilizaba/seleccionaba, el reciclado es el motor evolutivo. Estas ideas forman la base de mi teoría Gaia orgánica que en el futuro sustituirá al neodarwinismo como visión explicativa del mundo humano (o eso quisiera yo).
Así como fueron las visiones del capitalismo liberal las que dieron lugar a la teoría de Darwin –mucho más que los pinzones de las Galápagos-, la teoría de Gaia orgánica bebe curiosamente también del estudio de los límites del crecimiento de nuestra sociedad capitalista y muestra un camino de imitación/supervivencia.
Todo se realimenta.

Notas
[1] Campbell y Laherrere (1998): El fin del petróleo barato. Scientific American.http://es.scribd.com/doc/93981440/El-Fin-Del-Petroleo-Barato
[2] Un clásico ya: “¿Tan solo una ilusión?” (Tusquets 1988).http://www.tusquetseditores.com/titulos/metatemas-tan-solo-una-ilusion
[3] Hay distintas formas de hacernos una idea de este valor sin tener que contar. Una divertida es a partir del tiempo de residencia del agua en el cuerpo, que es de unas dos semanas (si bebo unos 2,5 litros de agua al día –incluyendo la que hay en los alimentos- y mi cuerpo contiene unos 40 litros, el cociente 40/2,5 me da aproximadamente ese tiempo promedio de estancia). Ahora me voy de cervezas de bar en bar. Tras los tres o cuatro primeros bares –y más de un litro de cerveza en el cuerpo- mis deseos de visitar el baño serán irrefrenables, quizás a la hora o dos de iniciado el proceso. Así, el tiempo de residencia (dos semanas) entre el tiempo de residencia cuando saturo el sistema y no dejo tiempo al reciclado (una o dos horas), debe ser aproximadamente mi tasa de reciclado.
[4] Véase: http://www.bubok.es/libros/199109/Teoria-Gaia-Organica y El Origen de Gaia(editorial ABECEDARIO)

Carlos de Castro
2015-12-14


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