Comprender nuestra época para comprendernos: Explorando respuestas y estrategias
Félix Rodrigo Mora
Los primeros decenios del siglo XXI son un período en el que se acumulan numerosas negatividades y calamidades, comenzando por la más importante, las dudas sobre la continuidad de lo humano. Es un tiempo en que el pesimismo progresa y se tiende a mirar el futuro con creciente desconcierto y aprensión, un tiempo que demanda la movilización de todas nuestras fuerzas espirituales y físicas.
Curso 29.10.11 |
El conocimiento del pasado inmediato, lo que otrora orientó a la humanidad, hoy vale de muy poco. Hay que elaborar nuevas formulaciones. Nos tenemos que orientar hacia la constitución de una nueva síntesis totalizante-finita apta para dar cuenta de la hiper-compleja y desasosegante realidad de la hora presente.
Para ello lo más importante es crear, no repetir. Leer es necesario pero pensar lo es aún más y a menudo la lectura es un modo de no usar las propias facultades cavilativas. Precisamos, pues, de otra manera de leer en la que la creación sea lo sustantivo y la absorción lo adjetivo. De muy poco valen ya los viejos dogmatismos de un tipo y de otro en un mundo que se está modificado de forma cardinal al transitar por una vía declinante de la evolución de la humanidad.
La actualización y renovación de nuestro mundo espiritual, en pos del esclarecimiento -hasta donde es hacedero, no mucho- de lo real actual, se ha de realizar a partir de una valoración de la categoría de verdad en oposición al error, a la mentira y al autoengaño, de una admisión de la colosal complejidad de las cosas del mundo, de una epistemología fundamentada en el análisis ateórico de la experiencia y de un acuerdo íntimo para aplicar lo de ese modo elaborado con compromiso, esfuerzo y disposición combativa.
Ciertamente, muchas de las cuestiones aquí consideradas aparecen tratadas en mi libro “La democracia y el triunfo del Estado”. A él me remito.
La revolucionarización -negativa- del mundo y del sujeto que ha tenido lugar desde el final de la II Guerra Mundial, en 1945, es formidable, y no posee parangón con ninguna otra época de la historia de la humanidad. Ha tenido lugar bajo la hegemonía y dirección de EEUU, potencia mundial impulsora de los cambios más importantes, si bien muchos se han dado a pesar de ella e incluso contra ella.
Las luchas anticolonialistas crearon las precondiciones para el auge de nuevas potencias, especialmente la declaración de la República Popular en China en 1949, acontecimiento que explica el meteórico ascenso económico de ese país a escala planetaria en el presente, acontecimiento preñado de numerosas consecuencias, todas de un gran calado. Algo similar puede decirse de la India y de varios países emergentes más.
Otro elemento sustantivo es el imparable auge del poder de los Estados en todo el mundo, con el correspondiente declive de la autonomía y libertad de la sociedad civil y del individuo, de donde proviene su desustanciación, nulificación y trituración, convertido aceleradamente en una suma de lo que no es, no posee como cualidades y no es capaz de hacer o lograr, por no hablar de inteligir o pensar. La decadencia extrema de la persona, por ausencia de ser planificada desde arriba, por desagregación de todas sus capacidades y desintegración general de sus facultades, es acaso lo más dramático de nuestro tiempo, y en sí mismo indica que avanzamos hacia un nuevo orden mundial sin seres humanos propiamente dichos y sin la presencia de lo específicamente humano.
Nuestra era es la de los seres-nada, seres no del todo humanos, de la modernidad madura.
El colapso de la libertad de conciencia por la exacerbación de los aparatos y sistemas de aleccionamiento y adoctrinamiento de masas contribuye poderosamente a realizar lo expuesto. Está la publicidad comercial, la universidad de masas, la industria del ocio y el gran tinglado mediático. Lo que resulta es la trituración de las facultades psíquicas que antaño definían a las personas, el pensamiento, la sensibilidad, la voluntad, la emoción de la belleza y la sociabilidad. La nuestra es la época del fin de la libertad de conciencia, del totalitarismo erigido a partir del adoctrinamiento de las masas desde la cuna a la tumba.
Todo lo expuesto permite sostener que el individuo es hoy construido desde fuera por los aparatos de poder, al margen de sí y contra sí, una vez que se ha demonizado la noción clásica propia de la parte positiva de la cultura occidental, de auto-edificación consciente de la persona, lo que se conoció como virtud.
Ello está en relación con el pavoroso proceso de aculturación de las masas en curso, para que renieguen, aborrezcan y desprecien su propia cultura, a la que el poder constituido hoy en Occidente ataca con los productos ideológicos, las campañas mediáticas y los epítetos más devastadores. Así, se están creando seres sin referencias axiológicas, sin idea propia del mundo, sin ningún saber objetivo sobre la historia de sus sociedades, sin ideas sobre el yo, sin ética, confinados en el odio y auto-odio, seres-nada, dóciles, manejables, asociales e ignorantes, justamente los que el poder constituido desea y necesita.
La generalización de la sociedad de consumo y del Estado de bienestar, que son las dos grandes, y en realidad únicas metas, de la izquierda, principal fuerza degradatoria y subhumanizadora en los últimos 30 años, ha sido otra catástrofe de lo humano. Desde ello se han difundido nociones sustantivas de naturaleza epicúrea, hedonista, placerista, eudemonista y felicista que no son compatibles con la dignidad, grandeza y continuidad de la persona en tanto que persona. La conversión del alcoholismo, la drogadicción, la bulimia, el tabaquismo, el consumo visual y otros tantos vicios en fenómenos de masas, es más, en comportamientos reputados como “derechos” supuestamente conquistados por “las clases populares” equivale a una dejación de la noción de vida civilizada para hundirse en la barbarie y la desintegración, social y personal.
El aciago impulso egotista e individualista auto-destructivo impuesto a las masas de Occidente en los años 60 por las elites mandantes, cuando triunfó la “generación del yo”, manifiesta ahora sus enormes nocividades con la actual sociedad de individuos, hombres y mujeres, solitarios, descorteses, agresivos, inútiles para cualquier tarea colectiva y comunal, sólo atentos a realizar el propio interés contra el otro y los otros. Esto es de una notable gravedad, pues equivale al colapso mismo de los valores de la civilización. Nuestro tiempo es el del fin del amor.
El ascenso del ecologismo y los demás ismos a él asociados, aunque se pretende justificar con los muy reales daños medioambientales, tiene causas mucho más profundas. Su raíz última es la ignorancia de lo humano y la incapacidad de concebir a las personas como seres humanos y no sólo como entes biológicos. Heredero de la ideología fisiologista y deshumanizadora de la ciencia decimonónica, la izquierda y el progresismo, el ecologismo trabaja para la aculturación, la admisión de la tiranía política vigente y la renuncia de masas a la condición humana. Si el viejo economicismo ha logrado convertir al sujeto común en “homo economicus”, el ecologismo se propone transformarlo en mera criatura zoológica.
La constitución del Estado feminista, encargado de tutelar, proteger y dirigir a las mujeres a las que trata como menores de edad, ha significado el paso del patriarcado al neo-patriarcado, de donde está desprendiéndose la trituración psíquica y física de la mujer, ahora presionada para que se aparte de todos los compromisos trascendentes y se reduzca a la nueva domesticidad, la profesión y el trabajo asalariado, en lo que es la constitución de un calvinismo feminista. En tales condiciones el feminicidio avanza a buen ritmo, como negación de la gran meta, la liberación integral de la mujer de todas las formas de patriarcado.
En ello no hay mucho de nuevo pues desde hace medio siglo el poder constituido está triturando, uno detrás de otro, a sus adversarios: la clase obrera, los estudiantes, el campesinado, los jóvenes, los intelectuales, los emigrantes, la infancia. Ahora les toca el turno a las mujeres. Primero destruye a estos grupos uno tras otro y luego los reconstruye como colectivos sin sustancia propia, mera hechura del poder, envilecidos y dóciles. Ahí está el meollo de lo que se ha venido en llamar la ingeniería social.
Por lo demás, el feminismo, junto con el “anti-racismo” neo-racista y la devoción de masas por el par alcohol-drogas, forma parte de las religiones políticas de la hora presente, que ha de ser creída y seguida por todas y todos. Estas neo-religiones laicas nos niegan la libertad de conciencia, nos prohíben toda crítica o reflexión independiente.
La exclusión de la libertad política por los regímenes parlamentarios ha hundido a las masas en estados aún más profundos de opresión, exclusión, irresponsabilidad, ignorancia, infantilización, galbana psíquica, tristeza patológica, insociabilidad, pérdida del lenguaje, desesperanza y sentimiento de no ser nada como personas y como pueblo. El triunfo planetario, ya casi completo, del parlamentarismo ha creado una humanidad homogénea de esclavos y esclavas que aman sus cadenas y que sólo desean más consumo y más diversión. Vivimos el ocaso de la libertad política.
La rápida degradación e incluso destrucción de los recursos naturales, en primer lugar los bosques, los suelos agrícolas, las pesquerías y las aguas potables, sin olvidar los daños en la capa de ozono, atenta contra la continuidad física de la humanidad. El agotamiento del petróleo, aunque no adopta los tintes melodramáticos que algunos le confieren, es una realidad indudable y suscita interrogantes difíciles de contestar. Todo ello contribuye a otorgar a nuestro tiempo una sensación de edad sin futuro.
La degradación del trabajo asalariado (tan bien descrito por H. Braverman), hoy universalizado, es su conversión en un quehacer en que lo humano naufraga. La realidad del asalariado, ya casi universal, es una catástrofe sin paliativos, de donde está saliendo una subhumanidad ¿funcional? quizá ya no reversible. En relación con él, la transformación del dinero, y de lo que se consigue con dinero, en la única meta y propósito de la existencia empuja en la misma dirección.
Ahora podemos sostener sin temor a equivocarnos que asistimos a la parálisis y colapso del pensamiento creador, de la capacidad de la mente humana para investigar lo real y crear lo nuevo en tanto que verdad concreta-finita. La intelectualidad, mudada en una sorprendente mezcla de funcionarios y mercenarios, ya no es capaz de producir nada que merezca la pena de ser considerado, fenómeno muy reciente pues se ha manifestado en los últimos diez años. Sin duda, cuando se mira el orden existente y se considera magnífico, como hace el profesor-funcionario y el intelectual subvencionado, el impulso creativo queda sustantivamente adormecido y dañado, de manera que es el colosal conformismo, junto con sus descomunales privilegios, de la casta pedantocrática lo que le hace estéril. El apogeo del feísmo, del pseudo-arte extravagante, fácil, frívolo y superficial, estatizado y mercantilizado, se explica desde las mismas causas.
El fracaso de los movimientos pretendidamente emancipadores y revolucionarios de los últimos cien años, ligados al proletariado y a los pueblos oprimidos, ha dejado un poso de amargura y derrota en toda la humanidad. Pero lo racional es examinar qué sucedió, comprender lo errado de sus ideologías-guía y reformular una nueva concepción del cambio social que tenga en cuenta las lecciones del pasado, que vaya unido a un cambio espiritual y exija una revolución en el interior del sujeto.
Los problemas antes expuestos afectan a la totalidad de Occidente, pero se han dado de una forma particular en lo que la Constitución española de 1978, en vigor, denomina “España”.
Es sabido que “España” es el país más degradado de Occidente, el “enfermo de Europa”, una sociedad devastada por las peores lacras y taras propias de nuestro tiempo. Comprender cómo y por qué se ha llegado a esta situación es parte sustantiva del esforzarse por superar ese estado de cosas.
En efecto, vivimos en una sociedad sobremanera envilecida, que sólo vive para el dinero y los placeres zoológicos, que carece de ideas sobre lo trascendente, que está gobernada despóticamente por unas camarillas y poderes fácticos, que desdeña los bienes fundamentales, comenzando por la libertad, que hace chacota de la moralidad, que ha deificado la ignorancia y la brutalidad, que se mofa de las nociones sustantivas, sin las cuales lo humano no puede existir (verdad, libertad, bien, convivencia, esfuerzo, servicio y virtud), que únicamente desea vivir disfrutando y gozando, con una máximo de consumo y sin ningún deber ni responsabilidad.
Comprender tal estado de cosas exige examinar la historia del país en los últimos 30 años largos. Eso lleva a hacer un balance de las fuerzas que han moldeado la conciencia social y la práctica política desde el final del franquismo.
Con el auto-fin del régimen franquista, 1974-1977, la hegemonía política, social, ideológica y cultural la ha poseído, hasta hoy mismo, la izquierda. Es ésta, en especial el PSOE, quien debe ser tenida por responsable substancial de los trágicos inconvenientes observados, lo que exige hacer un estudio de sus contenidos y orientaciones, pero no desde una perspectiva politicista, mucho menos electoral, sino vivencial y ética, espiritual y civilizacional.
Comprendernos es comprender nuestra historia inmediata, por aflictiva que sea (y lo es). Lo que ha sucedido desde 1978, año en que se promulga la actual Constitución, hasta hoy debe ser puesto ante nosotros con exigencia de responsabilidades y, sobre todo, para establecer una ruta de superación que signifique una ruptura con estos decenios, tan penosos y degradatorios, con el propósito de abrir una vía de renovación y regeneración, social y personal.
El rasgo más significativo de la situación internacional es el inicio de la pérdida de la hegemonía económica de Occidente, por primera vez tras 500 años. El ascenso imparable de la economía china, así como el rápido desarrollo industrial y financiero de la India, Brasil, Sudáfrica, Indonesia y otros países, y la acumulación de capital dinero (petrodólares) en Arabia Saudí y otros países islámicos, significa que en unos pocos años Occidente (Europa y EEUU) quedará reducido a la función de potencia secundarias, si no hace algo efectivo para evitarlo.
La crisis comenzada en 2007/2008 ha sido casi exclusivamente de la economía occidental, pues en el otrora Tercer Mundo el crecimiento del PIB ha sido tan elevado como de costumbre. Las mercancías occidentales son expulsadas de los mercados por las más baratas de los países emergentes (de ahí el alto índice de paro en Europa); éstos se van apropiando paso a paso de las fuentes de materias primas y energía, al mismo tiempo que desarrollan con notable rapidez su tecnología. En casi todas las ramas productivas mientras Occidente está estancado o avanza a paso de tortuga, los países emergentes progresan sin trabas logrando resultados espectaculares, en particular China.
Así pues ahora sí es cierto que estamos ante la decadencia de Occidente. Empero, EEUU sigue conservando la hegemonía militar, por tanto, política y jurídica internacional, pero su base productiva es cada vez más frágil. Su deuda estatal es muy elevada y buena parte de ella es financiada por China, ¿por cuánto tiempo?
Bajo el sistema capitalista los conflictos entre las potencias suelen desembocar en la guerra. Ésta es la que, en última instancia, marca qué potencias ascienden y cuáles descienden. Así fue en la I Guerra Mundial, 1914-1918, en la II, 1939-45, en la III, conocida como Guerra Fría, de fecha más imprecisa, pero que terminó con la derrota y la desintegración de la Unión Soviética, que perdió su imperio casi por completo, en beneficio de EEUU. Ahora estamos en los inicios de los preparativos para lo que quizá llegue a ser un nuevo conflicto planetario, la lucha entre China y EEUU por la hegemonía mundial, la primera gran potencia económica y la segunda gran potencia militar.
Europa aparece como aliado de EEUU pero su situación es precaria, con una economía estancada, una demografía desastrosa, unas masas envilecidas al haber sido construidas como inútiles para todo y una falta creciente de presencia en el plano mundial. La estrategia con que Occidente va a hacer frente al desafío que tiene ante sí aún no nos es conocida (quizá ni siquiera esté elaborada del todo) pero podemos estar seguros de que no habrá capitulación sin lucha, que Occidente no se resignará a perder su hegemonía sin acudir, si ello le es imprescindible, a la acción militar.
Una parte de la estrategia ya conocida es la alianza con el Islam para formar un bloque Europa-países islámicos, capaz de soportar demográficamente el choque con China. En esa dirección van los movimientos de masas (¿espontáneos?) que se están dando en el norte de África y la aparente cuasi liquidación del islamismo integrista. Todo ello anuncia avances en los preparativos de un nuevo conflicto planetario, como lo es asimismo el rearme de China, sus maniobras para lograr aliados, la puesta a punto de una estrategia para “contener” al gigante asiático, que tiene una de sus mayores expresiones en la descomunal venta de armas que en 2010 hizo USA a Arabia Saudí, en la que también participó “España”, que entregará a ese país carros de combate por valor de casi 4.000 millones de euros.
La intensificación de la carrera de armamentos ensombrece nuestras perspectivas de futuro, y marcará nuestras vidas de manera creciente en los próximos años. Pero no es eso sólo. El desmoronamiento, lento pero inexorable, de la economía occidental, incapaz de soportar la competencia de las del antaño Tercer Mundo, ha comenzado por los países más débiles, Grecia, Irlanda y Portugal. Luego seguirá, de un modo u otro, “España”, Italia y algunos más, en lo que es un declive sin fin. Eso significa que la sociedad de consumo y el Estado de bienestar tienen los días contados, que regresamos a una sociedad de la escasez y la pobreza, aunque todo ello será un proceso lento y contradictorio.
¿Qué significación tendrá todo eso? Es muy difícil de decir, pero una de las metas es hacer una reflexión conjunta sobre lo por venir, en un ejercicio de prospectiva tan necesario como inevitable. ¿Cómo se alterará la conciencia social, qué cambios se darán en la vida interior de las personas? ¿Será un periodo de mayor espiritualidad o de exacerbación de los egoísmos personales y corporativos? Es muy difícil contestar a esto con seguridad, pero debemos estar muy abiertos a la realidad y a su consideración reflexiva.
Asimismo, asistimos a una auto-negación de Occidente. Las elites mandantes odian y repudian la cultura clásica occidental, griega, romana y cristiana en su vertiente erudita y multi-popular en su variedad no-culta. Por razones de dominación las elites occidentales están promoviendo la aculturación de las masas, sobre todo por medio del multiculturalismo y el “antí-racismo”, como denuncia Paul E. Gottfried, también a través del feminismo. Hoy todo es mejor que Occidente, éste es “el cáncer de la humanidad”, como dijo la pedantócrata Susan Sontang. El izquierdismo con su gran poder para agitar, adoctrinar y movilizar lleva en esa tarea desde hace decenios conforme al proyecto estratégico del gran capital. Sin duda, unas masas aculturadas, nadificadas y llenas de auto-odio son óptimas para ser manejadas como mano de obra dócil y como carne de cañón en el caso de que el conflicto con China alcance un nivel de ruptura bélica.
Según mi criterio la defensa de lo positivo (pero sólo de lo positivo) de la cultura occidental, en particular su énfasis en la libertad y en la calidad de la persona, han de ser salvados, reelaborados y convertidos en sistemas de ideas operativos para el siglo XXI. Cicerón, Epicteto, el monacato revolucionario altomedieval, el Evangelio según San Juan, Cervantes, Juan de Mairena, G. Orwell, Simone Weil, me han enseñado más que los pastiches multiculturales en boga, fabricados en las alturas para crear unas masas desposeídas de su propia cultura, con el propósito de hacerlas adictas a las hamburguesas, la liga de fútbol, las telenovelas y los juegos de ordenador. Todo ello ha creado lo que Ch. Lasch denomina “la noche oscura del alma”
Explorar posibles salidas y vías de avance no es nada fácil. Sorprendentemente, el Movimiento 15-M indicia por donde deberían ir las cosas en algunas cuestiones (no en todas), con su antipartidismo, sus procedimientos ateóricos de análisis, lo que le adscribe al sano sentido común, su preferencia por el debate y la asamblea, su negativa a basarse en santones, entre otros aciertos, sin olvidar su puesta sobre la mesa de una idea ya olvidada pero del todo necesaria, la de revolución política. No obstante otros aspectos de dicho Movimiento no son positivos, de manera que se impone un análisis, si bien inicial, de su naturaleza contradictoria y de la alta probabilidad que tiene de terminar siendo una alternativa de recambio para el poder constituido.
Se necesita una triple revolución, política, espiritual y en la construcción de la persona, de modo que toda solución parcial, o reduccionista, está equivocada, al ignorar la complejidad y multiplicidad inherentes a la condición humana. Quienes buscan el crecimiento personal como una meta exclusivamente privada y egoísta no tienen en cuenta su propia dimensión social y política, que está ahí se desee o no, de forma que se mutilan a sí mismos. Pero aquéllos que, movidos por metas politicistas, ignoran su parte interior, espiritual y privada, se transformarán en sujetos capitidisminuidos, además de en incapaces de llevar adelante una acción política eficiente, por no decir ética.
Un ensayo de los puntos que pueden nuclear una transformación del sujeto en tanto que ser integral que se adscribe al todo de lo humano, y de la sociedad como sistema de libertad, autogobierno y civilización, podría centrarse en un debate dirigido a explorar posibles vías de avance:
1. Una epistemología del ateoricismo y la objetividad, que se oriente hacia la verdad. Porque el factor consciente, el saber cierto, es decisivo.
2. Una ascética del servicio desinteresado, el distanciamiento del hedonismo y la afelicidad.
3. La sociabilidad en tanto que gran designio y conquista para superar la cárcel del yo y trascender desde el ego al “nosotros”.
4. La fortaleza psíquica como exigencia de existencia afirmativa en un mundo lleno de tensiones y brutalidad institucional.
5. Recuperar la condición humana contra la ausencia de ser estableciendo un esbozo de programa sobre auto-construcción del sujeto, negando el narcisismo.
6. La complejidad de nuestro mundo sólo puede inteligirse, si se desea evitar el adoctrinamiento, por medio de la autogestión del saber y el conocimiento. La organización de éste es tarea necesaria.
7. Una reflexión sobre las tendencias más importantes de nuestro tiempo, con una evaluación de lo más probable y más improbable del futuro, debería llevar a formular un esbozo de estrategia.
8. Contra el gran mal de la aculturación se ha de acudir al remedio de la valoración, reflexiva y crítica, de lo positivo de la cultura occidental.
9. Esbozo de un programa de intervención política que tenga como meta una sociedad autogobernada, con la asamblea como única instancia de toma de decisiones, sin aparato estatal ni clase mandante empresarial. Se trataría de pergeñar un proyecto de cambio integral suficiente del orden constituido.
Lecturas recomendadas. “Los deberes”, Cicerón
. “Enquiridión o máximas”, Epicteto
. “Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres”, Diógenes Laercio.
. “La rebelión de las elites y la traición a la democracia”, Christopher Lasch
. “El mundo después de USA”, Fareed Zakaria
. “Polanco, el señor de El País”, Enrique González Duro
. “La extraña muerte del marxismo. La Izquierda europea en el nuevo milenio”, Paul E. Gottfried
. “Protocolos para un Apocalipsis”, Frank G. Rubio y Enrique Freire.
. “Reflexiones sobre las causas de la libertad y de la opresión social”, Simone Weil.
. “Trabajo y capital monopolista. La degradación del trabajo en el siglo XX”, Harry Braverman.
. “La democracia y el triunfo del Estado”, Félix Rodrigo Mora
. “Seis estudios. Sobre política, historia, tecnología, universidad, ética y política”, Félix Rodrigo Mora
. “El giro estatolátrico. Repudio experiencial del Estado de bienestar”, Félix Rodrigo Mora
Félix Rodrigo Mora
Impartirá un curso sobre esta temática en Plural-21
(Sábado 29.10.2011)
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