PÀGINES MONOGRÀFIQUES

19/11/12

El proceso milenario de metamorfosis de la mariposa lo estamos viviendo nosotros por primera vez y no sabemos qué va a salir.


LA CRISIS DEL ESTAR TRAERÁ CAMBIOS GLOBALES DE GRANDES PROPORCIONES

Estamos ante una crisis que es al mismo tiempo una crisis del estar y una crisis del ser. Una crisis del estar en cuanto afecta a las condiciones materiales de nuestra existencia y de la vida en el planeta, y una crisis del ser porque se relaciona estrechamente con nuestra naturaleza humana y nuestra forma de construir conocimiento y sentido. Por esto podemos hablar de “crisis de civilización” como un cambio de gigantescas proporciones.

El término crisis se asocia al concepto de cambio, alteración, transformación, metamorfosis y posee más bien un carácter de duda, incertidumbre, de peligro de supervivencia. En nuestro caso, al referirnos a nuestra civilización, intentamos describir que la misma presenta evidentes síntomas de agotamiento o muestra signos que la conducen a profundas transformaciones que pueden inducir incluso a su progresiva y definitiva destrucción o sustitución.

Esto ha llevado a muchos teóricos, entre ellos a Edgar Morin a decir, que todas las crisis, ya sean referidas a estructuras biológicas, psicosociales o socioculturales encierran en su interior, tanto aspectos negativos, como aspectos positivos. Positivos en cuanto las crisis pueden evolucionar hacia cambios cualitativos e integradores de viejas contradicciones e insuficiencias del sistema, dando lugar incluso a sistemas nuevos. Negativos porque toda crisis supone perturbaciones funcionales, procesos de desgaste, carencias, contradicciones que se presentan como insalvables y que originan ostensibles daños en las estructuras de conservación y mantenimiento de los sistemas, dando lugar en su caso, a la muerte del propio sistema.

«…Yo hablo de los procesos actuales, que son procesos de muerte, de descomposición y de desintegración. De este estado de descomposición debe salir una recomposición, un nuevo nacimiento. Tomemos el caso del gusano: el gusano en un momento va a encerrarse en una crisálida. Cuando se encierra, todo su sistema inmunológico -hecho para rechazar a los enemigos exteriores- se vuelve contra sí mismo y empieza un proceso de autodestrucción. No se destruye el sistema nervioso, pero sí el sistema alimentario, porque la mariposa va a comer cosas diferentes que el gusano. Pero el proceso de la destrucción es el proceso de construcción de otro. Otro que es el mismo y al mismo tiempo totalmente diverso. Diferente. La mariposa es una cosa extraordinaria. Al terminar de salir de la crisálida, existe un instante eterno: es el momento de la espera hasta que la mariposa puede abrir sus alas (ya que hay una gran humedad en las alas de las mariposas). Ese proceso de metamorfosis que se repite desde hace millones de años, nosotros lo estamos viviendo por primera vez, y no sabemos qué va a salir. Estamos esperando nuestra mariposa…» (Morin, E; 1999a).

¿Acaso hay algo en la naturaleza o en la sociedad que permanezca inmóvil? La vida, la estructura de la materia, la sociedad, el ser humano y el universo entero son movimiento, dinamismo, cambio. Creer que la historia ha finalizado con la civilización industrial o que sencillamente ha muerto porque no hay otro sistema civilizatorio que no sea el que se asienta en el modelo liberal-capitalista, es en principio, ignorar una obviedad: que naturaleza, sociedad, cultura y seres humanos son algo vivo, algo que se construye, destruye y reconstruye continuamente

Juan Miguel Batalloso Navas.
Doctor en Ciencias de la Educación y miembro del Grupo ECOTRANSD.
Extracto del texto publicado en Tendencias21

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