Imagínese
poder cobrar una renta mensual otorgada por el Estado por el simple hecho de
ser ciudadano de un determinado país, sin trabajar y sin contraprestaciones,
una renta simplemente por vivir. ¡Adiós levantarse por las mañanas, adiós
presión y obligaciones, adiós al no tener tiempo para la familia o los amigos!
Puede parecer una utopía pero es lo que votarán próximamente los ciudadanos suizos: dar a
cada ciudadano adulto una renta básica de 2.500 francos suizos, unos 2.000
euros, simplemente por el hecho de ser un suizo adulto.
¿Tienen futuro este tipo de iniciativas? Pues
quizá tengan mucho más del que a priori pueda parecer. Hagamos unas pequeñas
cuentas para situarnos. ¿Sería viable dar a cada español 700 euros al mes? Sé
que 700 euros no son los 2.000 que se proponen en Suiza, pero tampoco el coste
de la vida es el mismo, por ello imaginemos que se propone en nuestro país una
renta similar al salario mínimo. Pues bien, 700 euros x 12 meses x 47 millones
de personas, equivale a 395 mil millones de euros, cantidad cercana al gasto
total en los Presupuestos Generales del Estado. En otras palabras, o elegimos
renta básica o elegimos sanidad, educación, carreteras, justicia, seguridad, y
un largo etcétera. Conclusión: inviable.
No
pretendo ser exhaustivo en los cálculos, solo mostrar que una renta básica universal e incondicional
es inviable financieramente hablando. Y eso por no hablar
de los efectos
colaterales, puesto que las empresas se verían obligadas a
subir los salarios para encontrar trabajadores provocando inflación o falta de
competitividad, muchos negocios que dependen de tener “mano de obra barata”
simplemente no serían viables y, además, si la actividad cayese seguramente
también lo haría la recaudación de impuestos convirtiendo la financiación de la
iniciativa en algo aun más complicado. Conclusión: inviable al cuadrado.
A
pesar de lo disparatado que pueda parecer el debate, existen dos poderosas
razones para no descartarlo. Por una parte no es ético que nadie se muera de
hambre independientemente de lo que opine el capitalismo, y es que, tener lo
mínimo para vivir y para labrarse una oportunidad debe ser un objetivo a alcanzar.
Llamémosle renta básica, Estado de Bienestar, o Perico
de los Palotes. La segunda razón es quizá aun más interesante, no
desde el punto de vista humano, pero sí por darle sostenibilidad financiera a
la utopía. Se llama Milton
Friedman.
El impuesto negativo sobre la renta
Un
liberal, y de los tercos, ¿dando sentido a la renta básica? Pues sí señores, es
Milton Friedman quien ha popularizado la mejor propuesta, o la menos mala según
él mismo, hecha hasta el día de hoy en lo que a objetivos buscados y viabilidad
se refiere: hablamos del impuesto
negativo sobre la renta. ¿En qué consiste? El impuesto
negativo sobre la renta es un mecanismo consistente en establecer un umbral
bajo el cual los ciudadanos, en lugar de pagar, reciben dinero del Estado aplicando
un tipo impositivo sobre la cantidad que resta para alcanzar dicho umbral.
Pongamos
un ejemplo que es como mejor se entiende. Imaginemos que en España deseamos
establecer una “renta básica” de 500 euros al mes, pero queremos que sea financieramente viable y que no
tenga efectos colaterales como la inflación o la desmotivación laboral.
¿Cómo podemos hacerlo? Muy sencillo, solo hay que establecer un umbral y un
tipo impositivo acordes, por ejemplo 20.000 euros de umbral y un tipo
impositivo del 30%. Así, quien gane más de dicho umbral simplemente tributará
por la cantidad a mayores según el tipo impositivo que se establezca, en este
caso el 30%. Por su parte, aquellos que ganen 20.000 euros ni recibirán ni
pagarán. Por último, ¿qué ocurre con los que no llegan a la cifra de 20.000
euros?
Pues
bien, si alguien no tiene ningún tipo de ingresos tendrá una prestación del
Estado equivalente al 30% sobre la cantidad que falta para alcanzar el umbral,
esto es, 20.000 euros, por lo que recibiría 6.000 euros anuales o 500 euros al
mes. ¿Qué ocurre con alguien que decide trabajar e ingresa 10.000 euros? Pues al contrario que las prestaciones actuales,
que se pierden si alguien decide “arriesgarse” a encontrar trabajo o emprender,
en este caso el sistema seguirá otorgando una prestación, pero de menor
cuantía. En concreto del 30% de 10.000 euros, por ser la cantidad que falta
para llegar al umbral de 20.000 euros, percibiendo 3.000 euros.
En
el primer caso el contribuyente percibe 6.000 euros, o 500 euros al mes, en el
segundo solo 3.000 euros o 250 euros al mes, pero en el segundo caso también
existen ingresos privados de 10.000 euros, por lo que en realidad este
ciudadano, que sí decide trabajar y realizar un mayor esfuerzo, alcanza los
13.000 euros limpios al finalizar el año por los 6.000 euros del anterior.
Este sistema no desincentiva la búsqueda de empleo
ni favorece la economía sumergida, tampoco carga el coste sobre las empresas,
es enormemente más justo que establecer prestaciones por factores subjetivos y,
aunque costoso, resulta financieramente viable. Además
puede vincularse a un comportamiento cívico de mínimos, como la ausencia de
delitos, para favorecer la seguridad ciudadana.
A continuación una tabla con el efecto fiscal de la medida,
comparando renta bruta y neta que percibe el ciudadano al finalizar el año. Así,
el eje “x” se corresponde con la renta bruta del ciudadano, mientras que la
línea roja marca la renta que percibiría tras aplicar el impuesto negativo
sobre la renta. Alguien con una renta bruta de 0 euros percibiría 6.000 euros
tras el impuesto, una renta bruta de 5.000 euros equivaldría a un total de
9.500 euros, con 10.000 euros brutos obtendríamos 13.000 euros, y así
indefinidamente. Obsérvese que se ha usado un tipo impositivo fijo del 30%, y
por eso la evolución es lineal, si bien también podría aplicarse un impuesto
progresivo a partir del umbral determinado.
Hay
otra importante cuestión a mencionar del impuesto negativo sobre la renta, y es
que su implementación es
viable a cambio de suprimir las ayudas sociales que existen actualmente:
adiós subvenciones, adiós desempleo, adiós rentas de inserción social, adiós
burocracia… De hecho mencionaba al principio del artículo que medidas como la
renta básica darán mucho más que hablar de lo que pudiese parecer en un futuro,
¿por qué? Pues porque, a pesar de que una renta básica e incondicional para
todos los ciudadanos es inviable, el impuesto negativo sobre la renta no solo puede ser viable
sino que puede posicionarse como alternativa al Estado de Bienestar actual.
Lo que actualmente
conocemos como Estado de Bienestar creció sobre unas bases muy favorables,
véase el crecimiento demográfico existente, el posterior baby boom, el importante
porcentaje de población en activo, el crecimiento del comercio internacional,
las materias primas baratas del tercer mundo… Factores ahora no tan favorables
que, unidos a una grave crisis, hacen que surjan dudas sobre su futuro. Un
claro ejemplo es Holanda, donde su Gobierno de centro izquierda propuso recientemente
sustituir el actual modelo por una sociedad “participativa”.
Vamos,
que no existe un problema con las pensiones públicas sino con nuestro
bienestar, el problema
es nuestra demografía, nuestra productividad y nuestra deuda.
Y si bien nuestro país puede parecer un conejillo de indias, al igual que
nuestros vecinos mediterráneos, en las reformas a implementar, lo cierto es que
todo el mundo desarrollado está cambiando progresivamente.
¿Está
en riesgo nuestro Estado de Bienestar? Si algo han aprendido las diferentes
autoridades existentes, ya desde la época del feudalismo, es que el palo y la
zanahoria funcionan mucho mejor que el palo a secas. El bienestar social nos beneficia a todos y se
buscará. El problema surge cuando, a pesar de buscarse, no
se consigue todo lo previsto. Ahí medidas como el impuesto negativo sobre la
renta u otras alternativas pueden emerger combinados con pilares asimilados
como la sanidad o educación, dando lugar a una nueva forma de hacer las cosas:
el “Estado Post-Bienestar”.
KIKE VÁZQUEZ
No hay comentarios:
Publicar un comentario