COMUNITARISMOS
Las noticias ya no daban cifras del paro, daban cifras de mortalidad infantil; no se hablaba de recortes en sanidad, se huía de las epidemias y se traficaban medicamentos y vacunas; no se protestaba contra los barracones que hacían de escuelas pues mucha gente malvivían en barrancos o vertederos bajo lonas de plástico.
Será terrible, la crisis de la deuda financiera
acabará con el Euro como moneda única, y con el dólar y el yen como monedas
arrogantes. Volveremos a las monedas nacionales que una a una también irán
pereciendo, así que no quedará más que recuperar las monedas locales sin ningún
valor en bolsa, los bancos de tiempo o cualquier otra forma de trueque
humanizado. Sin dinero, será terrible, y los ricos no serán ricos y los
pobres no serán pobres.
Cundirá el pánico, se acabará el petróleo y sus
derivados que mueven el mundo, y que por todo el mundo mueven toneladas de
mercancías. Se acabarán los viajes low cost, los alimentos exóticos y lamentablemente
volveremos al ritmo perezoso de los animales tirando de carros, las bicicletas
a pedales o la vela al viento. Sin gasolina, qué miedo, se correrá
menos y se respirará mejor.
Quebrarán muchas empresas transnacionales que han
apostado fuerte a la globalización. Sin pescanovas, campofrios o monsantos nada
habrá en las neveras de mercadonas o walmarts. Cerrado por caos,
pondrá en los letreros. Y ¿qué comeremos sin la industria alimentaria? Suficientes,
variados, frescos y sanos alimentos que las redes y cooperativas sin
lucro proveerán de pequeñas campesinas y campesinos.
El sistema se derrumbará completamente
arrastrando con él la sanidad y la educación pública y nos indignaremos con
motivo. La vida en las ciudades será complicada. Fábricas desahuciadas, centros
comerciales abandonados y los índices del paro subirán y subirán. Sin nada que
hacer, se empequeñecerán las ciudades al marchar parte de sus gentes a los
pueblos de antes. Con menos urbanidad y más ruralidad se harán economías
productivas sencillas y sostenibles, se prestarán servicios comunitarios con
las mejores vocaciones ejerciendo, y la comunidad dará
respuestas, calor y alegrías.
Nos esperan muchos más sobresaltos. Los asilos no
aceptarán almacenar vejez como restos de serie, y se convertirán en
universidades de la recuperación del saber. En el espejo nos veremos cambiados
porque nos reconoceremos mejor. Y en las calles o comedores populares
encontraremos amistades, como el que no quiere la cosa, sin darnos ni cuenta.
El fin de un capitalismo insoportable nos da
miedo porque no sabemos (aún) que sin él inventaremos comunitarismos
que nos harán vivir mejor.
Gustavo Duch, El Correo Vasco.
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