PÀGINES MONOGRÀFIQUES

14/11/13

Lo mejor del trabajo autónomo con lo mejor de una cooperativa.

¿TRABAJAS O COWORKING?

Frente al esclavismo la colaboración y el respeto llegan a las oficinas 

“El coworking crece porque la empresa, tal y como la conocemos, ha llegado a los LÍMITES DEL ESCLAVISMO. La gente busca trabajar con personas con talento, con ganas de compartir y sin temor a que nadie pise a nadie. Todos somos buenos y abiertos, pero en la empresa nos volvemos máquinas de matar”
«El coworking es para el autónomo lo que el piso de estudiantes para el estudiante: una salvación. La única manera de trabajar en un espacio grande, con amigos, por cuatro duros, sin jefes y con la nevera llena de cervezas»
Ha llegado la hora del CO- y compartir: consumo colaborativo, compartir casa = cohousing  y cloudhousingcompartir coche, compartir lugar de trabajo = coworking y mucho más.
Este artículo publicado en la revista Marie Claire, edición impresa, de octubre 2013 nos introduce en la situación del coworking en España y nos muestra un auténtico oasis de compañerismo, emprendimiento e idealismo en tiempos oscuros. ¿Por qué cada vez más personas deciden compartir espacio y máquina de café?. Estas son sus razones que nos permiten observar un nuevo foco de revolución social: JUNTOS PODEMOS!
Este es el PDF DEL ARTÍCULO de Carlos Risco y a continuación el texto:
Con la debacle financiera, las empresas no han dudado en librarse de sus trabajadores de manera masiva. Ante la imposibilidad de lograr un contrato laboral, y con una tasa de paro del 26,9%, en nuestro país el antiguo empleado ha devenido en emprendedor forzoso, obligado a reinventarse y a convertirse en su propio jefe. A muchos, el emprendimiento les ha pillado legañosos, abandonados en sus casas y con ganas de tener a algún compañero a mano para compartir ideas, miedos o un simple café.
Idealismo 2.0
Pero hay quienes han descubierto el coworking, otra vez un neologismo acabado en infinitivo sajón que pretende cambiarlo todo haciendo algo de sobra conocido: COMPARTIR.
El coworking pretende ser mucho más que la agrupación de trabajadores nómadas bajo un techo común y, nos cuentan, quiere transformarse en un movimiento social que haga girar los negocios, conecte a las personas y redefina los espacios. Como símbolo externo, algunas cafeterías en Madrid habilitan espacios para trabajar y, por su lado, oficinas compartidas se abren al exterior a través de cafeterías.

Con más de 140 miembros y una docena de nuevos usuarios al mes, Utopic US se jacta de ser uno de los espacios de coworking más dinámicos de Madrid. «El coworking crece porque la empresa, tal y como la conocemos, ha llegado a los límites del esclavismo. La gente busca trabajar con personas con talento, con ganas de compartir y sin temor a que nadie pise a nadie. Todos somos buenos y abiertos, pero en la empresa nos volvemos máquinas de matar, dice Yago Fernández, coordinador de esta sociedad multidisciplinar. Utopic US (utopicus.es) es todo un símbolo en unir a personas de diferentes disciplinas en proyectos distintos y, como les gusta decir aquí, «transformadores», ya que, insisten, más que lo económicamente lucrativo, lo importante es que entre sus miembros los proyectos «dejen huella».
El espacio principal, un antiguo almacén textil, parece la sede de una start-up de Brooklyn junto a la Plaza Mayor de Madrid. Además, cuentan con otros tres locales en el barrio, y sendas sedes en Barcelona, Zaragoza y Valencia. Con el ruido de fondo de una batería algo descompasada, uno se pregunta cómo consiguen concentrarse frente a sus ordenadores los usuarios que nos circundan, programadores web, joyeros, DJ, actores, periodistas, sociólogos, músicos…
Tienen una cafetería, talleres de todo tipo y alquilan el espacio para eventos. Se han celebrado hasta bodas. Las sinergias en este ecosistema surgen a través de sus actividades. La más importante sucede una vez al mes, el speed-meeting, una adaptación de los speeddating donde los usuarios se presentan y entregan al «networking».
Aunque para la mayoría de sus usuarios, lo mejor del coworking ha sido el sacarles de casa. «Estaba hasta las narices de estar en pijama», dice Maya Pixelskaya, una artista de pixel art basado en juegos retro que llegó a Utopic US en busca de unos horarios de persona normal: «Se me olvidaba comer, trabajaba hasta las cinco de la mañana. Quería ver gente».
Lo mismo le ha sucedido a Margui Mora, de 24Dientes, que, aunque le parecía «una cosa de modernetes», se convenció de que se trabaja mejor en comunidad: «En casa no encontrábamos el feedback y aquí cualquiera te da su opinión». Y termina, de nuevo, con palabras inspiradoras: «Todos estamos luchando por un sueño», como si esta especie de Facebook de carne y hueso encerrase una revolución social.
Blanca Zayas, responsable de prensa de Tripadvisor, que trabaja sin oficina propia, insiste en que este sistema «es mucho más eficiente en costes y, además, promueve la creatividad y el emprendimiento». Y eso parece extensible a otros espacios de coworking. En Dcollab (dcollab.com), Noelia Maroto se esfuerza por mantener el mejor ambiente entre sus 16 usuarios. «Me interesa formar una familia», dice. Y para ello selecciona a cada usuario con una entrevista personal. Porque, a pesar del espíritu de economía P2P (sin intermediarios), el coworking deja atrás el concepto «compañeros de oficina» para emerger como pequeñas comunidades de autoayuda y generación de proyectos e ideas capaces de competir con los negocios más asentados de la economía ortodoxa. Y no todo el mundo es entonces bienvenido.
Contra la soledad del autónomo
María Rufilanchas, de la agencia de comunicación Molaría, ha creado su propio espacio, Teta&Teta (tetaandteta.com), que comparte con personas de selectísima confianza porque, como asegura ella misma, necesitaba a la gente: «El coworking es para el autónomo lo que el piso de estudiantes para el estudiante: una salvación. La única manera de trabajar en un espacio grande, con amigos, por cuatro duros, sin jefes y con la nevera llena de cervezas».
Manuela Moreno, guionista, llevaba años trabajando «en bares y cafeterías», a pesar de tener oficina propia. Hasta que descubrió La Bicicleta (labicicletacafe.com), una cafetería temática en torno a la bicicleta urbana en el centro de Madrid que, a semejanza de locales como el londinense Look Mum No Hands!, expande una serie de servicios añadidos como Wi-Fi gratis y enchufes para ordenadores.
Cuando no está charlando, la clientela del local sostiene concentrada un portátil o una tablet. «Queríamos tener un espacio donde la gente pueda socializar con el resto», dice Tatuara Marqués, copropietaria de este «workplace». En la era del nomadismo y replicando el éxito de las comunidades virtuales, donde triunfa la sabiduría común, el coworking propicia que nuevas redes de individuos consigan objetivos individuales a la par que conjuntos con similar éxito. En suma, lo mejor del trabajo autónomo con lo mejor de una cooperativa.

Fuente: Revista Marie Claire España, edición impresa, octubre 2013

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