PÀGINES MONOGRÀFIQUES

11/6/15

El rechazo de las vacunas cuyos potenciales beneficios no superen sus riesgos

VACUNAS: NO TODAS SON IGUALES
Los casos de las vacunas de la difteria y del virus del papiloma humano.

Las vacunas son medicamentos contra las enfermedades infecciosas con más de doscientos años de antigüedad, y algunas han logrado un inmenso impacto en salud. Por ello, hay un grupo llamadas vacunas sistémicas que son recomendables universalmente. Incluyen las vacunas contra la poliomielitis, difteria, sarampión, rubeola, parotiditis, tosferina y tétanos [1]

Existen otras vacunas recomendables en situaciones específicas; por ejemplo, contra la rabia, el rotavirus, la meningitis, el neumococo, la fiebre amarilla, la fiebre Q, el cólera, la tuberculosis y otras.

Hay vacunas en desarrollo, muy necesarias, pero que hasta ahora no han logrado su
comercialización pese a sus futuras ventajas; por ejemplo, la del paludismo y la del dengue.

Hay otras vacunas en las que existen pruebas que desaconsejan su uso en general, como las utilizadas contra la gripe y contra el virus del papiloma humano (https://liberacionahora.wordpress.com/2015/04/10/autorizan-comercializar-nueva-vacunavph-sin-aclarar-los-danos-por-efectos-adversos/). Son vacunas que provocan más daños que beneficios y que sólo se justifican por el interés comercial de sus promotores (industrias, expertos y algunas “sociedades científicas”).

Algunas vacunas, como la del sarampión o la tosferina, producen inmunidad de grupo, de forma que los individuos vacunados forman una barrera que defiende a los que no se pueden vacunar o no tienen “defensas” (pacientes inmunodeprimidos, bebés en sus primeros días y otros). Algunas vacunas no tienen tal efecto -como la del tétanos o la de la rabia- pues sólo protegen a quien se vacuna.

Como todos los medicamentos, las vacunas tienen problemas tanto en salud pública (poblaciones) como en clínica (individuos). Así, por ejemplo, la vacuna de la fiebre amarilla puede ser obligatoria en determinadas áreas geográficas, por el beneficio a la población, pese a que algunos individuos puedan morir tras su vacunación, especialmente si son ancianos.

Las vacunas sistémicas también tienen problemas, como es de esperar, pues no hay medicamentos perfectos. De hecho, ninguna vacuna puede emplearse en la confianza de lograr un 100% de eficacia ya que siempre hay fallos vacunales, por motivos varios. Por ejemplo, ha sido y es un problema la baja calidad de algunos lotes de vacuna contra la parotiditis, con los consecuentes brotes epidémicos al cabo de años.

Además, en muchos casos, decaen con el tiempo los anticuerpos (las defensas) que producen las vacunas. Por ejemplo, el tiempo medio de decaimiento de los anticuerpos es de 19 años para la vacuna de la difteria. La vacuna contra la difteria es, pues, una vacuna necesaria pero deficiente. Lo esperable es que con el paso del tiempo resurja la difteria al disminuir la inmunidad de los vacunados. Por ello se re-vacuna contra la difteria. El problema es que en el mercado solo existe, para adultos, la vacuna contra la difteria, la tosferina y el tétanos (triple) o contra la difteria y tétanos (doble), de forma que la revacunación ha de ser múltiple, por la forma de presentación comercial (justificada quizá en el calendario infantil pero sin sentido para adultos).

En otro ejemplo, la vacuna contra la poliomielitis, necesaria, está creando un grave problema de salud pública cuya evolución resulta imprevisible al haberse introducido en la naturaleza virus de la poliomielitis reactivados violentos (virus tipo 2 reactivados a partir de la vacuna oral) [2] y [3]

Lo normal es la complejidad vacunal pues las vacunas son productos complejos y las infecciones tienen mucho que ver con la conducta humana, la calidad de las vacunas, los calendarios de vacunación y la propia evolución de los gérmenes, lo que llamamos interacción infección-vacuna. Por ejemplo, en el resurgir de la tosferina intervienen muchos factores, como la menor inmunidad de la vacuna actual (beneficiosa porque provoca menores daños locales) y los cambios adaptativos de la bacteria (con cepas que “resisten” los anticuerpos generados por la vacuna).

Además, conviene tener en cuenta aspectos prácticos tan importantes en países en desarrollo como la necesidad de inyectar muchas vacunas (sería mejor el uso de otras vías menos agresivas), el mantener la cadena del frío de otras y el precio exorbitante de algunas necesarias en países en desarrollo (el precio del “paquete básico” se ha multiplicado por 68 entre 2001 y 2015 [4]

Todo ello va en contra del uso universal de las vacunas sistémicas. También dificulta el acceso universal a las vacunas sistémicas la organización defectuosa de la atención sanitaria, que de facto niega las vacunas a los pobres y marginados (los que más las precisan). Es buen ejemplo el caso de sarampión en Sevilla, con unos 1.800 afectados en poblaciones de gitanos, inmigrantes pobres y otros marginados [5] (frente a los 50 casos en Granada de un grupo de “antivacunas” (http://elpais.com/diario/2010/11/26/sociedad/1290726001_850215.html ) en 2010, que provocó gran escándalo social y la intervención judicial).

Además, las vacunas tienen efectos adversos, como todos los medicamentos. Las vacunas sistémicas compensan por sus beneficios, pero los ciudadanos tienen derecho a conocer dichos efectos adversos, especialmente si son graves. Así, la vacuna contra el sarampión provoca una encefalitis por millón de dosis pero compensa, pues el propio sarampión produce una encefalitis por mil casos. En estos pacientes, con daños graves, debería existir un sistema de compensación como
existen en Alemania y Francia (y otros muchos países) desde los años sesenta del pasado siglo [6]

En este contexto complejo, es entendible que pueda surgir lo que técnicamente se llama “duda vacunal” (vaccine hesitancy), que defienden grupos como la Liga por la Libertad de Vacunación y a otros individuos y familias. Este es un problema internacional -importante en calidad pero irrelevante en cantidad- al que ha dedicado recientemente un número íntegro la revista PLOSMedicine, con la cooperación del European Centre for Disease Prevention and Control [7]
…………………………………………….

Es hipócrita que la sociedad responda con posicionamientos extremistas (como las propuestas de persecución penal o de leyes que fuercen la vacunación) ante los ciudadanos que dudan de las vacunas, no se vacunan, o no vacunan a sus hijos, ya que la respuesta no es igual de virulenta cuando la falta de vacunación es debida a las desigualdades sociales y la pobreza.

Es peligroso permitir que la ciencia, cuyas conclusiones son siempre provisionales, sea un instrumento para imponer actuaciones que puedan ir contra la libertad de conciencia o determinadas creencias.

Es irracional afirmar que los científicos, académicos y profesionales que persiguen más transparencia con los efectos secundarios de las vacunas o son críticos con algunas vacunas, están contra la salud pública. Muchas respuestas sobreactuadas “a favor de todas las vacunas” son las típicas de la ganancia de pescadores en río revuelto; es decir, están dirigidas no por una preocupación genuina por la salud pública sino por intereses comerciales y de poder corporativo profesional.


Lo que conviene es una actitud que no desacredite las vacunas sistémicas pero que facilite el debate científico tanto sobre las vacunas necesarias como sobre las no necesarias. Por todo lo señalado,

NoGracias promueve:

1. El uso universal de las vacunas sistémicas pero sin ocultación de sus potenciales efectos adversos. La transparencia y el debate científico sosegado son las principales herramientas para convencer a los que tienen dudas sobre los efectos beneficiosos de las vacunas de utilización universal. También, se precisa un sistema público de compensación de daños que evite el calvario judicial de las personas dañadas por los efectos de las vacunas.

2. El rechazo de las vacunas cuyos potenciales beneficios no superen sus riesgos, como la vacuna contra el virus del papiloma humano [8] o contra la gripe.

3. La respuesta racional, solidaria y ética, por parte de la sociedad y los profesionales frente a los pocos casos de familias con “duda vacunal”, de forma que sea compatible el respeto a la libertad de conciencia con la promoción de la mejor ciencia.

Bibliografía:









NO GRACIAS: Organización civil independiente por la transparencia, la integridad y la equidad en las políticas de salud, la asistencia sanitaria y la investigación biomédica.



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